La Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb) trabaja en la actualidad para dar un giro radical en su funcionamiento. Así, el equipo directivo del llamado banco malo está estudiando abandonar su actual estrategia de negocio, conocida como Proyecto Esparta, para introducir un modelo de outsourcing, esto es, de externalización de sus servicios. La puesta de largo se haría de cara al 2022, cuando presuntamente el Gobierno terminará de tomar el control de esta. Con ello, la firma señala que lograría una auténtica transformación, además, de acentuar su esfuerzo en la reducción de costes.
Así, la propia Sareb señala en sus cuentas anuales, recientemente publicadas, que ha iniciado «una profunda reflexión sobre su futura estructura de gestión» de cara a 2022, momento en el que vencen sus contratos de gestión «más significativos». Una cavilación que supone «replantearse» la estructura actual de negocio para moverse a hacía «otros escenarios en los que pudiera renunciar a una gestión operativa directa y apalancarse en sistemas de outsourcing de mayor o menor dimensión». Una transformación que, en palabras del propio banco malo, marcará «no ya tanto sus cifras de negocio en el corto plazo, que sí en el largo, como el día a día operativo de la compañía».
Una de las claves de esta nueva apuesta futura se debe a que desde la firma se cree que sus actuales subcarteras necesitan «de una gestión más especializada que incluye servicers especializados en cada una de ellas». Hasta ahora, las firmas asociadas eran inmobiliarias al uso procedentes de las carteras de activos de la banca como Haya, Solvia, Altamira y Servihabitat. Pero en un futuro la idea es externalizar el servicio para que sean firmas específicas -en viviendas, suelo o crediticias- las que se deshagan de los activos.
LA SAREB BUSCARÁ REDUCIR EL COSTE DE UTILIZAR LOS SERVICERS BANCARIOS
Otra de las claves es reducir con fuerza los costes. Principalmente, porque de esta manera logrará reducir «el nivel de inversión en sistemas informáticos». Así, la firma señala que la nueva estrategia de externalizar su modelo de negocio «se plantea en todo caso con un fuerte control en el gasto incurrido». Además, que su utilización «acentúa el esfuerzo de reducción de costes» en el que la Sareb lleva años trabajando. «Se trata de un ejercicio de austeridad que se ajusta periódicamente evaluando aquellas situaciones que la reducción presupuestaria pudiera estar trastocando la operatividad», concluye.
La reducción de costes también se produce gracias a que se elimina de la ecuación a los actuales servicers, la Sareb logrará un importante ahorro en forma de pagos. De hecho, en los últimos años el coste del servicio que ofrecen firmas como Haya, Solvia, Altamira o Servihabitat, que consiste en la venta de activos inmobiliarios, ha ascendido a cerca de 240 millones de media. Unas tasas que siempre se han visto como demasiado elevadas y que ha llevado a desde la directiva del banco malo se haya intentado renegociar constante a la baja.
Además, ese cambio tiene otra ventaja y, es que, aleja a las entidades bancarias de la gestión. Un objetivo que se ha convertido en prioritario para el Gobierno en las últimas semanas. De hecho, el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez está estudiando la fórmula legal para conseguir hacerse con más de la mitad del capital de la compañía. El desencadenante fue la decisión de Eurostat de incorporar al banco malo dentro del perímetro de las cuentas del Estado. A partir de ahí, el Gobierno empezó a barajar la idea de asumir su propiedad en lugar de mantener accionistas privados, entre los que están Banco Santander, CaixaBank o Banco Sabadell.
EL GOBIERNO BUSCARÁ TOMAR EL CONTROL DE LA COMPAÑÍA PRÓXIMAMENTE
La llegada próximamente de un modelo basado en la externalización de la venta de las carteras que componen el balance de la Sareb implica decir adiós al llamado Proyecto Esparta que arrancó hace dos años. Un cambio radicar en poco tiempo que más de uno no entera. Así, el nuevo planteamiento pone en entredicho la estrategia entonces adoptada que se enfocaba (y todavía lo hace) en «profesionalizar la venta y potenciar el valor de sus activos», según explicó en su día el banco malo.
El Proyecto Esparta implicó la creación de centros territoriales, para ejecutar mejor las ventas, y la dotación de una infraestructura propia que ha sido muy costosa. A partir del próximo año probablemente ambas ideas, y el dinero invertido, se perderá junto a los miles de millones que lleva enterrados la compañía. De hecho, solo en 2020 las pérdidas reales, los deterioros asumidos en los activos y ventas, se incrementaron en 2.500 millones hasta superar los 9.000. De ahí, que el déficit que tuvo que apuntarse el Estado fuera casi de 10.000 millones.
Un desastre sin paliativos que, además, está descabezado. De hecho, recientemente el que había sido su presidente durante los últimos siete años, Jaime Echegoyen, decidió dimitir de su cargo alegando motivos personales. Aunque parece evidente que el cambio radical que se pretende imponer en el grupo estaría detrás de la decisión del ejecutivo. Al fin y al cabo, él mismo ha sido el máximo valedor del anterior modelo que ahora se deshecha. La Sareb empezará pronto una nueva aventura, este mismo 26 de mayo tiene su Junta de Accionistas, pero será igual o más costosa que la pasada. En especial, para el ciudadano.