La sequía y el calor extremo de este verano en España provocadas por el cambio climático, están causando estragos en nuestro país, sobre todo en las zonas del sur, donde las temperaturas son más altas y donde ha caído menos lluvia en los primeros meses del 2023 con respecto a otros años. «Tuvimos lluvias ligeras hacia finales de mayo y en junio eso ayudó al sector agrícola y redujo el riesgo de incendios forestales», dice Sarai Sarroca, directora de la agencia meteorológica catalana. «Pero fueron muy pocas para aliviar 34 meses consecutivos de sequía».
Los gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana ha calentado la temperatura del planeta una media de 1,2 ° C en los últimos 200 años. Pero Europa en su conjunto se está calentando al menos dos veces más rápido. En España desde los años 60 ha aumentado 1,3 º C, pero la situación de Cataluña es peor, con temperaturas 2,7 ° C más altas en 2022 que la media entre 1960 y 1990, según la agencia meteorológica .
Esta semana, varias regiones de la península ha hecho frente a una ola de calor severa, con la Agencia Nacional de Metereología, Aemet emitiendo una alerta por «riesgo extremo«, sobre todo zonas como Andalucía llegando a 43º en algunas ciudades. En otras como Cataluña, el calor, junto con los niveles de lluvia históricamente bajos, ha dejado los embalses en un estado lamentable. Actualmente están solo al 30% de su capacidad, por debajo de la media de 45,75% para el conjunto de España, donde ha vuelto a descender los niveles de agua un 0,75% en la última semana.
Al norte de Barcelona, donde residen más de 3 millones de personas, se encuentra el embalse de Sau. Fue inaugurado en la década de 1960 al inundar Sant Romà de Sau, un pueblo que data del siglo X. Durante décadas la vista del campanario de la iglesia románica del antiguo pueblo que se asomaba desde las aguas era una indicación fácil de si los niveles eran altos o bajos. Hoy todo el edificio está expuesto, completamente seco, rodeado de barro quemado por la sequía.
EL TURISMO DE LA SEQUÍA
En febrero, había tan poca agua en el embalse de Sau, que a las autoridades les preocupaba que se mezclara con el barro en el fondo, agotando los niveles de oxígeno y matando a todos los peces que viven en la cuenca. Si eso sucediera, la poca agua que quedara no sería apta para el consumo humano. Así que el gobierno catalán contrató a pescadores para capturar y destruir 4.000 peces para evitar que contaminasen el suministro. El agua restante se reutilizó transfiriéndola a un segundo depósito cercano.
Los fines de semana, docenas, a veces cientos, de personas conducen por las estrechas carreteras que llevan al embalse para hacerse selfies con el fin de ver el impresionante paisaje: los acantilados rocosos, los charcos de agua embarrados y las ruinas del antiguo pueblo. Los turistas han causado atascos que dificultan el trabajo de los funcionarios encargados de monitorear la calidad del agua. Un par de veces, los visitantes se quedaron atrapados en las orillas embarradas, lo que llevó al gobierno a considerar restricciones a la entrada al embalse.
LOS ANIMALES DE LA RAZA WAGYU SIN AGUA
Los agricultores también están luchando para hacer frente a la sequía. Rafel Rodenas es uno de los pocos ganaderos en España que cría carne con certificación Wagyu, y la vende directamente a los restaurantes con estrellas Michelin de la zona. Para que la carne mantenga su certificación, cada una de sus 170 vacas y dos toros necesitan beber entre 70 y 100 litros de agua por día, pastar en campos libres de pesticidas que crecen con la lluvia y comer la menor cantidad de pienso posible.
La granja de animales vacunos de la raza Wagyu en Tavertet, España, vende carne con certificación Wagyu a restaurantes con estrellas Michelin. Las vacas luchan por encontrar pasto para alimentarse después de más de dos años consecutivos de sequía en Cataluña.
Este año, la hierba apenas alcanzaba unos centímetros de altura a mediados de la primavera, cuando debería haber tenido medio metro de altura. Eso obligó a sus vacas a buscar pasto fresco dentro del bosque, donde generalmente solo se alimentan en el verano. La carne grasa por la que se conoce la carne de res Wagyu se logra asegurándose de que el ganado no tenga que desplazarse a grandes distancias para encontrar comida o agua.
«Los campos no tienen tiempo para regenerarse debido a la falta de agua por la sequía», dice Rodenas. «El precio del heno se ha cuadruplicado y la preocupación es que no encontraremos ninguno durante el verano porque estos cultivos dependen de la lluvia y en muchas granjas no han crecido lo suficiente para cosechar».
Más lejos de los embalses, al menos 80 pueblos este año han tenido sus grifos sin agua durante la mayor parte de la noche, lo que los obliga a depender de camiones que entregan agua todas las mañanas. La polémica medida se implementó tras darse cuenta de que el aire se acumula durante la noche en las tuberías cada vez más vacías. A medida que las temperaturas suben por la mañana, ese aire se expande, lo que aumenta el riesgo de que las tuberías exploten y causen fugas.
En el pueblo de L’Espluga de Francolí, donde sus 3.700 habitantes no tienen agua desde las 10 de la noche hasta las 5 de la mañana, Joana Pérez ha tenido que adaptarse. Mantiene una reserva de agua embotellada para mantener la máquina de café en funcionamiento en el bar que posee y todos los días llena grandes cubos de agua para asegurarse de tener suficiente para llenar los tanques del inodoro y lavar los platos.
Los barceloneses están acostumbrados a la escasez de agua mientras las autoridades realizan campañas de forma rutinaria sobre cómo ahorrar agua. El gobierno catalán limita el uso de agua a 230 litros por persona y día, una métrica que incluye el consumo de la industria, el turismo y la agricultura. Los hogares en Barcelona se mantienen dentro de esas restricciones. El consumo en los hogares es de aproximadamente 103 litros por persona por día, muy por debajo de la media de España de 134.
A la sequía se suma el fenómeno de El Niño que surge sobre el Océano Pacífico este año, alterando los patrones climáticos a nivel mundial y generando temperaturas más altas en el Mediterráneo occidental. A nivel mundial, el mes pasado fue el junio más caluroso del mundo en al menos tres décadas, mientras que la primera semana de julio fue la más calurosa. «Dos años seguidos de calor récord serían una catástrofe en este contexto de sequía», dice Sarroca. «Pero es algo que no podemos descartar en este mundo dominado por el cambio climático», concluye.