La COP 26 ha sido un rotundo fracaso para unos y un medio éxito para otros. Si nos ceñimos al objetivo real de la cumbre, se puede decir que no ha cumplido las expectativas y que ha dejado muchas más sombras que luces. En el caso de España, la realidad también se ha impuesto a las ideas y la transición ecológica liderada por la ministra del ramo, Teresa Ribera, e impulsada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hace aguas. Hasta 10 puntos negros empañan la ruta hacia el nuevo modelo medioambiental y energético.
El gran reto era conseguir el compromiso del mundo de ‘eliminar’ las centrales térmicas de carbón, y lo más lejos a lo que se ha llegado es a que el texto ponga ‘reducir progresivamente’ las centrales térmicas de carbón. India y China se han salido con la suya, porque si no, se negaban a firmar, y lo de reducir progresivamente es tan ambiguo que suena demasiado hueco. ¿A qué velocidad piensan que sea esa reducción?
El primer ministro británico, Boris Johnson dice que estamos ante «el principio del fin del carbón». Una «sentencia de muerte» acompañada de otra en la que reconoce que «a ningún país se le puede obligar firmar lo que no desea», en referencia a la imposición de India y China.
Pero parece evidente que una cosa son las palabras y otra los hechos, porque la gran mayoría de los países coinciden en las palabras y la buena voluntad para luchar contra el cambio climático, pero luego difieren demasiado en los hechos. No hay más que ver el ejemplo de España, para darse cuenta de las luces y las sombras de la denominada Transición Ecológica.
A su llegada a la Moncloa, el Gobierno prometió a los españoles que la Transición Ecológica iba a ser coser y cantar, un mundo de color de rosa en el que se iban a multiplicar las oportunidades de negocio y trabajo. En esa fantasía, el dinero fluiría mediante inversiones público-privadas y España lideraría la salvación del planeta.
Los españoles íbamos a contribuir decisivamente a ganar la guerra contra el cambio climático. Una bonita meta que se ha ido desinflando con el paso del tiempo. Una decena de obstáculos se interponen entre la visión práctica de la lucha contra el cambio climático y las ambiciosas expectativas alejadas de la realidad.
LA TRANSICIÓN INJUSTA
Nos prometieron una transición justa. Que allá donde se actuara para descarbonizar no se dejaría a nadie atrás. En ese camino, las comarcas no perderían población, ni puestos de trabajo, porque se sustituiría una central térmica de carbón por otra manera de producir energía y en la que los trabajadores podrían reciclarse.
Pero las alternativas al final del carbón no han llegado al mismo tiempo que el cierre de las centrales. En algunas como la de As Pontes y otras tantasque, o se han cerrado ya, o están vías de hacerlo, y a los que se les ha propuesto desplazarse desde Galicia a Canarias o a los Pirineos, para poder seguir trabajando dejando atrás toda su vida.
¿QUIÉN PAGA LA FIESTA?
Dijeron que los grandísimos costes de la Transición Ecológica se pagarían principalmente con la inversión público-privada, pero de momento lo que se está comprobando es que los precios desorbitados de la luz, la subida del IPC y el sobrecoste de los vehículos eléctricos, entre otras cosas las pagamos los ciudadanos.
La política de la UE con el precio de los derechos de emisión de CO2, es un lastre que el Gobierno no ha sabido atajar, y que estamos pagando entre todos.
MOVILIDAD ELÉCTRICA SIN INFRAESTRUCTURA
Nos obligan ya a cambiar nuestros antiguos coches, sobre todo en las grandes ciudades, donde ya hay vehículos que no pueden estacionar ni pagando en la zona azul o en la zona verde. Tampoco pueden circular por determinadas zonas de la ciudad porque son muy contaminantes.
Pero seguimos sin tener una alternativa asequible. No existe una infraestructura suficiente (puntos de recarga, sobre todo rápida) para el coche eléctrico que sigue siendo muy caro, mientras los sueldos en España no son ni parecidos a los de Alemania o Noruega. Además el vehículo eléctrico tiene una autonomía mucho menor que el coche de combustión
INVERSIÓN EXTRANJERA A LA FUGA
Algunas decisiones muy polémicas del Gobierno (especialmente el ‘decretazo’) han creado una inseguridad jurídica que ha espantado a la inversión extranjera, que duda mucho de invertir en España mientras no exista la seguridad de que las leyes no se van a cambiar de la noche a la mañana por un arrebato o por un planteamiento ideológico. Sin inversión extranjera no será posible la Transición Ecológica.
PROYECTOS PARA OTROS PAÍSES
Son precisamente esas decisiones (‘hachazo a las eléctricas’) tomadas en caliente, para complacer a su socio de Gobierno, Unidas Podemos, y para buscar un chivo expiatorio en las grandes eléctricas lo que ha provocado la paralización de algunas inversiones en España de estas utilities nacionales, mientras que algunas como Iberdrola, mantienen proyectos importantísimos en otros países que le aportan mayor seguridad.
DAÑO REPUTACIONAL A LAS GRANDES ELÉCTRICAS
Las grandes eléctricas españolas, Iberdrola, Endesa y Naturgy especialmente, son parte fundamental de la Transición Ecológica. De sus proyectos y su capacidad de liderazgo energético dependerá mucho el éxito de esta aventura.
Estas empresas tienen programadas inversiones milmillonarias en los próximos años en proyectos de energías renovables. Sin embargo, en su afán de no asumir responsabilidades frente a sus votantes y culpar a otros, el Gobierno las ha puesto en el disparadero, con el daño reputacional consiguiente ante la opinión pública.
NUCLEAR NO, NUCLEAR SÍ
El gobierno tiene en su hoja de ruta cerrar todas las centrales nucleares, cuando se ha comprobado que son fundamentales para la estabilidad del sistema energético mundial. Los demás países de nuestro entorno, como Francia o Reino Unido, prometen inversiones en reactores pequeños.
La Unión Europea y la gran mayoría de expertos han confirmado desde hace tiempo que los objetivos de lucha contra el cambio climático no se podrán conseguir sin el apoyo de la energía nuclear.
Con mayor apoyo de la energía nuclear, España no dependería tanto del gas y los precios de la electricidad serían mucho más estables.
PELIGROSA DEPENDENCIA EXTERIOR
El buenismo ecológico de España en particular y de la UE en general nos ha situado en una posición geopolítica de debilidad energética total. Estamos en manos de Rusia, Argelia o Qatar, países poco fiables de los que dependemos en materia energética,. Y estamos en manos de China en materia económica y comercial.
BUROCRACIA INFINITA PARA EL AUTOCONSUMO
El autoconsumo es uno de los factores esenciales de la Transición Ecológica. Empresas que sean autosuficientes energéticamente hablando y por supuesto también, viviendas. El Gobierno dice que su intención es potenciarlo, pero por otro lado no soluciona la burocracia infinita que echa para atrás a muchos ciudadanos hartos de tanto papeleo y tanta pérdida de tiempo.
ALMACENAMIENTO ENERGÉTICO
El almacenamiento energético es otra de las piezas fundamentales de la Transición Energética. Se necesita que las energías renovables se puedan almacenar, para no depender de combustibles fósiles o del funcionamiento inmediato de las mismas. Pero el Gobierno no ha avanzado en este punto estratégico. Tampoco fue capaz de adelantarse a las subidas del gas, aprovisionándose de gas cuando los precios estaban todavía bajos, y ya se veía en los futuros lo que podía llegar a pasar y ha pasado.
La Transición Ecológica es necesaria, pero también es necesaria la suficiente flexibilidad y sentido común, como para no ahogar a los ciudadanos ni estrangular la economía nacional. Replantearse las medidas con el objetivo de llegar a la meta con fortaleza implica saber adaptarse a las circunstancias, y la capacidad de adaptación es el síntoma más evidente de resiliencia.