El huevo frito es una de esas comidas que se disfrutan internacionalmente, y que iguala a todas las gastronomías. Ya sea frito a la plancha, en mantequilla, con aceite de oliva como en España, o con otras grasas, siempre suele ser un alimento muy socorrido y rápido de hacer. Y pocos pueden decir que no les gusta…
Sin embargo, que el huevo frito quede en su punto no es tarea fácil. Pese a que en el colectivo ha calado la idea de que es lo más fácil, con expresiones como «no sabes hacer ni un huevo frito«, dejarlo al gusto de todos necesita de mañana y algún que otro truco…
2Dilema: ¿yema cuajada o líquida?
En principio, hacer un huevo frito o cocido con la yema cuajada o cruda es cuestión de gustos. Algunas personas lo prefieren algo más pasado y con la yema cuajada, otros lo quieren con la yema más cruda para poder mojar. Sin embargo, hacerlo de una u otra forma influye en lo que te puede aportar el huevo.
Los expertos en salud siempre recomiendan mejor la yema hecha en vez de líquida. El motivo no es solo minimizar el riesgo de infección por la bacteria salmonella, que se encuentra presente en la yema, sino también porque tu organismo puede aprovechar mejor algunos nutrientes que aporta la yema y que no se liberan si está cruda. Entre las propiedades se encuentra su contenido en hierro, potasio, sodio, calcio, vitamina B, A, D y B12, así como colina para favorecer el crecimiento celular, eliminar toxinas y la correcta contracción de los músculos o la memoria.