Manuel Molina, cantaor y guitarrista flamenco, recitaba: “Que nadie vaya a llorar/ el día que yo me muera/ es más hermoso cantar/ aunque se cante con pena”. Quizás puede resultar incómodo hablar de nuestra muerte, o de la muerte de un familiar, e incluso cuando sale el tema intentamos zanjarlo porque es pájaro de mal agüero. Pero es algo que tarde o temprano llegará, muy a nuestro pesar.
Manuel, en su canción, hacía algo inteligente: planificar su muerte. Incluso puede considerarse un gesto de generosidad hacia nuestros familiares, para que en ese trago amargo no tengan que tomar decisiones. A mayores, la planificación de nuestro funeral permite que se nos entierre conforme a nuestros deseos, cumpliendo nuestras últimas voluntades.
Para algunas personas es algo común, ya que tienen decidido el sitio dónde quieren que lo entierren o dónde tirar sus cenizas. Además, esto puede suponer incluso un ahorro económico para nuestros familiares, que ante la muerte repentina contratan los servicios funerarios que tienen a mano, sin tener en cuenta el precio. A menudo, se suele pagar más por no comparar precios.
Por otro lado, y respecto a los aspectos legales, es vital dejar un testamento para que no haya flecos sueltos que puedan derivar en malentendidos entre los herederos. Pero el hecho es facilitar la toma de decisiones de los aspectos esenciales para que no tengan que decidir nuestros allegados, y sobrellevar el duelo de la mejor forma posible.
La planificación de un funeral tiene varios aspectos. Lo primero de todo es elegir el ataúd o la urna, para lo que se tiene en cuenta nuestras voluntades. Segundo, los recordatorios, ya que dejar un mensaje para nuestros familiares puede ser una forma de aliviarles el duelo. Estos gestos pueden ir relacionados con la forma de vida el difunto. Otro trámite en el funeral serían la música y los testimonios. Antes de morir, podemos elegir que música sonará, algún tema que nos haya marcado durante nuestra vida, y los familiares o amigos que queremos que digan unas palabras.
Otra opción que debemos tener en cuenta es que hacer respecto al trato sanitario. Si estamos interesados en la donación de órganos o tejidos es recomendable dejarlo claro a los familiares o incluso mejor especificarlo en el documento del testamento vital. Si por otro lado tenemos alguna enfermedad terminal degenerativa, podemos optar por donar nuestro cuerpo a la ciencia, para que de esta forma ayudemos en la investigación científica.
Igualmente, nuestras últimas voluntades también pueden compatibilizarse con un respeto al medio ambiente. La opción a considerar es un ataúd de madera de proximidad. Otra optativa, pero que todavía no está muy instaurada, es elegir un ataúd de cartón. Si preferimos la incineración, ahora mismo hay en el mercado urnas biodegradables que están diseñadas para convertirse en árbol un tiempo después de nuestro fallecimiento.
Asimismo, los ecofunerales van incluso más allá de reducir los efectos negativos, sino que buscan una transición natural en el ciclo de la vida y la muerte. Esta elección conllevaría incluso un funeral con sentido, donde el sepelio tenga una mirada más informal y acorde con la forma de vida que ha tenido el difunto.