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Siempre se ha dicho que músicos, cantantes, actores y otros artistas tienen una alta exposición al consumo de drogas, ya que se enfrentan a horarios caóticos, altos niveles de exigencia y presión en los medios de comunicación, además de tener fácil acceso a sustancias. Sin embargo, existen multitud de profesiones que a priori serían impensables pero se relacionan de una forma muy estrecha con algunos hábitos, que pueden terminar propiciando hábitos o conductas de riesgo para el desarrollo de adicciones
En España, el alcohol sigue siendo la droga más consumida y, según el Plan Nacional sobre Drogas, son los hombres quienes más la consumen a diario, independientemente del sector de actividad en que se encuentren. Sin embargo, fijándose en sus profesiones, el consumo más elevado se encuentra en aquellos sectores donde hay peores condiciones de vida, trabajos que aíslan al empleado o entrañan peligros, grandes exigencias o entornos de inseguridad laboral. Esto sucede en la construcción, la agricultura, la pesca, la ganadería y la extracción, pero también en empleos relacionados con las ventas como el telemarketing, el comercio a puerta fría o el trabajo autónomo. Por otra parte, entre las mujeres hay una mayor prevalencia entre las que trabajan en la hostelería, y es que «el alcohol funciona como una vía de escape para paliar el estrés y la ansiedad que generan algunas actividades» afirma Lorena Ruiz, directora terapéutica del centro de adicciones en Sevilla Fromm Bienestar. La hostelería, aparte de ser bastante estresante por norma general, tiene jornadas laborales largas y está mal remunerada, con lo que el agotamiento acaba haciendo mella en los profesionales. Esto, unido al fácil acceso que tiene un camarero, por ejemplo, a múltiples bebidas alcohólicas diferentes, hace que sea difícil resistir la tentación de tomarse una copa o dos en el descanso o tras finalizar la jornada, en un entorno en el que además todos están consumiendo y por tanto donde existe una mayor normalización.
Dentro del mismo sector, los cocineros profesionales suelen estar bajo muchísima presión, con jornadas de trabajo muchas veces eternas y de turno partido. Por ello, acaban acusando la ausencia de descansos y tiempo para otros quehaceres, lo que les convierte en un blanco perfecto para desarrollar adicciones, principalmente al alcohol o la cocaína, agudizándose en otros casos con episodios de depresión y ansiedad.
Si se habla de la cocaína, otra de las drogas más consumidas, su coste en el mercado negro hace que sean artistas o altos directivos quienes más la consumen, a veces combinándola con otras sustancias como el propio alcohol o el cannabis. También los puestos ejecutivos y de gerencia suelen recurrir a esta sustancia ante la gran competitividad que sufren en sus carreras o funciones, así como los comerciales que, debido al trabajo por objetivos, tienen que hacer frente a larguísimas jornadas de trabajo y a veces encuentran en estas sustancias un aporte extra de energía o falso sentido de concentración y rendimiento. En palabras de Antonio Molina, director de Fromm Bienestar, “La precariedad laboral y el ritmo de vida frenético de las sociedades de consumo empujan continuamente hacia el abuso de sustancias o la repetición de comportamientos adictivos para canalizar o apaciguar todo el malestar acumulado”.
Y es que aparte de factores biológicos, inherentes a cada uno, también hay factores sociales y contextuales que pueden favorecer el desarrollo de adicciones y drogodependencias. La facilidad de acceso a sustancias, la tolerancia social hacia el consumo y la normalización de algunas conductas de riesgo (como ocurre con el alcohol y el tabaco), la falta de recursos económicos y la escasa oferta de ocio saludable, así como el clima social, son algunos de ellos. Todo esto puede llevar a un consumo que en principio sea puntual (experimentación) que poco a poco corre el riesgo de volverse regular (uso) aumentando la tolerancia a la sustancia en concreto y volviéndose cada vez de más riesgo (abuso), trayendo consigo una enfermedad crónica como la adicción.
Pero existen otras profesiones de riesgo que, aunque resulte paradójico, están muy relacionadas con algunas adicciones: Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y personal del sector sanitario.
La medicina es una de las profesiones que se ve expuesta al riesgo por abuso de sustancias. Los profesionales sanitarios, y los médicos en particular, a pesar de formar parte de un ámbito que tiene como objetivo favorecer la salud, se ven sometidos a unas condiciones que en muchos casos pueden ser el germen de futuros problemas psicológicos y consecuentemente de adicción. Y pese a ser profesionales que conocen los peligros asociados al consumo de sustancias tóxicas y psicoactivas, en ocasiones pueden verse atrapados por ellas. Como casi siempre, relacionado con el elevado nivel de estrés que estas profesiones soportan, derivado de la gran responsabilidad que implica su ejercicio, sus horarios (guardias a menudo) y condiciones, que pueden llevar a un gran agotamiento físico y psíquico. Pero también debido a la normalización que por deformación profesional pueden hacer del uso de fármacos, principalmente de pastillas como ansiolíticos, hipnóticos y relajantes de la familia de las benzodiacepinas. Sustancias que pueden terminar generando una tolerancia y dependencia enorme, que a veces también es suplida por el alcohol entre los sanitarios.
El personal de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por su parte, forman parte de un grupo profesional expuesto constantemente a riesgo debido a la naturaleza de su trabajo y el alto componente emocional (muchas veces reprimido) en el desarrollo de sus funciones , si bien su colectivo no es nada tolerante con el consumo ni tenencia de estas sustancias. El Ejército Español, por ejemplo, realiza análisis de orina frecuentemente a sus militares y dar positivo en el test antidrogas puede significar la expulsión directa. Pero aún así, no son pocos los militares , guardias civiles y policías que terminan realizando un tratamiento para recuperarse de alguna adicción.
Por último, los transportistas son otro sector que debe trabajar durante horas con un hándicap añadido: deben hacerlo de noche y con pocas horas de sueño en el cuerpo -o ninguna-, a lo que hay que añadirle el estrés de cumplir plazos asfixiantes y las largas temporadas fuera de casa y lejos de sus familias. Por eso, en ocasiones intentan “apoyarse” en alternativas que le ayuden a mantenerse despiertos como el café, las bebidas energéticas y también la cocaína. Además, tampoco ayudan los sentimientos de soledad y monotonía, como parte de una conducción muy automatizada que termina por acarrear problemas como la irritabilidad, la ansiedad, el dolor de cabeza o la falta de concentración. A eso hay que unirle también una predisposición nada desdeñable a autorrecompensarse al final de cada ruta abusando de bebidas alcohólicas e incluso frecuentando locales de alterne.
Es por eso que independientemente de la profesión o actividad que realice cada persona, siempre existen elementos que pueden favorecer el desarrollo de adicciones y drogodependencias. Dado que se trata de una enfermedad que afecta a la integralidad de la persona es recomendable realizar un tratamiento que tenga un enfoque biopsicosocial, y que del mismo modo sea capaz de trabajar la parte física, psicológica y social. «Para ello es necesario pedir ayuda a expertos en adicciones o centros de desintoxicación habilitados con profesionales especializados en el tratamiento de adicciones», recomienda Antonio Molina, que ejerce como educador social en el mismo centro de adicciones que fundó junto a un equipo de psicólogos, médicos y psiquiatras.
Fuente Comunicae