El periodista Robert D. Kaplan se ha zambullido en la historia para buscar el sustrato cultural europeo en el libro ‘Adriático’, golfo clave para comprender por qué el Viejo Continente controló la mayor parte del mundo.
Obras como estas pueden alimentar cierto eurocentrismo sustentado sobre el dedo índice de Colón, que señaló hace cinco siglos el ‘Nuevo mundo’. Desde entonces, la esplendorosa Europa hizo y deshizo por el globo terráqueo dotada de una superioridad moral que alumbró xenofobia y condescendencia.
Muchos de esos prejuicios siguen arrastrándose, en parte por la desidia de la prensa occidental. Esta situación es incluso peor en España, obnubilada en su ombligo excepto cuando la hegemónica prensa conservadora quiere utilizar a terceros países para condicionar la política autóctona, véanse los especiales sobre Venezuela en 2016 para dañar a Podemos o la sesgada fiebre sobre Ucrania de 2022 para intentar lastrar al miembros del Gobierno de coalición.
Sobre este segundo asunto la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), con la colaboración de Fundación La Caixa, celebró el pasado 10 de diciembre una jornada en la que Ángel Villarino, director adjunto de El Confidencial, admitió que en la prensa española no está «haciendo un relato imparcial de la guerra de Ucrania, estamos haciendo un relato pro-Ucrania, porque hemos tomado partido por el agredido».
Es legítimo que la prensa española tome partido por Ucrania y contra un autócrata matón como Vladímir Putin, ¡faltaría más!, pero esta situación está llevando a presentar como un héroe a un personaje como Volodímir Zelenski, obviar la asfixiante presencia de la extrema derecha pronazi en los órganos de decisión de Kiev o legitimar la censura de la Unión Europea a Russian Today.
¿Por sensibilidad hacia los derechos humanos? En Palestina o el Sáhara también andan necesitados de nuestros mimos. Y también las víctimas de regímenes teocráticos como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes, paraísos para la familia Borbón.
EL PAÍS Y EL RÉGIMEN CHINO
El periódico español más influyente y leído dice combatir fake news mientras las propaga en cuadernillos que se incluyen en sus páginas. El intelectual colectivo español de corte progresista,’El País’, predica rigor mientras distribuye el suplemento China Daily.
Según el diario de Prisa, el suplemento China Watch «es elaborado por China Daily, un periódico en inglés de la República Popular China, que es el único responsable de su contenido». Les falta añadir que China Daily es propiedad del Partido Comunista de China, liderado con mano de hierro por Xi Jinping.
Este acuerdo produce una situación paradójica: El País editorializaba este pasado 24 de octubre contra el dictador chino («Xi Jinping culmina en este XX Congreso el ascenso autoritario que inició hace 10 años para perpetuarse en el poder sin regla de sucesión conocida, como suele ocurrir en las más férreas dictaduras»), mientras distribuía tres días después un suplemento abierto por un obsceno reportaje titulado «Modernizar el país, prioridad del Partido Comunista de China».
Cabe recordar que China gasta alrededor de 10.000 millones de dólares anuales en financiar medios en inglés, ruso, árabe, español y francés. Desmintieron que estuvieran dentro de este negocio los del conservador Grupo Internacional de Medios, hoy KO tras la práctica desaparición de la histórica y castiza Radio Inter, que fundó ‘el yernísimo’ de Franco, Ramón Serrano Suñer.
CHINA Y LA POLÍTICA ESPAÑOLA
El PCE, quizás por vínculos emocionales, intentó presionar sin suerte hace dos años a Pedro Sánchez para que bendijese la loable Nueva Ruta de la Seda, pero el presidente español, asesorado por Josep Borrell, se unió al eje franco-alemán y se alejó de los cantos de sirena chinos que en España patrocinaba… el Partido Popular.
Y es que en 2013 el PP, ver para creer, firmaba un acuerdo de colaboración con el Partido Comunista de China en el que se comprometía a no injerir en las políticas del régimen pseudocomunista. El muñidor de este pacto firmado por María Dolores de Cospedal fue Esteban González Pons, que tras quedarse sin ministerio de Mariano Rajoy se marchó a hacer lobby geopolítico, desde 2014 con despacho en Bruselas.
A esta fiesta se unió el diario ABC que dirigía Bieito Rubido, que aseguraba que «conocerse es empezar a quererse (. . .) China ha pasado de ser la fábrica global a convertirse no solo en uno de los mayores mercados de la economía internacional, sino también en una potencia en ciencia y tecnología.
Xi Jinping llegó a firmar una tribuna para el diario monárquico en el que abundaron las referencias a Cervantes, las anécdotas sobre los osos panda que tanto le gustan a doña Sofía y los silencios sobre la falta de democracia en Pekín. Unos silencios, a decir verdad, que al menos no comparten las aseadas crónicas del corresponsal de ABC en Pekín, Pablo M. Díez, denunciante de la represión del Régimen oriental.
China también estimula a formaciones supuestamente progresistas como Recortes Cero, que está apoyando por un grupo de brillantes intelectuales que posiblemente desconocen que detrás de este hermético proyecto se encuentra la histórica y marginal Unificación Comunista de España (UCE), acusada de ser una secta destructiva. Esta formación supuestamente marxista apoyó en el pasado a UPyD o Ciudadanos y hoy intenta mantenerse a flote tras perder múltiples apoyos.