La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que para reducir de forma sustanciosa el calentamiento global, hay que reducir la demanda de combustible fósil en un 25% para el año 2030; empeño que, según sus cálculos, es posible llevar a cabo. Eso sí, hay una condición ineludible: multiplicar por tres la inversión en energías ‘verdes’.
En la última actualización de su Hoja de Ruta Net Zero, el organismo señala el camino a emprender en el escenario actualizado de cero emisiones netas para que la demanda de hidrocarburos caiga por debajo de dicho porcentaje. El objetivo exigiría un enorme aumento de la capacidad de energía limpia, impulsado por la gobernanza global y capaz de reemplazar una gran cuota de la generación fósil. La recompensa consiste en una reducción del 35% en las emisiones de gases de efecto invernadero respecto al máximo histórico registrado en 2022. Manteniendo ese hipotético ritmo, la demanda global combustibles fósiles se desplomaría un 80% en 2050.
El resultado final de este ‘plan maestro’ de descarbonización sería la irrelevancia a corto plazo de los proyectos de extracción de petróleo, gas y carbón. No obstante, para alcanzar estas metas se requiere una inversión continua en algunos activos de petróleo y gas existentes y en proyectos ya aprobados.
La AIE cree que el crecimiento récord de la energía limpia indica que todavía es posible limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados
«Es vital secuenciar el aumento de la inversión en energía limpia y la disminución de la inversión en suministro de combustibles fósiles si se quieren evitar aumentos dañinos de precios o excesos de oferta», advierte el organismo.
La AIE asegura que el crecimiento récord de la tecnología de energía limpia, incluidos paneles solares y vehículos eléctricos, indica que todavía es posible limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados. El director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, afirma que para mantener vivo ese objetivo «es necesario que el mundo se una rápidamente».
La buena noticia es que sabemos lo que debemos hacer y cómo hacerlo; nuestra hoja de ruta Net Zero 2023, basada en los datos y análisis más recientes, muestra un camino a seguir», añade al respecto, subrayando, eso sí, que «una cooperación internacional sólida es crucial para el éxito».
La hoja de ruta Net Zero (literalmente ‘cero neto’) indica se refiere a la disminución progresiva de las emisiones de gases de efecto invernadero hasta dejarlas lo más cerca posible de la nada. Alcanzado ese escenario por la industria y la sociedad civil, tan sólo quedaría una pequeña cantidad de CO2 residual que sería reabsorbida fácilmente desde la atmósfera por la vida vegetal presente en el océano y los bosques.
El PEAJE DEL ADIÓS A LA ENERGÍA FÓSIL: TRIPLICAR LA INVERSIÓN ‘VERDE’
De todas maneras, el organismo señala que para alcanzar este objetivo, el mundo necesitará invertir casi 4,5 billones de dólares (unos 4,24 billones de euros) por año en la transición hacia una energía más limpia desde el comienzo de la próxima década, frente a un gasto de 1,8 billones de dólares (unos 1,68 billones de euros) previsto para 2023.
En este sentido, subraya que se requiere un esfuerzo aún mayor hacia esa transición energética, ya que para 2030 habrá que triplicar la capacidad renovable global, duplicar la infraestructura energéticamente eficiente, aumentar las ventas de bombas de calor y aumentar aún más el uso de vehículos eléctricos.
Asimismo, el organismo apostó por una reducción del 75% en las emisiones de metano del sector energético para 2030, lo que costaría aproximadamente 75.000 millones de dólares (unos 70.700 millones de euros), solo el 2% de los ingresos netos recibidos por la industria del petróleo y el gas en 2022.