Reinventar la forma en que nos movemos es, sin duda, uno de los grandes retos de la transición energética. El impulso del transporte público o el auge de la bicicleta y el patinete ofrecen ya alguna pista de cuáles serán las soluciones de movilidad sostenible más demandadas a corto plazo en las ciudades. Sin embargo, lejos de los núcleos urbanos, la realidad es que el coche sigue siendo la opción de transporte por antonomasia. La buena noticia es que la mayoría de propuestas para descarbonizar la movilidad han puesto el foco en el automóvil y los conductores cuentan ya con alternativas para circular con pocas o cero emisiones.
La necesidad de avanzar en este campo viene respaldada por datos. Destaca, por ejemplo, que España tenga uno de los parques automovilísticos más envejecidos de Europa. En concreto, la edad media de los vehículos que transitan por nuestras carreteras asciende a 13,2 años, según señala la patronal de concesionarios Faconauto, un momento de matriculación en el que la regulación ambiental que aplicaba sobre el automóvil era mucho más laxa.
Sin embargo, existe ya una hoja de ruta para revertir la situación. En diciembre de 2020, la Comisión Europea (CE) presentó la Estrategia para una Movilidad Inteligente y Sostenible, que pretende reducir el 90% de las emisiones de CO2 del sector del transporte en 2050. Una de las conclusiones del plan era que para cumplir los objetivos de descarbonización europeos iba a ser imprescindible dar cabida a todas las tecnologías capaces de contribuir a la reducción de emisiones.
Entre estos avances, la movilidad eléctrica sea seguramente el que primero se asocia con los coches del futuro. Y no solo eso, en medio de esta metamorfosis hacia la normalización del coche eléctrico, también están ayudando las alternativas híbridas, más asequibles para el bolsillo del consumidor. «Los vehículos eléctricos son una solución excelente sobre todo en ámbitos urbanos, debido a las características de la circulación en las ciudades. Con muchos arranques y paradas, estos vehículos son óptimos. Si la electricidad con la que alimentamos esos vehículos es renovable, consiguen la descarbonización que vamos buscando», señala el gerente de Transición Energética y Movilidad en Repsol Technology Lab, Javier Aríztegui.
Los vehículos eléctricos son una solución excelente sobre todo en ámbitos urbanos
Pero hay cuestiones de fondo que, a día de hoy, no se pueden obviar. Y es que transformar el parque de vehículos de combustión a coches eléctricos supondría, por ejemplo, un incremento de la demanda eléctrica de aproximadamente el 25%, según el consenso del mercado. Además, hay sectores como la aviación o el transporte pesado que por el momento no es posible electrificar. Una situación que invita a complementar con otras alternativas energéticas.
LOS BIOCOMBUSTIBLES COMO REALIDAD
En este sentido, los biocombustibles emergen como otra opción a tener en cuenta para facilitar la transición energética del automóvil. Estos carburantes líquidos que provienen de materias primas alternativas, con nulas o bajas emisiones durante su producción y utilización final, tienen la ventaja de ofrecer sinergias con las infraestructuras existentes. Los biocombustibles avanzados, fabricados a partir de residuos, son muy parecidos a las gasolinas y gasóleos tradicionales, con unas características excelentes para el uso del motor, lo que nos permite ponerlos en el mercado de manera masiva y comenzar ya la descarbonización de la movilidad, sin necesidad de cambiar la tecnología de los vehículos ni las infraestructuras de distribución y repostaje», señala Aríztegui.
La generalización de su producción será también crítica para reducir el impacto medioambiental, puesto que «con el uso de los residuos como materia prima para fabricar biocombustibles avanzados se elimina un problema importante, ya que los residuos no tienen que ir a vertedero, se pueden reconvertir en algo útil para la sociedad y de esta forma seguir avanzando hacia el concepto de economía circular», añade.
HIDRÓGENO: LA PRÓXIMA REALIDAD
Si la electrificación de los vehículos ha sido el primer paso para la descarbonización de la movilidad, y el uso de biocombustibles la gran alternativa a las limitaciones de la producción eléctrica; la tercera vía para esa reinvención energética del automóvil llegará con el hidrógeno.
Los vehículos propulsados por hidrógeno serán el próximo hito de la nueva generación de movilidad. Esta tecnología, aunque inicialmente se desarrolló para propulsar naves espaciales, tiene un potencial de aplicación mucho más amplio.
Este gas forma junto con el dióxido de carbono un tándem capaz de producir combustibles sintéticos eficaces en motores de combustión como los que se instalan actualmente en los vehículos. Al utilizar CO2 reciclado (se «captura» del aire y se reutiliza como materia prima) y agua (de la que se obtiene el hidrógeno, principalmente mediante el proceso de electrólisis) para su elaboración, estos e-fuels se consideran neutros en carbono, siendo una de las grandes apuestas para el avance de la movilidad sostenible.
Ahora el gran paso es dar respuesta a la sociedad cuando la demanda crezca, cubriendo las distintas necesidades del usuario más allá de los núcleos urbanos. «Cada usuario tiene unas necesidades diferentes de movilidad, así que una única solución no puede ser válida para todos en general. Una persona que tiene que hacer pocos kilómetros para ir a trabajar no tiene las mismas necesidades que otra que realiza largos recorridos. Cada una de las soluciones energéticas que se están planteando pueden ser muy interesantes. Ninguna es mejor que otra, son todas necesarias», concluye el experto de Repsol.