Se han hartado de renegar de él, desde el comienzo de la legislatura hasta hace apenas unas semanas. Llegaron a vanagloriarse de haber enterrado el proyecto pero, por fin, el presidente Pedro Sánchez y la ministra Teresa Ribera se han subido al carro del Midcat, aunque ahora el que vuelve a poner palos en las ruedas es el presidente francés, Emmanuele Macron.
Atrás han quedado todas las negativas a destinar un euro al gas, con las que se han llenado la boca tanto el uno como la otra. Si en vez de ahora, este Gobierno hubiera presionado antes, cuando el Midcat estaba considerado como una infraestructura de interés general por la UE, este gasoducto se habría inaugurado este mismo año y, probablemente, el escenario actual sería distinto. Pero era más sencillo dejarse llevar por las reticencias de Francia y abrazarse al fanatismo ecológico al que someten a la economía española.
En un intento a la desesperada, el presidente del Gobierno viaja este martes a Alemania para intentar encontrar la clave, junto al canciller Olaf Scholz, para poder convencer al presidente francés. Macron se está haciendo fuerte en su postura y la Unión Europea exhibe poca unión en no pocas ocasiones.
El documento titulado ‘Hacia una estrategia europea de seguridad del abastecimiento energético’ publicado por la Comisión Europea en el año 2000, ya alertaba de la extrema dependencia que Europa tenía (y 22 años después sigue teniendo) del gas ruso. Se sabía, pero nadie ha hecho nada por mejorar la situación en más de dos décadas.
A estas alturas de la película nadie niega que el Midcat es una infraestructura necesaria para la UE, pero Francia, acostumbrada a mirarse el ombligo, no le ve provecho a eso de que pasen unos tubos por su territorio, para que se aprovechen de ellos especialmente Alemania y España. Y si encima tiene que pagar la obra, Macron se niega.
«No sé dónde está el sentido europeísta de Francia si se niega a ayudar a Alemania», declaró hace unos días una Ribera, ahora entregada a la causa. La UE va a tener que rascarse el bolsillo y apretar en la negociación para convencer al presidente galo.
NI UNA PALABRA DE LA ENERGÍA NUCLEAR
El Midcat debería hacerse porque es de cajón de madera que Centroeuropa debe recibir gas desde España, en su afán por desconectarse en algún momento de Rusia, pero de los políticos europeos no se puede uno fiar, y hay pruebas más que de sobra de a dónde nos ha llevado su ineptitud en materia energética.
Esa inoperancia se eleva a la máxima potencia en España, donde Sánchez y sus ministros enterraron el Midcat, en una mezcla de cortoplacismo y radicalismo ecológico. Todavía se desconocen los motivos por lo que, en el contexto de la mayor crisis energética que se recuerda, especialmente por el precio del gas, Sánchez se ha enemistado con Argelia, el mayor proveedor de gas hasta esa fecha, por el tema del Sáhara. Ni el peor enemigo del país hubiera ideado un plan tan dañino para la política energética de España.
Y en un momento como el actual, cuesta entender todavía como el Ejecutivo no valora ni remotamente cambiar el calendario de cierre de las centrales nucleares. La gran mayoría de los países del mundo se han dado cuenta de que la nuclear es fundamental, la UE la ha considerado como energía verde dentro de su taxonomía, pero Pedro Sánchez y Teresa Ribera parece que tienen la varita mágica que nadie ha encontrado. Según los dos políticos, España no necesita de la nuclear, a pesar de que este mismo verano la realidad ha demostrado todo lo contrario.
La incongruencia de ambos es mayúscula. Por un lado nos atemorizan con declaraciones catastrofistas como las pronunciadas por Teresa Ribera: «tal vez este verano pueda ser uno de los más frescos de lo que nos quede de vida» y, por otro, siguen confiando ciegamente la política energética al completo a las renovables.
Una propuesta poco realista y paralela a los datos empíricos, porque el verano en España ha contado con menos apoyo de la hidráulica por la sequía, muchos días sin la eólica por la falta de viento y la fotovoltaica ha bajado sus prestaciones, a pesar de las olas de calor y del sol sofocante, precisamente porque con temperaturas tan altas es menos eficiente.
¿Qué energía creen entonces Sánchez y Ribera que puede dar estabilidad al sistema en los próximos veranos si no es la nuclear?
Si, como advierten, cada vez hará más calor, esto supone que la energía fotovoltaica dará un menor rendimiento. Si se repiten los patrones de este verano o incluso empeoran, la eólica tampoco ayudará y, por supuesto, la capacidad de generar energía hidráulica disminuirá debido a la sequía. ¿Qué quieren hacer entonces? ¿Entregarse al gas? ¿Por qué no quieren ni oír hablar de la nuclear cuando todos los países del mundo están invirtiendo en esta tecnología?
FOTOVOLTAICA, PEOR CUANTO MÁS CALOR
Aunque parece difícil de entender, es verdad que el exceso de calor hace que las placas fotovoltaicas disminuyan su rendimiento y produzcan menos energía. La producción de las instalaciones fotovoltaicas en España ha caído aproximadamente un 5% sobre la producción habitual que habrían tenido con unas temperaturas más bajas a las registradas.
La producción de una instalación fotovoltaica depende de la cantidad de horas de sol, pero su producción es mayor cuanto menos calor hace. Por lo tanto con las mismas horas de sol, producirá más energía a 30 grados que a 40. El viento también ayuda a rebajar la temperatura de los módulos y de las células que componen los paneles solares.
LA ‘ESPANTÁ’ DE SÁNCHEZ Y RIBERA
También resulta difícil de entender lo que sucedió el pasado jueves en el Congreso de los Diputados, cuando se debía aprobar el Decreto sobre medidas para el horro energético. El presidente dio la ‘espantá’ y se fue a hacer las Américas y la vicepresidenta tercera ni siquiera se dignó en defender el decretazo que afecta a la vida de millones de españoles, le dejó la tarea a una Raquel Sánchez, ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, que llevaba bien aprendida la lección, y solo expuso mantras ideológicos sin ningún argumento sólido y sin datos contrastados por ningún lado.
Llegó a hablar de consenso cuando todos los partidos, incluidos los que apoyaron al Gobierno criticaron duramente al Gobierno no haber negociado con ninguno. Y dejó una frase: «no supeditar el interés general a los partidistas», que encaja más con lo que hace el Gobierno que con lo que dice ella que hace la oposición.
Este Gobierno de la improvisación exige una y otra vez esfuerzos a los empresarios, amedrenta a los ciudadanos con un invierno terrorífico de sufrimiento y recortes, mientras no hace nada ni por ahorrar (es el Gobierno más caro de la democracia), ni por intentar reconducir la caótica política energética del país. «Es tan indefendible su errática política que parece lógico, señora Ribera, que usted haya huido de dar la cara a los españoles. Es el mejor síntoma de como se está gestando el fracaso de una política energética que lleva a la ruina a los españoles», afirmó Cuca Gamarra en el hemiciclo, en referencia a la ‘espantá’ de la ministra de Transición Ecológica