Los productos limpiadores forman parte de nuestra vida cotidiana, pues los utilizamos día a día para mantener nuestros hogares desinfectados. El problema es que muchas veces abusamos de los mismos, utilizándolos con demasiada frecuencia o en cantidades desproporcionadas.
Además, no siempre elegimos los productos adecuados. A veces nos hacemos con auténticos ejércitos de marcas y variedades que, además de no lograr el resultado adecuado, generan un mayor impacto medioambiental.
2La clave está en elegir bien
Más vale tener unos pocos productos de limpieza específicos y eficaces que no acumular decenas de ellos sin meditarlo bien. Sería un gasto económico y medioambiental totalmente inútil. Por ello, la clave para hacerse con el kit adecuado es elegir aquellos que nos vayan a ser realmente prácticos.
Pero, ¿cómo saberlo? El truco está en leer con detenimiento las etiquetas. Para empezar, lo ideal es escoger aquellas marcas de fabricantes artesanales y nacionales, mejor aún si su actividad está comprometida con el cuidado del medio ambiente. Cuantos más químicos contengan sus etiquetas, más abrasivos serán.
Aquí hay que insistir en desmentir un falso mito. Al contrario de lo que se suele decir, los productos ecológicos no tienen por qué ser ni menos ni más eficaces que los típicos que encontramos en cualquier supermercado. Es más, ayudan a aliviar algunos problemas como alergias, irritaciones cutáneas o dificultades respiratorias. El inconveniente, no obstante, es que suelen ser aproximadamente un 25% más caros, dado que sus materias primas también son más costosas.
No obstante, no siempre es fácil comprender la información detallada en estas etiquetas. Algunos ingredientes son altamente tóxicos y conviene evitarlos, al menos, en grandes dosis. Un ejemplo es el butoxietanol, un disolvente que puede ocasionar dolor de garganta y problemas pulmonares, entre otros.
El hipoclorito de sodio, por su parte, combinado con el amoníaco puede generar la emisión de gases tóxicos altamente nocivos para las vías respiratorias. Es un químico muy común en la mayoría de marcas de lejía. Su contacto directo puede ocasionar problemas como enrojecimiento e irritación de la piel, tos, náuseas, dolor de garganta e infecciones oculares.
Mención aparte merece el amoníaco, definido por la OCU como “un producto a evitar”. Este químico suele protagonizar diversos accidentes, especialmente si hay niños en casa, pues se trata de un líquido muy corrosivo. Hay que usarlo en pequeñas dosis y con mucha precaución, no mezclándolo jamás con otros elementos.