El sector residencial consume el 65% de los pellets que se producen en España, según publica el informe estadístico sobre producción y consumo de pellets en España durante 2020 de la Asociación Española de la Biomasa (Avebiom). El uso de biomasa para calefacción se afianza en España, con un crecimiento en 2020 que continuará durante 2022. De hecho, ha tenido que llegar la peor crisis del gas para devolver a los biocombustibles como el pellet o la astilla a su destacado lugar en el mix energético para la generación de calor.
En 2020, las 85 plantas de pellets operativas en España fabricaron 616.000 toneladas de este biocombustible. Casi 100.000 menos que en 2019, cuando se alcanzó la cifra récord de 714.000 toneladas. El efecto de la pandemia sobre la actividad en las fábricas y, sobre todo, un invierno suave están detrás de está menor producción.
Al finalizar el presente año se podría superar este récord con 716.000 toneladas, una tendencia que proseguiría durante 2022 con una previsión de aumento tanto de la capacidad máxima teórica del país -que se situaría en los 2.000.000 de toneladas al año- como de la producción real, que rozaría las 800.000 toneladas anuales.
A pesar de la menor producción, en 2020 el consumo de pellets aumentó en comparación con 2019 acercándose a las 705.000 toneladas. «En las últimas semanas, fabricantes y distribuidores de equipos nos están comunicando aumentos significativos de las ventas, por lo que en 2022 veremos un crecimiento del consumo por encima de lo estimado en el informe, ya que los sondeos se realizaron antes del incremento de precios de los combustibles fósiles y, además, el otoño está siendo más frío de lo normal», aclara Pablo Rodero, responsable de certificación de biocombustibles en Avebiom y actual presidente del Consejo Europeo del Pellet.
El sector de la calefacción residencial sigue instalando equipos en viviendas unifamiliares y se mantiene como el mayor usuario de pellets en España: en 2020 aumentó el consumo hasta las 458.000 toneladas, el 65% del total utilizado en el país.
Las instalaciones de potencia superior a 50 kW, mayoritariamente calderas en redes de calor, bloques de viviendas, edificios públicos y en industria, consumieron cerca del 35% del total. La producción y el consumo de pellets en nuestro país han ido prácticamente a la par desde 2012. Tan solo en 2020 vemos un ligero desajuste entre la oferta y la demanda nacional, remontado con importaciones de proximidad desde Portugal y que tenderá a corregirse en los próximos dos años.
De hecho, el saldo neto entre importaciones y exportaciones en 2020 fue de 46.000 toneladas en 2020; tan solo un 6,5% del consumo total del año.
El aprovechamiento de recursos autóctonos producidos localmente reduce la dependencia energética exterior. La biomasa para calefacción ofrece una solución sostenible, eficiente, neutra en emisiones de CO2 y a precio estable. En definitiva, la gestión sostenible de los bosques españoles ofrece una alternativa real al gas argelino o ruso, mucho más caro y contaminante.
Tanto es así que, el precio de la energía generada con biomasa nacional se mantiene estable desde 2012, al contrario que el de la energía procedente de combustibles fósiles importados, sujeto a vaivenes geopolíticos. Otro dato: una familia puede ahorrar entre un 40% y un 70% en su factura energética anual si cambia hoy su caldera de gasóleo por un sistema moderno con pellet o astilla.
Mientras Europa tiembla ante la inminente llegada del invierno y los precios de la energía obtenida a partir de combustibles fósiles baten récords a diario sin que nadie sepa cómo contenerlos, políticos, consumidores y expertos buscan alternativas contrarreloj para evitar que sus ciudadanos pasen frío o se arruinen al encender la calefacción.
PELLETS DE BUENA CALIDAD
En cuanto a la calidad de los pellets, España sigue aumentando el porcentaje con calidad certificada año tras año. En 2020, 39 plantas -entre las que figuran todas las de gran capacidad- produjeron pellet certificado ENplus, poniendo en el mercado el 86% del pellet que se fabricó en España -esto es 531.000 toneladas-, un 4% más que en 2019.
El compromiso de los fabricantes y la responsabilidad de los consumidores están permitiendo que se afiance la presencia de un biocombustible renovable, sostenible y creador de empleo en el país.