Ya hemos recogido los adornos navideños y comenzamos a desperezarnos tras la resaca de los Reyes Magos en el segundo año d.C (después del Covid). El panorama económico es bastante desolador, a pesar de que la vicepresidenta económica dedique extensos artículos a señalar lo contrario. Vayan acostumbrándose porque esa va a ser la tónica general durante todo el año que ahora comienza y que va a tener varios procesos electorales autonómicos, en un ensayo de lo que serán los comicios generales de 2023.
Una de las paradojas de la democracia es que las citas con las urnas alientan la mentira, la propaganda y la desinformación, algo que no es sólo imputable a los partidos que gobiernan, sino también a los que aspiran a tener mando en plaza, e incluso a los que simplemente buscan servir de bisagra para lubricar con el aceite presupuestario el gobierno de turno.
Las trincheras están ya cavadas y desde ellas se van a lanzar las consignas de cada bando, lo cual hará aún más difícil separar el grano de la paja, especialmente en el terreno del análisis económico. No obstante desde esta tribuna semanal seguiremos buscando –y relatando– las verdades del barquero aunque moleste a rojos, verdes, azules y naranjas.
Lo primero que hay que tener claro es que España se enfrenta a un proceso de estanflación justo a las puertas de un cambio de política monetaria que, tarde o temprano, terminará afectando a los costes de financiación de las Administraciones Públicas y las empresas que aprovechan los bajos tipos de interés para seguir vivas gracias al endeudamiento barato. Tras una década pérdida en lo que a reformas estructurales se refiere (en realidad podríamos decir que casi dos) ahora vendrá el llanto y el crujir de dientes.
Paro galopante –sólo maquillado por el empleo público y los ERTE–, deuda pública desbocada, déficit endémico, crisis energética y una inflación superior a la media europea son los factores que empequeñecen los crecimientos del PIB y los supuestos consensos políticos para sacar adelante Presupuestos basados en previsiones irreales, que serán corregidas en los primeros meses del año culpando a la cepa de turno.
GAS Y NUCLEAR «VERDES»
Y en el Palacio de La Moncloa ni siquiera se sigue la senda europea para limitar el impacto que tiene la mal llamada transición ecológica en los precios de la electricidad, desaprovechando la oportunidad que supone el hecho de incluir el gas y la nuclear entre las fuentes de generación compatibles con las políticas de supuesta lucha contra el cambio climático.
Todo esto que estamos señalando aquí lo saben en las altas esferas, especialmente en los dominios de Nadia Calviño y de María Jesús Montero, las dos mujeres en cuyas espaldas ha puesto Sánchez el peso de la política económica hispana. El nuevo indicador de actividad diseñado por la Agencia Tributaria como variable de alerta temprana muestra que diciembre ha sido un mes nefasto, con un golpe a la facturación de las empresas en prácticamente todos los sectores de actividad, afectando más al comercio minorista, la construcción y la hostelería.
La estrategia es culpar de ello al bautizado como «efecto Ómicron», pero la realidad es que antes de que llegara el maldito virus a nuestras vidas la economía española estaba en proceso de frenazo tras años de cabalgar a lomos de la burbuja monetaria y fiscal.
De momento la inflación está permitiendo a Hacienda registrar unas cifras récord de ingresos (por encima de los niveles prepandemia) pero en el Gobierno preocupa la evolución de la actividad en los próximos meses, especialmente si el turismo no es capaz de remontar el vuelo debido a las restricciones de nuestros principales mercados emisores.
Y es que en Europa las aguas andan revueltas, con un Macron que ha sacado su vena totalitaria, alimentando por las decisiones de sus compañeros en Italia, en Austria, e incluso Alemania, donde el nuevo gobierno parece dispuesto a recuperar la esencia liberticida de hace casi un siglo. Los ciudadanos han salido a las calles para expresar su oposición a las políticas que usan la pandemia para restringir derechos fundamentales.
Se cumplen así los augurios del Foro Económico Mundial, cuyo presidente anticipó en julio de 2020 –en su libro Covid 19: The Great Reset– que las revueltas sociales serían la tónica general en este nuevo mundo, el de la nueva anormalidad, en el que las democracias pierden su esencia alimentadas por el miedo y corren el riesgo de terminar pareciéndose a los regímenes contra los que dicen luchar.
LA REFORMA LABORAL ASESINA A LAS PYMES
Volviendo al terreno económico, que es el que nos ocupa, hay un elemento importante que está pasando desapercibido y que es importante para una economía como la española, en la que buena parte de la actividad depende de las pymes. En la contra-reforma laboral aprobada por Yolanda Díaz con la ayuda de sindicatos y patronal se incluye la prevalencia de los convenios sectoriales sobre los de empresa, lo cual es una medida que atenta contra la competencia y que ayuda a las grandes empresas privilegiadas por sus relaciones con el Estado.
Las pymes no podrán ofrecen unas condiciones laborales peores que las grandes corporaciones, lo cual supone una losa no sólo para estas pequeñas compañías, sino para los desempleados, que son los grandes olvidados cuando se introducen más rigideces en una regulación que sigue manteniendo el núcleo intervencionista de los tiempos de Falange, aderezada, eso sí, con comunismo caviar y socialdemocracia de chaqueta de pana.
Porque no se engañen, el decretazo de Díaz a pocas horas de terminar el año no es una derogación de la reforma laboral de Rajoy, ni siquiera una nueva reforma, sino un paquete normativo de carácter estético para presentar a Bruselas, que no incluye modificaciones importantes, excepto aquellas destinadas a beneficiar a las multinacionales (como la citada) y, sobre todo, a los sindicatos, que ganan poder y dinero con la recuperación de la ultraactividad de los convenios colectivos y la apuesta por la formación, ese fondo de reptiles del que viven los mal llamados agentes sociales españoles.
Y los mercados observan este panorama con desconfianza y con la mirada puesta en las cifras mensuales de inflación, ya que de la evolución de los precios dependerá el futuro de la política del Banco Central Europeo (BCE), que es lo único que mantiene la ficción del crecimiento económico y las cuentas públicas en la eurozona, sobre todo en los países del Sur. Si en el segundo semestre del año el IPC sigue desbocado la autoridad monetaria tendrá que hacer algo más que reducir las compras de activos y plantear subidas de tipos de interés, lo cual se descarta en estos momentos pero es el gran elefante en la habitación que nadie quiere ver.
LA FED SERÁ MÁS AGRESIVA CONTRA LA INFLACIÓN
En EEUU la publicación de las últimas actas de la reunión del consejo de gobierno de la Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés) han echado más leña al fuego, al constatarse que al otro lado del Atlántico las subidas de las tasas de referencia comenzarán seguramente en marzo, es decir, en menos de tres meses, lo cual servirá de piedra de toque para ver si funciona el plan de Jerome Powell para volver a anclar las expectativas de inflación.
Si el banco central logra su objetivo y los precios dan un respiro en vísperas de las elecciones de midterm, crecerán las voces que reclamaran un proceso similar en la eurozona, aunque ello suponga volver a hablar de ajustes, recortes de gasto y subidas de impuestos.
Estamos cerca de vivir una situación similar a la de 2010, cuando las autoridades europeas pararon los pies a un Gobierno español que quemaba sus naves con políticas fiscales expansivas basadas en el gasto. La diferencia es que entonces la deuda pública equivalía al 60% del PIB y ahora supera el 120%, lo cual deja poco margen para experimentos en un entorno alcista de tipos de interés.
¿QUÉ HARÁ EL BCE?
Porque al final el BCE deberá elegir entre crecimiento económico e inflación y aunque existen poderosos incentivos en los gobiernos para que la espiral de precios continúe (aumento de ingresos fiscales y reducción del coste de la deuda) en algún momento habrá que parar la sangría antes de que tener que amputar los miembros afectados.
Y cuando lleguemos a ese punto, muchos dirán que era algo imprevisible, que no se podía saber, que es consecuencia del malvado neoliberalismo, de la dictadura de los mercados y del capitalismo salvaje, tres jinetes fantasmales que en realidad no existen pero que sirven de muñecos de paja para manipular al personal, ayudar a canalizar su rabia y dirigir las mentes cuando llegue el momento de depositar la papeleta en la urna con mascarilla y pauta completa. Abróchense los cinturones, que 2022 será un año mucho más complicado de lo que algunos dicen .