La escalada del precio de la luz no encuentra techo. La semana pasada se volvieron a batir varios récords, situando el MWh en el entorno de los 400 euros. Sin embargo, este lunes se pagaba casi 300 euros más barato, a 96,08 euros y este martes el coste asciende a 104,36 €. Los consumidores asisten perplejos y preocupados a los bandazos de la electricidad en el mercado mayorista sometido al implacable juego geoenergético internacional. Y 2022 pinta peor. En la UE y en España se teme un aumento de las tensiones entre Rusia y Ucrania, por un lado, y entre Argelia y Marruecos, por otro. Un recrudecimiento, en uno o ambos conflictos, podría desbocar el precio del MWh hasta los 1.000 euros, algo inimaginable hace tan solo unos meses.
Si hace medio año cualquier experto, o no tan experto, hubiera asegurado que terminaríamos el año 2021 pagando en España el MWh a unos 400 euros en el mercado mayorista se le hubiera tachado de loco. Superar la cifra de los 200 euros ya parecía impensable, pero pasó, y al poco tiempo se superó la de los 300 euros e incluso con mayor rapidez nos hemos situado en máximos de 400 euros.
¿Y si nos dijeran que el MWh podría alcanzar los 1.000 euros de precio? Curados de espanto tras alcanzar los 400 euros, habría menos escepticismo, pero si tuviéramos que apostar, nos seguiría pareciendo increíble. Pues bien, un par de factores podrían convertir la ficción en realidad y elevar en algún momento el precio del MWh a esa cifra. Hablamos de la tensión geopolítica internacional y, más concretamente, de dos conflictos: el de Rusia con Ucrania y el de Marruecos con Argelia, éste último con España de por medio.
RUSIA, CON LA SARTEN POR EL MANGO
El presidente ruso, Vladimir Putin, tiene a Europa atemorizada. El gas ruso es fundamental para la Unión Europea que observa expectante los vaivenes del máximo dirigente ruso de los que dependen, en gran medida, los precios de la electricidad y la calefacción en el continente. Desde hace algún tiempo con la mirada puesta en Ucrania, los analistas no descartan que, en el contexto actual, Rusia decida invadir el país vecino, igual que hizo hace varios años con Crimea.
Un tercio del gas natural que consume Europa proviene de Rusia y la mitad del que consume España llega de Argelia
La Unión Europea ya ha advertido de que si las tropas rusas avanzan en su ofensiva contra Ucrania habrá fuertes represalias. Pero las autoridades europeas lo dicen con la boca pequeña, porque desde Bruselas saben que Rusia tiene la sartén por el mango en materia energética. Si alguien le tose a Putin, el máximo dirigente ruso cierra el grifo del gas y occidente se echa a temblar. Por eso los ucranianos piden ayuda con más insistencia a Estados Unidos, una potencia con menos implicaciones en esta guerra energética.
El ex de la KGB acusó la semana pasada a los clientes de Gazprom de revender su gas a Ucrania «han comenzado a bombear gas en dirección contraria» acusaba, mientras sospechosamente los niveles de flujo de gas de Rusia a Europa por el gasoducto Yamal-Europe han sido durante varios días anormalmente bajos, si tenemos en cuenta los niveles de hace un año en estas mismas fechas.
Si en algún momento estallara el conflicto entre Rusia y Ucrania (algo que la inteligencia estadounidense da por hecho) y la UE decidiera imponer sanciones, Putin no dudaría en utilizar el gas como arma defensiva y, si eso ocurre en pleno invierno, con las reservas de gas de la Unión bajo mínimos, los países se lanzarían a comprar gas licuado en barco en un mercado con una demanda completamente desajustada a la oferta. Entonces, el precio de dispararía incluso por encima de los 1.000 euros. Y todo, sin olvidar que un tercio del gas natural que consume Europa proviene de Rusia.
Pero, no conviene engañarse. Tampoco hace falta que estalle una guerra. Los futuros para el mes de febrero en Francia, por ejemplo, ya se cotizan a 1.000 euros/MWh y en el resto de Europa no están mucho más bajos. En mitad de esta tormenta perfecta, tampoco ayuda nada el apagón nuclear de Alemania, mucho más dependiente así del gas ruso. Asimismo, los cierres de las centrales de carbón en varios países, el interesado retraso en la burocracia para la certificación y puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, ese que Putin quiere abrir a toda costa y cuanto antes, pero que Alemania retrasa con la connivencia de Estados Unidos, también influyen en la falta de soberanía energética europea.
ESPAÑA, CON LA MIRADA PUESTA EN ARGELIA
Para España lo que pase entre Rusia y Ucrania es muy importante, pero lo es todavía más lo que ocurra entre Argelia y Marruecos. Más del 50% del gas que consume España proviene de Argelia y, por lo pronto, las desavenencias entre Argel y Rabat han conllevado el cierre del gasoducto Magreb Europa, y por consiguiente, un gasto extra muy elevado, por tener que traer gran parte del gas argelino en forma de gas licuado por barcos.
Curiosamente, en dos ocasiones en los últimos dos meses ya ha habido problemas con el flujo de gas en el gasoducto Medgaz, lo que ha puesto en alerta al Gobierno de lo que podría pasar si los argelinos se enfadaran.
A comienzos de noviembre Argelia acusó a Marruecos de ‘terrorismo de Estado’ después de que, según Argel, los marroquíes mataran a tres ciudadanos argelinos en un bombardeo contra un convoy de camiones en la ruta que une la ciudad argelina de Uargla y la capital de Mauritania, Nuakchott.
Ha sido uno de los últimos capítulos en la escalada de tensión entre Argelia y Marruecos en el que cualquier movimiento puede encender la mecha de este conflicto que está enquistado desde hace décadas y que ahora se encuentra en un momento crítico. Un recrudecimiento en el enfrentamiento entre argelinos y marroquíes podría ser nefasto para España, que nada entre dos aguas en sus relaciones con ambos países. Si Argelia corta el suministro de gas sólo unos días, España sufrirá con un precio del MWh desbocado.
LA CRISIS DE LA ENERGÍA DESGASTA LA CONFIANZA EN EL GOBIERNO
Nadie en España ni en Europa parece tener la capacidad de encontrar una solución a la mayor crisis energética que se recuerda y que, de momento, ya ha llevado al MWh en el mercado mayorista de la electricidad al entorno de los 400 euros en España, algo que está desgastando todavía más la escasa confianza de los españoles en la capacidad de reacción del Gobierno. Las promesas caen en saco roto o se intentan maquillar ‘cocinando’ los datos, como se ha intentado con el compromiso de que el recibo de la luz del año 2021 sería similar al precio pagado en 2018.
Si bien es cierto que muchos españoles, especialmente los acogidos al mercado libre, puede que paguen algo menos, por los recortes fiscales y de cargos extras en el recibo de la luz. Pero millones de españoles pagarán más o mucho más que en 2018, como mínimo los 10 millones de usuarios adscritos al mercado regulado, así como miles de pymes e industrias asfixiadas por el gasto energético.
Además, mientras no hace tanto los pronósticos de los expertos indicaban que estos precios de locura no se extenderían más allá del mes de abril, ahora ya se habla de que pueden prolongarse varios meses más, vaticinando un 2022 bastante negro para España.