Astana.- Kazajistán inicia su nueva etapa tras el referéndum y el cambio de modelo económico y político. La situación en el país se ha transformado en muy pocos meses y el Gobierno de Kassym-Jomart Tokayev se ha propuesto dar el empuje económico que hace falta en la nueva nación, donde el desarrollo, la cooperación, el diálogo y la apertura a nuevos mercados son los principales objetivos.
Sobre el papel, que todo lo aguanta, es toda una muestra de fuerza. Para averiguarlo por los propios ojos, MERCA2 ha puesto los dos pies en el país con motivo de la celebración del primer Foro Internacional de Astaná, una importante reunión a la que acudirán personalidades como el emir de Qatar, Al Thani, así como la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Gueorguieva, entre otras 1000 invitados, como presidentes, máximos dirigentes de empresas y altos cargos de la ONU y OSCE.
Todo ello con total libertad para narrarlo, sin peticiones del Gobierno o de la embajada. In situ es como se valoran las situaciones, con perspectiva es cómo se analizan más o menos acertadamente.
Llegar a la capital en avión es todo un reto. Hay que volar a Estambul, al aeropuerto más grande del mundo, y después conectar con otro avión para poder recorrer las últimas cuatro horas de viaje. Entre una puerta y otra, media hora si uno corre para no perder el transfer. A paso ligero posiblemente uno se esté jugando esperar en los asientos de la sala de espera durante horas para coger el próximo. Un ligero contratiempo en Adolfo Suárez-Madrid Barajas metió el primer susto del viaje; el segundo fue presentarse en la capital turca con tan sólo 30 minutos de diferencia. Puedo asegurar que perdí el aliento varias veces durante ese largo recorrido hasta la puerta F19.
ASTANÁ, UN VIAJE CON SUSTOS Y CARRERAS
Finalmente, casi sin respirar y chorreando tomé el asiento correspondiente. Pese a los sustos, ver la imagen de una luna llena reflejada en el Mar Caspio dio la tranquilidad necesaria para poder dormir durante un par de horas, tiempo suficiente para olvidarme de si la maleta volaba en la bodega del mismo avión o bien aún rondaba por las pistas del aeropuerto de Madrid o de Turquía.
Una vez en el destino, el aeropuerto Internacional de Astaná, uno de los seis cercanos, abría las puertas de embarque, un control rutinario de pasaporte y rumbo directo a la única cinta activa en la calurosa madrugada. De allí al hotel. Uno se puede esperar mucho o poco de una ciudad que fue controlada en su día por la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), pero no queda vestigio alguno de ello. Astaná muestra su verdadera cara desde el inicio del viaje hasta el destino en todo momento.
Edificios acristalados, hormigonados y con vigas de acero por doquier. El tráfico transcurre con una paz impropia de una ciudad con un millón de habitantes, como Valencia en el caso de España. Apenas hay tráfico, pero hay actividad. El secreto de esta contradicción radica en sus alargadas avenidas, más del doble que la propia Castellana de Madrid, con cuatro carriles para cada sentido. Espacio más que suficiente para poder comprobar que a mayor capacidad de vehículos, mejor es la movilidad.
UN CLIMA EXTREMO EN ASTANÁ, PRIMERA IMPRESIÓN
Uno también puede pensar o intuir que en Astaná, donde el clima es verdaderamente extremo, con temperaturas de 36 grados en pleno inicio de junio y de menos veinte en invierno, los coches son viejos, destartalados y sin apenas reparaciones en la carrocería. Nada más lejos. Abundan marcas reconocidas a nivel mundial, si bien y por cercanía, la mayoría son asiáticas.
Toyota se lleva la palma, especialmente los todoterreno 4×4. No es para menos en una ciudad que puede llegar a sufrir intensas nevadas y un frío que hiela la sangre. Sin embargo, también se ven Chevrolet, Tesla, Lexus, BMW, KIA, Hyundai, que a la postre es el fabricante de ascensores de varios hoteles y también de la parte residencial y de los Ministerios.
Cuando uno baja del corto trayecto en taxi, pisa por primera vez una zona cercana al centro. Llama la atención la condición del asfalto. Impoluto, sin grietas y apenas unos parches pese al clima tan extremo. No se ven las habituales chimeneas de humo cuando la calzada se derrite, tampoco se escuchan pitidos en los semáforos. Todo rueda con calma en una ciudad donde residen trabajadores altamente cualificados y numerosos funcionarios.
ASTANÁ, QUIZÁ UNA DE LAS CIUDADES MÁS SEGURAS DEL MUNDO
Como en cualquier otro, el cansancio del viaje no pesa a la hora de deshacer la maleta y darme una vuelta por los alrededores del sitio. Llama la atención la falta de advertencias sobre posibles robos o el habitual cartel: «No nos hacemos responsables del robo de las pertenencias». En Astaná lo he podido comprobar, incluso a propósito.
Dejando una mochila en el interior de un bar o de otros establecimientos. Ni avisos de los camareros ni tampoco de otros clientes. Sencillamente no sólo da una sensación de seguridad, sino que es una ciudad considerada segura. No se puede decir lo mismo en ninguna otra gran urbe, al menos Occidental. ¿Dejaría un ordenador encendido dentro de un bar en el centro de Barcelona o de Madrid para irse a tomar el aire? No hace falta ni responder.
La misma seguridad que dan las propias calles se traslada a bares, terrazas y paseos. No existe pobreza en esta capital, como tampoco una desigualdad manifiesta entre clases sociales. Y es que, detrás de las hileras de edificios se esconden las residencias de las familias kazajas en Astaná. Son edificios igualmente altos, con grandes ventanas y más parecidos a las viviendas de una ciudad occidental que árabe. Cabe señalar que el 70% de Kazajistán profesa la fe musulmana de origen suní, los denominados árabes moderados.
Sí, se ven velos, pero no es ni mucho menos lo habitual por las calles. Ropa que se vería en cualquier otra capital europea, sin más, faldas, vestidos, pantalones, camisetas de todo tipo y, pese al calor, también corbatas y trajes. Los jóvenes también se animan a última hora de la tarde, cuando el Sol comienza a esconderse dejando un atardecer de ensueño cuando se reflejan los últimos rayos en los cristales o éstos permiten atravesar las esquinas, dibujando un bonito efecto en la acera.
KAZAJISTÁN, UN PAÍS MUSULMÁN Y OCCIDENTAL
A simple vista, los niños y jóvenes tampoco tienen espacio para poder practicar deporte. Hay que recorrer unas cuantas calles para escuchar un gentío, un «chuta» o «menudo paradón» en un perfecto kazajo. Las voces se encuentran dentro de una gran jaula de barrotes, similar a las que hay en algunos parques de pago de Madrid. Eso sí, los niños de Kazajistán muestran sus dotes en campos de cemento y no disfrutan de la hierba artificial.
Para los más peques hay guarderías escondidas en lo que parecen búnkers de otro tiempo. Subterráneos en los que poder pintar, realizar ejercicios de matemáticas o jugar al ajedrez. Espacios que resguardan del calor y del frío al mismo tiempo. Perfectamente acondicionados. De la misma manera te puedes encontrar un bar.
La mayoría de los jóvenes, por otro lado, son los únicos que se atreven con el inglés. Se les puede preguntar cómo están, cómo es su vida en Astaná, a qué se dedican y sin duda alguna si se lo permites te muestran las mejores zonas de baile y copas de la ciudad, como Bla Bla Bar, un conocido establecimiento de la zona del Abu Dabi Plaza.
ASTANÁ Y SU BÚSQUEDA DEL LIDERAZGO
El carácter de estos jóvenes no sólo es jovial tras un día entero estudiando entre clases y después de éstas. Sus referentes son los valores del Real Madrid, pero los de antaño, cuando Raúl González Blanco se echaba el equipo a las espaldas y mostraba su garra y fortaleza mental. Ni Benzemá, recién salido del club; ni tampoco Modric son los guías. Se acuerdan de Paco Buyo, de Hugo Sánchez e incluso de Emilio Butragueño. Son de la vieja escuela, pese a no haber nacido en la época.
Los jóvenes de Astaná serán los líderes del mañana
Yassim lo tiene muy claro. El taxista que me ha venido a buscar tras permanecer perdido durante varias horas por el interior de la ciudad lo tiene también claro. «Busco este liderazgo en el día a día», afirma en un correcto inglés. «Los jóvenes de Astaná serán los líderes del mañana«, apunta.
EL POTENCIAL EN ASTANÁ SE EXPRIME DESDE LA JUVENTUD
Como muestra de esta cultura que bebe de la tradición conservadora y de la propia occidental, los chavales de apenas 15 años se les puede ver atendiendo mesas en algunos de los mejores restaurantes de la ciudad. Son inexpertos, con pulso tembloroso cuando sirven un vino, pero sin duda con el objetivo de poder alcanzar el sueño de toda familia tradicional kazaja, formar una familia con apenas 20 años y mantenerla. En España, este hecho sería impensable, especialmente por las quejas de quienes no han dado un palo al agua en su vida.
Esta es tan sólo la parte que puede ver un occidental en una madrugada ajetreada y recién aterrizado. Otros hubiera preferido dormir, pero Astaná no descansa en su desarrollo, innovación y crecimiento. Quien sabe si encabezará alguna vez la lista de las mejores ciudades para vivir, pero a buen seguro que el objetivo lo tienen más que fijado.