Con aire cansado y desganado. Así caminaba el brasileño Romario da Souza Faria por los campos de entrenamiento. También en el Fútbol Club Barcelona, donde jugó temporada y media. Fue un delantero brutal, su radio de acción no era superior, a veces, a 20 pasos adelanta, atrás y hacia los lados, pero como dice un fino analista hispano brasileño con aire castizo: “A Romario se la ponías en el área y él ya se encargada de meter la pelota en la portería”. Así de fácil y así de complicado, tan difícil como hacer que mantuviera las ganas de jugar en el Barça después de ganar el Mundial de Estados Unidos (1994). Kappa era el patrocinador técnico de Barcelona entonces.
LOS GOLES DE ROMARIO QUE MÁS GUSTAN
Cada persona, seguramente, tendrá un gol favorito de toda la factoría de golazos anotados por ‘O baixinho’. Posiblemente haya dos que sean los que queden en la memoria de la mayoría. El tercer gol a la Real Sociedad en la campaña 93-94, la primera de Romario en el Dream Team, y la ‘cola de vaca’, el golazo con el que abrió el marcador en el Barcelona-Real Madrid esa misma campaña, un choque de infausto recuerdo para los aficionados madridistas, ya que el Real Madrid perdió 5-0 en ese encuentro, con tres goles de Romario.
En el choque ante los vascos, Guardiola manda un pase a Romario desde unos metros más adelante de la circunferencia del centro del terreno de juego, Romario la controla con el pecho y, sin dejarla caer, hace una vaselina sin mirar. Un golazo. Ante el Real Madrid, hizo a Rafael Alkorta un regate de otra galaxia para definir con un jugador de otra galaxia ante Buyo.
Son solo dos goles, de un jugador que ha marcado más de 1.000, que ha llenado páginas y minutos de televisión con sus hazañas dentro y fuera del campo y que gusta a casi todos los aficionados al fútbol porque como solía decir el ‘Lobo Carrasco’ cuando presentaba ‘El Día Después’ con Michael Robinson en Canal Plus, con jugadores como Romario, “la entrada salía gratis”.
LA GUINDA DEL PASTEL AZULGRANA
Romario fue la guinda del pastel para el Dream Team de Johan Cruyff, un equipo que venía de de ganar dos ligas y una Champions jugando sin un delantero nato. Laudrup, Beguiristáin y Stoichkov –y Julio Salinas para emergencias- eran los atacantes de un equipo que tenía a Pep Guardiola como cerebro y a Ronald Koeman como el zaguero del guante a balón parado.
Cruyff pensó que necesita un delantero nato y el Bará fue un equipo igual de vistoso, quizás menos explosivo, menos rápido, más estático, pero demoledor con Romario, que prometió 30 goles y marcó treinta goles. El más decisivo, el que puso por delante al Barcelona en el último partido de la liga 93.94, un gol ante el Sevilla de Simeone y Suker que colocó el 3-2 en un encuentro que terminó 5-2 y con el título de Liga en el zurrón gracias al 0-0 del Dépor-Valencia, el partido recordado por el penalti fallado por Djukic.
La llegada de Romario supuso muchos goles y unas cuantas complicaciones porque el brasileño iba a su aire. Eso no gustaba ni a Cruyff ni al vestuario del Barcelona, pero los goles lo silenciaban todo.
Esa campaña el Barcelona ganó la Liga, pero sufrió un demoledor revés en la Champions, donde el Milán de Fabio Capello se impuso por 4-0 en la final, una final disputada en Atenas. Fue el principio del fin del Dream Team. Romario se fue al Mundial de Estados Unidos. Donde hizo 5 goles en una competición que se llevó Brasil en la tanda de penaltis. Ahí, con la Copa en la mano, con el calor, la diversión, los homenajes y la ‘saudade’, la morriña, Romario se desconecto de la alta competición. No tenía muchas ganas de volver y tardó lo suyo. El club le multó. Romario empezó la temporada, pero no tenía ganas. Se le notaba; se quería ir. Pasará a la historia la imagen en la que está en el banquillo de los suplentes en el Estadio Santiago Bernabéu el día del 5-0, la manita merengue. Romario, sentado, abrigado, muerto de frío, ausente, pasando del partido.
La llegada de Romario supuso muchos goles y unas cuantas complicaciones porque el brasileño iba a su air
Ocurre que el recuerdo del ídolo lo suaviza todo. Y 30 años después, en este fútbol tan insulso en ocasiones, sabe a oro ver los goles del brasileño, un delantero de los que ya no hay. “Un jugador de dibujos animados”, como dijo en su día el que fuera jugador y entrenador del Real Madrid, Jorge Valdano.
La estética, la plasticidad, la belleza de sus movimientos, sus definiciones ante el portero rival, hacen que muchos que por edad no le vieron jugar, adoren a la estrella brasileña. Genio y figura en el campo de juego y fuera de él. Para bien y para mal. Un goleador de otra época.