La crisis energética ha terminado de estallar en España con huelgas en el sector del transporte que han conseguido meter el miedo en el cuerpo a muchas familias, especialmente después de que los grandes medios de comunicación hayan avisado de problemas de abastecimiento en los supermercados. En un caso evidente de profecía autocumplida los estantes de productos básicos se han vaciado a pesar de que los almacenes no tienen rotura de stock, de forma similar a cómo sucedió en los primeros días de la pandemia, cuando el papel higiénico desapareció por las compras compulsivas de los hogares.
EL GOBIERNO Y EL MOVIMIENTO
Es indudable que cuando para el sector de la logística el mundo se detiene y por eso el Gobierno tenía tanto interés en acabar de raíz con un movimiento que comienza a recordar al de los chalecos amarillos franceses. Aunque las principales asociaciones de transportistas no han secundado las huelgas lo cierto es que la incidencia de las mismas está afectando a la capacidad de los proveedores para cumplir sus plazos. Y si la situación continúa entonces el desabastecimiento generalizado será una realidad.
La idea del Gobierno es llegar a un pacto con el Comité Nacional de Transporte por Carretera (CNTC), pero como esta organización no secunda los paros, la mano tendida a la negociación se acompañará con una actuación más contundente de las fuerzas policiales y de la Guardia Civil contra los convocantes (sobre todo con los piquetes).
Y en materia de agitación y propaganda, desde el Palacio de la Moncloa se ha dado la orden de calificar a los huelguistas de pertenecer a la «extrema derecha» para ganar así la batalla del relato, que hoy en día preocupa más al Gobierno que los problemas de suministro en los hospitales.
La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, es quien ha tomado las riendas de las negociaciones y garantice la libre circulación de las mercancías, la seguridad de los transportistas que no secundan la movilización y una bajada en el precio de los combustibles, algo que prometió el presidente del Gobierno pero cuya aplicación ha aplazado hasta el 29 de marzo. Mientras, en la vecina Francia se ha aprobado un plan de ayudas al transporte por valor de 400 millones de euros.
LA REVUELTA
El origen de esta revuelta se encuentra en la tibieza del Gobierno a la hora de tomar medidas para detener la espiral alcista de los precios –especialmente de los energéticos– y de aliviar el impacto que esta inflación galopante tiene en las cadenas de suministro. Pero lo que la mayoría de la gente no entiende es que el Ejecutivo tiene poco margen de actuación porque carece de capacidad presupuestario y legal. El anuncio del fin del programa de compras del Banco Central Europeo (BCE) y el inicio de las subidas de tipos en la eurozona van a obligar a España a hacer un ajuste fiscal; y en materia energética la única opción sobre la mesa es la intervención del precio de gas.
EL GAS ARGELINO Y EL CONFLICTO DEL SÁHARA
Y cuidado porque el principal suministrador de gas a España acaba de llamar a consultas a su embajador en Madrid tras el «cambio repentino» de posición del Gobierno respecto a la soberanía del Sahara Occidental, respaldando el proyecto de autonomía para la región que hace años reclama Marruecos. Hasta ahora España defendía la postura de la ONU para celebrar un referéndum que determinara el futuro de este territorio cuyo pueblo se encuentra en campamentos de refugiados en Argelia y que antes de 1975 era colonia española.
Lo más sorprendente es que este viraje se produce al mismo tiempo que las autoridades españolas negociaban con Argelia la reapertura del gasoducto del Magreb, que hasta el pasado octubre traía el gas argelino por un gasoducto que atravesaba suelo marroquí y que fue cerrado precisamente por el eterno conflicto entre Rabat y Argel. Desde La Moncloa se asegura que el Gobierno argelino había sido informado del cambio de postura español respecto al Sahara Occidental, pero los hechos demuestran –al menos por ahora– lo contrario.
Este elemento geopolítico también introduce más incertidumbre sobre la duración del acuerdo de Gobierno entre PSOE y Podemos, ya que la formación morada es férrea defensora del referéndum como “única solución” al problema de esta antigua colonia española. Según indican los diputados del partido de Yolanda Díaz, el cambio de postura del ministerio de Exteriores no les fue comunicado y se enteraron cuando fue anunciada en los medios de comunicación.
LOS ERTE SE DISPARAN
Aunque lo que más preocupa en realidad a la ministra de Trabajo es el gran aumento de los ERTEs que se está produciendo en España, dato que todavía no se ha hecho público. Los problemas en la cadena de suministros y, sobre todo, el peso de la factura energética en los costes industriales ha disparado los ajustes laborales, a pesar de que el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá diga lo contrario.
En los mercados financieros la semana comienza con la resaca de la subida de tipos de la Reserva Federal y la constatación por parte de Christine Lagarde de que se acaba la barra libre monetaria. Los bancos centrales se han pasado meses diciendo que la inflación era transitoria y ahora, cuando ya admiten sin tapujos que es estructural, se culpa a la guerra de Ucrania y más en concreto al Gobierno ruso. Parecen olvidar que antes de la intervención militar los precios estaban en niveles no vistos desde la crisis de principios de los años ochenta del pasado siglo.
Los índices bursátiles europeos cerraron el pasado viernes registrando su mayor subida semanal desde noviembre de 2020 en el contexto de un mayor optimismo sobre la evolución de las conversaciones de Rusia y Ucrania y la relajación de los precios del petróleo. Así, los principales índices europeos han registrado subidas de en torno a un 5% en la semana, mientras al otro lado del Atlántico Wall Street terminó con importantes avances en sus tres indicadores de referencia, entre los que destaca los del S&P 500, que marcó su mejor semana desde noviembre de 2020.
HACIA UNA RECESIÓN GLOBAL
Este buen comportamiento de la renta variable no implica que estemos a las puertas de una tendencia alcista, ya que a medio plazo los mercados comienzan a descontar la llegada de una recesión global cuya profundidad está aún por determinar.
El cambio de rumbo de las políticas monetarias para intentar contener la espiral inflacionista, la crisis de las cadenas de suministro por cuestiones sanitarias y geopolíticas y los problemas energéticos derivados de políticas verdes –que ha eludido la importancia de las fuentes nucleares y los hidrocarburos para garantizar la actividad industrial– nos han llevado a un callejón del que no se puede salir sin apretarse el cinturón.
Y cuando esto sea evidente los mismos que nos han traído a esta situación recurrirán a la vieja falacia y nos dirán que la culpa es del mercado, que hace falta más estado y que debemos arrimar el hombro para salir más fuertes de la crisis. Una película que ya hemos visto recientemente y que sabemos como termina.