Poco a poco van abriendo las piscinas públicas para recibir a los bañistas deseosos de darse un chapuzón. Es una de las principales atracciones del verano, especialmente en zonas donde no hay playa. Cientos de usuarios acuden a nadar, tomar el sol, jugar en el agua o hacer un pícnic entre chapuzón y chapuzón a estos pequeños oasis urbanos. La diversión está asegurada, pero también hay que asumir ciertos riesgos, ya que se trata de áreas que pueden favorecer la transmisión de diversas infecciones.
3DIARREA
Es el problema más habitual en estos entornos, y suele ocurrir cuando se ingiere cierto volumen de agua de la piscina. Esto es algo típico de los niños, que mientras juegan, ríen o gritan, tragan, sin querer, agua que contiene distintos elementos como cloro, virucidas o antialgas, que producen diarrea. Pero los problemas gastrointestinales también pueden estar provocados por un agua mal clorada, en la que haya presencia de gérmenes, casi siempre de origen fecal, que puede dar lugar a una diarrea infecciosa.