La Bolsa y el mercado no son un casino, como tampoco una parte de las criptomonedas. La inversión no se trata de una apuesta en una mano del póker de todo o nada, aunque a veces lo pudiera parecer. Para invertir hay que trazar un plan, no sólo basta con conocer las empresas, el sector al que pertenecen o incluso a sus trabajadores, también hay que dominar o poder controlar las emociones, teniendo absoluta certeza de que nadie sabe que ocurrirá mañana.
El perfil de riesgo y las pérdidas que se está dispuesto a soportar, entre otros factores, son imprescindibles antes de pulsar el botón «compra» o «venta». Pero hay más. La diversificación y atenerse al plan establecido de antemano durante la operación es crucial a la hora de realizar cualquier operación en el mercado, al menos en la parte que podemos controlar. Otros factores son externos, que escapan por completo a nuestro control y que pueden afectar a nuestras inversiones de un momento a otro. Son movimientos empresariales, decisiones de los bancos centrales o anuncios relevantes.
Pese a que los inversores tienen las herramientas suficientes para informarse hoy en día, aún se cometen errores en la inversión. No son errores de cálculo, sino aquellos provocados por sesgos psicológicos, como la codicia o el exceso de confianza, según comenta en una conversación Tomás García-Purriños, Senior Portfolio Manager de Global Multi Asset Solutions (GMAS) España de Santander Asset Management, con INVERSIÓN. Con cerca de dos décadas de trayectoria a sus espaldas, García-Purriños ha estudiado la psicología en los mercados financieros en profundidad.
SI UN ACTIVO DEL MERCADO CAE AÚN PUEDE CAER MÁS
Los errores en la inversión son de sobra conocidos, pero el qué hay tras ellos es el campo que ocupa en este momento. La codicia, el creerse mejor que otros o el miedo responden a esas operaciones fallidas o cómo algunos inversores dejan correr grandes pérdidas y cortar rápidamente las ganancias. Si antes eran los altavoces tradicionales donde se escuchaba «el no puede caer más» o «esto va a subir«, los antiguos corrillos del parqué bursátil se han trasladado ahora a las redes sociales, el principal medio en el que se mueven algunos de estos nuevos ‘gurús’.
Quién no ha escuchado alguna vez que el mercado subirá cuando éste cae con fuerza o comprar en plena caída para sobreponderar las pérdidas anteriores. Son errores más habituales de lo que se llega a pensar y tener un buen asesoramiento es imprescindible a la hora de gestionar una cartera, aunque sea uno mismo quien lo haga.
En el pasado se llegó a debatir la idea de implantar la educación financiera en edades tempranas de educación, con esfuerzos de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y del Banco de España, pero no cuajó. Al menos, no en la profundidad que debería. La inversión sigue siendo una gran desconocida en los colegios.
NO TODO SE PUEDE CONTROLAR EN EL MERCADO
Sin embargo, ahora el perfil de los inversor se ha vuelto cada vez más joven, con perfiles en las redes sociales, con apenas 18 años, ya hablan de figuras técnicas con normalidad. «Un hombro-cabeza-hombro clarísimo», «un doble techo (o suelo)» y en productos que ni los profesionales llegan a entender a la perfección. Este es otro de los errores: invertir en activos que se desconoce por completo su funcionamiento, su función y cómo se genera su mercado.
Para entender la crisis sanitaria desde el punto de vista de la psicología del mercado, García-Purriños hace hincapié en que «no es una crisis al uso». «Ha sido un momento muy duro que todos han vivido de una u otra forma», ha destacado. En otras crisis, como la de 2008, se han visto más afectados aquellos relacionados con la ‘crisis subprime’. Un funcionario no se vio realmente afectado como sí le ocurrió a un empleado de la construcción. Desde el punto de vista psicológico, «la crisis ha generado otros muchos efectos, como que la opinión de uno está condicionada con la realidad que se está viviendo», ha indicado.
En este sentido, recuerda los momentos de pánico en los mercados, provocados por la realidad que se estaba viviendo. «Si bien es verdad que la caída bursátil fue muy fuerte, también es cierto que hubo otras consecuencias que no se tomaron en cuenta a la hora de valorar los activos», ha destacado. «Cuando el mercado se dio cuenta de esto hubo un rebote muy rápido», ha apuntado. Así, ha destacado el comportamiento eficiente del mercado en esta situación, si bien cree que el pánico desató un movimiento ilógico. «No fue el fin del mundo», como se llegó a decir en los primeros compases.
¿BURBUJA? ¿QUÉ ES UNA BURBUJA CUANDO SÓLO APARECEN UNA VEZ ESTALLAN?
Con esta recuperación, en el mercado se habla de una posible burbuja. La liquidez es abundante y los bancos centrales en Europa mantienen tipos o éstos han ascendido lentamente ahora por la inflación, pero Tomás García-Purriños advierte de la excesiva banalización del uso del término «burbuja. Y es que, habría que comenzar a definir qué es una burbuja.
Según ha explicado, «no basta con que un precio suba para que se considere burbuja». Por ejemplo, Goetzman, en su estudio, analiza activos que hayan subido al menos un 100% en un año. De ellos, menos de un 5% tenían caídas superiores al 50% el siguiente año. Un poco más del 15% tenía caídas superiores al 50% en tres años. Sin embargo, más de un 8% aumentaron al menos otro 100% en el siguiente año y más del 25% aumentaron otro 100% adicional en los siguientes 5 años. Existen otros análisis que confirman estos resultados, lo que nos lleva a poder decir que una burbuja es un «boom que salió mal, y que no se debe asegurar que hay una burbuja en un activo sólo porque el precio haya subido mucho».
«La probabilidad así lo demuestra, no es una opinión sino datos», ha apostillado. Y es que, el error es asociar este término a una subida de precios. «No es así», ha remachado. Además, cabe destacar que una burbuja, según apunta, sólo se puede conocer a posteriori, es decir, cuando estalla.
Asimismo, ha indicado que los «análisis técnicos pueden ser útiles», pero tienen que contextualizarse a la hora de tomar una decisión de inversión. Un doble techo no es en sí mismo una señal de caída en los mercados, deben estar acompañados de otras señales, como que los inversores institucionales comiencen a separarse de la posición, o que el volumen en el segundo techo no acompañe al movimiento.
LAS FIGURAS TÉCNICAS NO LO SON TODO EN EL MERCADO
«Tienen que estar acompañados de otras señales«, ha considerado. El no hacer caso a todo el contexto lleva al inversión a una «ilusión de control», que hace creer al inversor que es capaz de controlar incluso factores totalmente ajenos a él.
En este sentido, ha destacado la importancia de la contextualización del comportamiento del mercado, el análisis técnico y fundamental, antes que fiarse únicamente por una señal en el mercado, como el famoso «camello vomitando» de 2014. En este sentido, se ha referido al gráfico técnico que apareció en una importante agencia de comunicación. La CNBC se hizo eco del mismo y fue mundialmente famoso en 2014 por el oro, con un dólar fuerte y la debilidad de la inflación. Se auguraba una fortísima caída con este gráfico:
Esta figura, inexistente hasta entonces, aparecía en los medios de todo el mundo. Nadie conocía su origen, pero encajaba perfectamente con el patrón. El oro perdía los 1.180 dólares por onza. Ahora cotiza cerca de los 1.800 dólares. Es sólo un ejemplo de que el análisis técnico por sí mismo no es suficiente.
Por otro lado, los inversores dudan a la hora de pulsar el botón de compra o venta. Un impulso normal y hasta lógico debido al «sesgo de arrepentimiento». «Sentirse mal tras realizar una compra puede ser habitual«, ha indicado García-Purriños. Y no, este sentimiento es prácticamente imposible quitárselo de encima. Y es que, en el mercado «duele más perder un euro que feliz te hace el ganarlo», ha indicado. Por esa incertidumbre y miedo se realizan malas operaciones.
EN EL MERCADO, EL INVERSOR Y LOS MONOS NO SON DIFERENTES
Ejemplo de ello, según traslada Tomás García-Purriños, es el de los investigadores que entrenaron a un grupo reducido de monos capuchinos que fueron entrenados para intercambiar fichas de metal por comida. Este estudio se centra en la aversión que tenemos hacia la incertidumbre y cómo valoramos más las pérdidas que las ganancias.
En el estudio, uno de los investigadores mostraba una única uva al mono, tiraba una moneda al aire y si salía cara le daba dos uvas y si salía cruz, sólo una. Otro investigador mostraba dos uvas. Luego tiraba la moneda al aire, si salía cara le daba las dos uvas y si salía cruz, guardaba una uva y le daba la otra.
En ambos casos, los monos recibían el mismo número de uvas, en media. Pero el primer investigador las mostraba como una potencial ganancia y el segundo como una potencial pérdida. Pronto, los monos capuchinos comenzaron a elegir al investigador que no mostraba las dos uvas: aunque el resultado fuera el mismo, el sufrimiento de perder una uva era mayor que la satisfacción de ganarla.
Trasladado al mercado, cuando nos presentan la opción de elegir entre una ganancia segura de 1.000 euros; o bien obtener 2.000 en un 50% de las veces o nada en el otro 50%, solemos elegir la ganancia segura. En cambio, cuando la misma opción se presenta como una pérdida -elegir entre pérdida segura de mil euros o arriesgar 50% a no perder nada y 50% a perder dos mil- se suele escoger arriesgar. Esto demuestra que valoramos más una pérdida que una ganancia y traducido al mercado, que solemos dejar correr las pérdidas y cerrar las ganancias antes de tiempo.
Los inversores venden muy rápido en las subidas y dejan correr las pérdidas es otra de los más clamorosos errores existentes. Hacer caso omiso al plan inicial con la esperanza de recuperar lo perdido es sinónimo de más pérdidas. «Si hay un proceso de inversión, la decisión de comprar y vender con dinero real es más sencilla«, ha destacado. Se identifica la oportunidad y se ejecuta la operación en función de los ratios para darle un mayor o menor peso en relación al global de la cartera.
EL FONDO MAGELLAN Y EL MITO URBANO EN EL MERCADO
Como ejemplo de ello en el mercado, García-Purriños relata el curioso caso jamás confirmado del fondo Magellan Value, gestionado por Peter Lynch. El legendario inversor pilotó este vehículo desde 1977 a 1990 con una rentabilidad anualizada del 29%, superando con creces al S&P 500 en ese mismo período. Esta altísima rentabilidad se sucedió en un mercado donde el acceso a la información estaba prácticamente restringida, pero Lynch superó con creces la rentabilidad de cualquier gestor. Sin embargo, y este es el hecho no confirmado, la mayoría de los inversores del fondo perdieron dinero debido a que vendían tras dejar correr las pérdidas, y compraban en zonas altas, cuando el fondo recuperaba. «Este mito urbano es muy creíble porque los inversores suelen salirse con pequeñas ganancias del mercado y se van en momentos de pánico«, ha destacado.
«Una de las formas para que a los inversores institucionales no les pase esto es a través de la diversificación y la formación», ha dicho. Por este motivo, ha recalcado la importancia de separar el análisis de la construcción de la cartera. Y es que, una parte es el análisis de un valor y otra el peso que tiene dicho valor en la cartera de inversión.
PRÁCTICAMENTE NINGÚN INVERSOR HA AGUANTADO DESDE EL INICIO EN AMAZON TRAS SUBIR UN 193.400%
Algunos inversores buscan ser millonarios con la Bolsa en muy poco tiempo. Sin embargo, «no existen los atajos», ha destacado. En el mercado hay acciones que han dejado una alta rentabilidad desde que comenzaron a cotizar y esto puede ser llamativo. Sin embargo, hasta el activo más rentable ha tenido momentos de caídas fuertes, que son complicados desde un punto de vista psicológico. Por eso es tan importante tener un plan de inversión basado en un perfil de riesgo honesto y nuestro horizonte temporal.
En Bitcoin, otro de los ejemplos, ahora mismo quien los tuviera desde que salieron sería millonario, pero en 2018 sufrió un importante descenso del 80%. ¿Quién está dispuesto a ver como su inversión cae en ese porcentaje? «Prácticamente nadie», ha recordado.
Otro de los errores en el mercado es hacer caso a pies juntillas a los analistas y los denominados gurús. Y es que, los profesionales también tienen sesgos, como el «exceso de confianza» porque creen que saben interpretar la información porque son profesionales frente a un retail, que tiene libertad absoluta al hacer su proceso. «Los profesionales se deben a su mandato, no a sus ideas de inversión«, ha puntualizado.
«Si quieres saber cómo invierte un gestor, sigue su cartera y su carta trimestral«, ha indicado. «Son muy útiles para saber su opinión y posicionamiento. «Se pueden tener ideas escuchando a un analista», ha destacado, pero en ningún caso seguir sus recomendaciones sin antes haber analizado cada parte del plan de inversión. «Comprar una acción porque lo ha dicho un analista es un error que no se le puede atribuir al analista», ha indicado. Y es que, si algo de verdad absoluta hay en el mercado es que nadie sabe qué ocurrirá mañana.