Menudo fin de año que estamos viviendo en el panorama económico internacional. El caballo de la inflación corre desbocado sin que nadie puede echarle el lazo y las variantes covidianas han pasado a un segundo plano en el orden de preocupaciones de los gobernantes. Aunque no lo admitan nuestros políticos temen más al IPC que a ómicron, especialmente al Sur del Río Grande donde el inquilino de la Casa Blanca concluye su primer año de gobierno contra las cuerdas, noqueado a la espera de que la Reserva Federal tire la toalla y detenga la pelea.
No en vano la inflación en EEUU asciende ya al 6,8%, la mayor de las últimas cuatro décadas, justo a las puertas de una reunión del consejo de gobierno de la FED en la que todos esperan que Jerome Powell anuncie un plan de retirada de estímulos más ambicioso de lo inicialmente previsto.
Las actas de la pasada reunión ya pusieron de manifiesto que había voces en el seno del banco central que reclamaban un mayor compromiso en la vuelta a la ortodoxia monetaria y Powell, que ya sabe que seguirá en el cargo otro mandato más, deberá coger el toro por los cuernos. Será la última reunión de la Reserva Federal en un momento en el que Wall Street vuelve a máximos históricos.
El primer cuarto del siglo XXI será recordado como el del fin del mercado, ya que el factor más importante para determinar el futuro de los activos es el tipo de interés intervenido por las autoridades monetarias. Por eso es clave lo que indique Powell en su discurso, que puede truncar la senda alcista de la renta variable y poner orden en los rendimientos de la deuda pública estadounidense, cuya evolución también depende del grado de incertidumbre sobre la evolución de la pandemia.
Al fin y al cabo, por mucho que le pese a Xi Jin Ping, el dólar sigue siendo la moneda de reserva mundial y el Treasury uno de los activos refugios por excelencia.
Los analistas de Bank of America esperan tres subidas de tipos de interés en EEUU durante 2022 lo cual no servirá para mantener la inflación por debajo del objetivo del 2%. Con una subida esperada del 6,5% en los beneficios de las empresas del S&P 500, el banco de inversión considera que a Wall Street no le queda mucho fuelle y prevé un año plano, aunque otras voces autorizadas lanzan advertencias más serias.
A corto plazo, con el repunte de los precios la popularidad de Joe Bien se hunde y esto aumenta los incentivos para que caliente la situación en Ucrania, país que puede pagar los platos rotos. La eterna amenaza rusa está sirviendo al Pentágono para que se produzca una intervención en las próximas semanas, culpando a los rusos y provocando un recrudecimiento de la crisis energética europea.
Como siempre el Viejo Continente está en medio de la pelea entre los grandes colosos que, en este invierno, tiene como principales rehenes a los hogares alemanes. No en vano el país germano necesita el gas ruso, una materia prima que podría llegar a través del flamante Nord Stream 2 que está cerrado por orden de la OTAN.
SANTANDER, A LA COLA DE SOLVENCIA UE
Mientras los mercados digieren este menú de fin de año en el sector financiero español los últimos días han sido complicados para Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, que ha visto como su entidad está a la cola de la solvencia del sector en Europa y que ha recibido un varapalo judicial al perder el juicio contra Andrea Orcel por su fichaje fallido como CEO. Aunque la sentencia va a ser recurrida por el Santander, el golpe reputacional ha sido importante y ya hay voces que solicitan la dimisión de la presidenta.
Tal como le sucedió a Mariano Rajoy en el caso Bárcenas, el uso del teléfono móvil ha sido clave para determinar responsabilidades. Pero en esta ocasión no se ha tratado de mensajes por Whatsapp, sino cuatro tuits que la presidenta del Santander publicó en 2018 que se han convertido por obra y gracia judicial en una prueba clave de la condena que obliga a la entidad a indemnizar con 68 millones de euros al banquero italiano.
Sin embargo, aquellos que creen que Ana Botín dará un paso al lado es que no conocen a esta directiva, que ya está moviendo hilos para aprovechar la crisis de su principal competidor en el mercado español para pescar en el río revuelto creado por el tsunami Villarejo y enfangado por la debacle monetaria turca.
Los contactos con el BCE para adquirir buena parte de los activos de BBVA limitando el impacto de la crisis de Turquía en el mercado bancario europeo es un movimiento audaz que puede determinar el futuro de la antaño entidad vasca. Los chicos de Lagarde no quieren que Carlos Torres y Onur Genç tengan mando en plaza y temen que la gestión de estos dos hombres –uno puesto por el imputado Francisco González y el otro por Erdogán– pongan en riesgo la estabilidad del sistema financiero de la Unión.
EL MOTOR SUFRIRÁ HASTA 2023
En el terreno industrial el sector del motor sigue sufriendo la escasez de componentes y la mayoría de los fabricantes han ampliado hasta 2022, los Expedientes de Regulación de Empleo Temporales (ERTE). Los departamentos técnicos de las industrias no esperan recobrar una cierta normalidad hasta finales del año próximo o incluso principios de 2023, lo cual supone golpear un sector que tiene un peso del 10% en el PIB español.
Nuestro país ha perdido el octavo puesto como fabricante mundial de automóviles, superado por Brasil. No en vano, la producción de vehículos en España ha sido este año inferior a la de 2020 y eso que el pasado ejercicio las fábricas estuvieron paradas casi dos meses por la pandemia.
Finalmente, en materia macroeconómica el Gobierno sigue pendiente de lo que suceda en el Senado con unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2022 que se le han complicado por el eterno problema catalán.
ERC sigue apretando para obligar a los proveedores audiovisuales a doblar sus contenidos al catalán, pero se trata sólo de postureo político, ya que María Jesús Montero sabe que en el Congreso sacará adelante las cuentas públicas. El problema no está en su aprobación, sino en el hecho de que están elaboradas con unas previsiones económicas irreales y que, por lo tanto, son papel mojado antes de entrar en vigor.
Todo eso le importa poco al Ejecutivo, que quiere blindar con estos PGE el final de la legislatura. Si el timonel Sánchez quiere mantener el calendario y acudir a las urnas en 2023 podrá prorrogar estos Presupuestos el próximo otoño, y si ve que necesita adelantar los comicios romperá la baraja. Y mientras el principal partido de la oposición abriendo a la puerta a un Gobierno de concentración nacional. Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras.