El Gobierno que preside Pedro Sánchez tiene claro el camino energético que quiere seguir. En esa ruta aparece el apagón nuclear como una de sus grandes propuestas que debe quedar grabada bajo su impronta. Al fin y al cabo, se trata de una travesía en un solo sentido, ya que una vez iniciado el proceso es casi imposible dar marcha atrás. En ese escenario, el Ejecutivo podría lograr su primera gran victoria que mostrar a sus votantes a finales de 2023 con el desmantelamiento definitivo de la central nuclear de Santa María de Garoña. Para ello, se están acelerando los procesos, aunque en la actualidad no parecen tan evidentes los posibles réditos electorales.
APAGÓN NUCLEAR
El apagón nuclear es una de las señas de identidad de Sánchez desde que accedió a La Moncloa. De hecho, es una de las pocas políticas que todavía siguen en píe desde la moción de censura que ganaron los socialistas allá por 2018. Así, la idea de Sánchez siempre ha sido la misma: la retirada del parque nuclear, que supone cerca de una quinta parte del consumo, para lograr alcanzar un sistema eléctrico 100% renovable. Un ambicioso proyecto que, sin embargo, por el momento tiene poca visibilidad, ya que el proceso oficialmente no arrancará hasta 2027. Pero mientras se pueden explotar otras vías.
la idea de Sánchez siempre ha sido la misma: la retirada del parque nuclear
Una de ellas es el desmantelamiento total de la histórica central de Garoña, la más antigua de España, que podría llegar a finales de 2023. Una fecha que prácticamente coincide con el anuncio de las próximas elecciones generales, por lo que llegaría en un momento perfecto para los socialistas. Por ello, ya se están acelerando los plazos para que no quede nada en el aire. Sin ir más lejos, a finales de julio se sacó a licitación, aunque no está el pliego disponible todavía, los procesos de la primera fase de desmantelamiento que incluyen el servicio de vigilancia, la seguridad física y mantenimiento de sistemas y equipamiento de seguridad.
EL ADIÓS A GAROÑA SE HARÁ EN DOS FASES
El contrato debe formalizarse a lo largo de los cuatro meses próximos para después iniciarse esa primera fase de desmantelamiento para Garoña. Ese será el principio del final anunciado de Garoña en un proceso que consta, además, de otra etapa más. En concreto, en esa primera fase, más allá de la evacuación del combustible gastado, se contempla el desmontaje de los grandes componentes del edificio de turbinas y su acondicionamiento como edificio auxiliar del desmantelamiento, una labor que inicialmente se extenderá durante tres años.
En concreto, en esa primera fasese contempla el desmontaje de los grandes componentes
Superada esta primera fase, y siempre con el beneplácito técnico y ministerial, se afrontará la segunda, que se ha proyectado a siete años. En esta fase se abordará el desmantelamiento del propio reactor nuclear, así como del resto de edificios que hayan estado en contacto con algún tipo de material radiológico, y se continuará con las descontaminaciones, desclasificaciones y demoliciones de edificios. Todo ello para concluir con la restauración total del emplazamiento.
los Presupuestos Generales del Estado incluyen 18 millones para abordar los primeros trabajos deL desmantelamiento
De momento, los Presupuestos Generales del Estado incluyen una partida de 18 millones de euros en 2022 para abordar los primeros trabajos de un desmantelamiento que se prevé millonario. De hecho, según contempla el propio proyecto presentado en 2020 por Enresa, el coste total del desmantelamiento rondará los 470 millones de euros, que saldrán del Fondo para la Financiación de Actividades del Plan General de Residuos Radioactivos, que sale de las aportaciones directas de los operadores nucleares.
EL APAGÓN NUCLEAR ¿RÉDITO ELECTORAL O LASTRE?
Y pese que todo el proceso, tanto la primera etapa como la segunda, requerirá de unos siete años, se extenderá hasta el 2030, la parte más visible es que la debería estar finalizada a finales de 2023. Pero lo que debería ser una apuesta segura, tras muchos años de batalla ideológica acerca de la energía nuclear, está en su momento más difícil. Así, los desorbitados precios del gas que han llevado la factura eléctrica de los hogares hasta máximos nunca vistos se ha convertido en un acicate para aquellos que defienden la utilidad y necesidad de este tipo de generación.
lA POLÉMICA HA SALTADO AL TERRENO POLÍTICO
Una polémica que, obviamente, ha saltado irremediablemente al terreno político. La oposición ha encontrado en el apagón nuclear orquestado por el Gobierno de Sánchez en un arma arrojadiza que puede ir a más en los próximos meses. En ese contexto parece difícil que los socialistas sean capaces de sacar rédito a ese cierre de Garoña como previo paso a otros más grandes. De hecho, una de las próximas centrales en ser apagada será la de Cofrentes, para 2030, que precisamente utiliza la misma tecnología que la central burgalesa. En otras palabras, que lo que está por venir puede servir de prueba para los siguientes pasos en el apagón nuclear español.
EL MUNDO APUESTA POR LA NUCLEAR
Mientras en España el debate va y viene, en el resto del mundo parece pasar lo mismo. Así, lo que antes parecía un clamor popular, el no a la nuclear, ha pasado a buscar alternativas para potenciar la nuclear y garantizar el suministro eléctrico en un contexto difícil. Una batalla que, obviamente, tiene en China y Estados Unidos a sus dos grandes referentes. Así, el gigante asiático tiene la intención de arrancar hasta 150 plantas nucleares nuevas en los próximos 13 años. Mientras, los estadounidenses pretenden tener 300 reactores compactos antes del 2050.
Pero la ambición de uno y otro es ciertamente diferente. Los planes chinos incluyen que esas 150 plantas sean convencionales, esto es centrales como las que conocemos actualmente. Mientras, los estadounidenses apuestan por la nueva tecnología SMR, que viene de las siglas en inglés de pequeños reactores modulares. Una técnica que se está expandiendo rápidamente y por la que apuestan un gran número de países occidentales, ya que teóricamente tienen varias ventajas sobre los reactores convencionales. La pregunta es si esas ventajas serán capaces de cambiar de idea al Gobierno español, aunque por el momento parece que no.