ASEDAS, Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados, junto con las Universidades Complutense y Autónoma de Madrid han realizado un estudio donde analizan el impacto de la inflación en la compra online de alimentación. Un análisis de tres grupos de consumidores como son el cliente offline, el mixto-omnicanal y el consumidor que solo compra online.
Si miramos hacia atrás todo lo que nos dejó el Covid-19 se observa que hubo un incremento de la compra online y en 2021/2022 el 80% de los nuevos compradores declaraba hacerlo por la Covid-19. Bien es cierto que, tras la pandemia el 90% declaraba que continuaría haciendo la compra vía online pero actualmente solo un 21% afirma que ha dejado de hacer este tipo de compra, o piensa dejar de hacerlo pronto.
Las ‘tres CS’ son una constante de la línea histórica de los Observatorios de ASEDAS: conveniencia, confianza y coste, se reafirman como las palancas de consumo tanto online como offline. En este sentido los consumidores menos fieles son los que utilizan ‘pure-players’ y los más fieles son los menos sensibles al precio de los alimentos.
LAS BARRERAS DE LA COMPRA ONLINE
Los precios y la posibilidad de comparar mejor los productos aparecen como el principal motivo que los consumidores tienen para acudir a la tienda física, un 44%, aunque la comodidad o conveniencia derivada de la amplia y diversa red de tiendas de proximidad que existe en España registra un importante 39 por ciento de las opiniones.
Tras la Covid-19 y actualmente se ha notado un cambio en la conducta del consumidor en la compra online. Otra de las barreras que perjudica el online es la lealtad del cliente con la enseña, si la tienda física no tiene versión online, prefieren no adoptar la práctica. A parte, la mitad de los consumidores analizados se refiere a la posibilidad de ver, tocar y poder elegir personalmente los productos. El 20% disfruta yendo al supermercado, lo que se apoya en que el 10% tiene varios establecimientos de alimentación a poca distancia de casa.
Unos cambios de conducta que en otoño de 2022 se empieza a tomar conciencia de la situación inflacionaria. Los consumidores empiezan adoptar medidas de ahorro en esos meses, cambiando sus preferencias de productos y marcas. La marca blanca se presenta como muy deseable. A partir de la “cuesta de enero”, esta sensibilidad se vuelve más acusada (campaña de primavera 2023) y se produce una mayor tendencia hacia el cambio de enseña (pérdida de lealtad).
LA PERCEPCIÓN INFLACIONARIA DE LOS CONSUMIDORES
El cambio de conducta de los clientes también se observa en variables como la frecuencia de compra, que aumenta ligeramente en los offliners, posiblemente para realizar un menor gasto por cesta y controlar mejor la compra. Los consumidores que compran digitalmente, por su parte, ralentizan sus compras en el tiempo, al seguir un patrón de conducta diferente.
En cuanto al gasto por compra, éste se incrementa en el canal físico en un 18%, alcanzado unos 72,34 euros por compra, consecuencia de la inflación y del incremento de los consumidores en este canal. Si nos fijamos en aquellos consumidores que adoptan unos hábitos de compra mixtos, encontramos que en la tienda física su gasto ha aumentado un 11% y lo disminuyen en el canal online en un 9%, centrándose en aquellos artículos de conveniencia de mayor peso y volumen.
EL RESULTADO ES UNA VUELTA A LA TIENDA FÍSICA COMO UNA MANERA DE CONTROLAR EL GASTO DE ALIMENTACIÓN
Además, a pesar del impacto de la inflación en los consumidores, las cuestiones relacionadas con los costes como pueden ser los gastos de envío, percepción de precios o la seguridad de los pagos vía internet. Son ‘piedras’ que los clientes prefieren evitar acudiendo a los establecimientos y facilitando su forma de compra.
Los consumidores quieren seguir apostando por ir a los establecimientos físicos donde confían más en una compra segura, podrán tocar y ver todos los productos y llevarse aquellos que más les gusten, no tienen que preocuparse por el gasto añadido del envío de la cesta de la compra.