La llegada del buen tiempo tiene muchas cosas buenas, pero también nos trae algún que otro problemilla, sobre todo para nuestros pies. Después de muchos meses utilizando calzado cerrado como las botas o las zapatillas, nuestros pies se han acostumbrado a la comodidad de los calcetines, que nos protegen de las rozaduras y las ampollas que suele provocarnos el contacto directo entre el calzado y nuestra piel. Las ampollas suelen aparecer por la fricción de la piel contra el calzado, que provoca un aumento de la temperatura en la zona y la aparición de las molestas ampollas. Aunque esto puede pasar en cualquier época del año y con cualquier tipo de calzado, lo más común es que aparezcan en verano ya que no solemos llevar calcetines cuando usamos sandalias y porque con el calor es más probable que salgan.
4Escoge el zapato correcto
Aunque parezca algo obvio, lo cierto es que no siempre llevamos nuestra talla de calzado de adecuada. Por ejemplo, a veces cuando no encontramos unos zapatos que nos han encantado en nuestra talla, optamos por comprar una mayor o menor si más o menos se nos ajusta. Por otro lado, a veces aunque nos compremos nuestro número correcto no tenemos en cuenta algunas cuestiones como el ancho del zapato. Tenemos que fijarnos en la horma porque si es demasiado estrecha nos hará daño seguro. La regla básica es que el calzado se ajuste correctamente al pie y que los dedos nunca lleguen al borde. Además, hay que tener en cuenta el material y el tipo de costura que llevan. Las pieles naturales y los materiales suaves tienen muchas menos probabilidades de hacernos daños que los materiales sintéticos, especialmente los plásticos, que casi con total seguridad nos van a provocar ampollas en los pies hagamos lo que hagamos