Quizás el verdadero motivo por el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presentó un plan para 2050 es para dar esperanza a los más jóvenes. La ilusión, eso sí, no es una mejoría de las condiciones actuales, o futuras, sino simplemente que para entonces ya no serán unos imberbes y podrán disfrutar de una vida normal. Porque la realidad es que ser adolescente (entiéndase como sinónimo de joven) es una pesadilla en España. Nada nuevo que tampoco parece que vaya a cambiar pese a la nueva hoja de ruta que inaugura el país para los próximos 30 años.
España no es país para jóvenes. No lo fue con José María Aznar, tampoco con José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy. Y, a la luz de los datos, tampoco lo será con Pedro Sánchez. La elevada cifra de paro juvenil española, la que más de Europa, o que los pocos que trabajan son de forma precaria podría servir al propósito de justificar la afirmación anterior. Más que nada, porque ha sido recurrente con el paso de los años. Pero el Banco de España se ha molestado en abordar este tema y presentar un estudio que demuestre lo colosal del desastre.
Y hay que reconocer que lo ha conseguido.
Así, el informe titulado La crisis del covid-19 y su impacto sobre las condiciones económicas de las generaciones jóvenes y firmado por el director general de Economía y Estadística, Oscar Arce, es tan demoledor como clarividente. El resumen rápido es que las nuevas generaciones padecen de todos los males posibles en una economía desarrollada que van desde una mayor dificultad para encontrar empleo, vivir con mayor incertidumbre a que han sufrido más con la crisis y que, seguramente, sean los menos beneficiados con la recuperación.
LOS JOVENES SON LOS QUE MÁS HAN SUFRIDO LA CRISIS
Empecemos por la primera parte. Los inicios de un joven en el mercado laboral español, una hazaña que bien podría haber narrado el propio Homero. Así, el BdE constata que «los universitarios españoles tienen más dificultad para encontrar empleo». Una afirmación que no sorprenderá a muchos, pero que una vez matizada es difícil de digerir. En primer lugar, porque si a los universitarios les cuesta es difícil imaginarse como es para aquellos que no lo son. De hecho, otros estudios diferentes, como los de BBVA, encuentran que aquellos con estudios superiores son hasta ‘suertudos’ en relación con otros que presentan una educación inferior.
Podemos seguir con la parte del empleo y, es que, el regulador bancario español explica que «la incertidumbre sobre la renta futura es mayor entre los jóvenes, los trabajadores con contrato temporal y aquellos con rentas bajas». Bueno, al menos, los adolescentes no comparten esa carga solos. O no (que diría alguno). La razón es los jóvenes españoles reúnen, ellos solitos, las premisas anteriores. Así, según el BdE: «Los jóvenes presentan una tasa significativamente mayor de individuos sin ingresos laborales»; «los jóvenes tienen una vinculación frágil con el mercado laboral» y «la temporalidad es muy elevada, especialmente entre los jóvenes».
Arce y su equipo también muestran cómo además de estar históricamente peor, en la crisis los jóvenes han sufrido más. En concreto, el organismo bancario encuentra que los jóvenes «se han beneficiado, en general, menos de los ERTEs». A su vez, el BdE encuentra que la presencia de jóvenes en las industrias ‘sociales’ es relativamente elevada y sus oportunidades de teletrabajo, comparativamente «escasas». Por último, recuerda que el crecimiento económico antes de la pandemia apenas había mejorado para recuperar los ingresos respecto a décadas anteriores y que, por culpa del covid, se han vuelto a hundir.
UN PASADO DIFÍCIL UN FUTURO MÁS QUE INCIERTO
El panorama actual parece que solo tiene una cosa buena y, es que, a lo jóvenes no les va a importar tanto hacerse mayores. Al fin y al cabo, con el paso de los años su situación económica debería mejorar. Con el tiempo irán escalando hasta los puestos que el actual sistema laboral, con inspiración (todavía) franquista, blindan y otorgan cierta comodidad en detrimento de los recién llegados. De ahí, que el plan de Sánchez de que para 2050 no solo nada va a cambiar, sino que será todavía peor es la única alegría para ellos.
O no (que diría otro, nuevamente). En el fondo es verdad que la dualidad laboral se mantendrá, o eso se prevé al ver las medidas laborales que se proyectan, pero la realidad será otra. Con una población muy envejecida el peso de las pensiones podría terminar por asfixiar impositivamente a muchos de ellos. Así, el BdE predice que «el envejecimiento de la población española provocará un incremento muy sustancial de la ratio de dependencia (…) Los ajustes en este ámbito se verán influidos por la evolución de la propensión social hacia la introducción de ciertas reformas«.
En definitiva, la situación para la actual generación de entre 16 y 26 años, el tope lo marca el carnet joven del Metro, es la peor posible. En la actualidad, son rehenes de un sistema que no está pensado para ellos. Y las medidas que piden expertos e instituciones, como el BdE, no llegarán para solucionar sus problemas. Sin embargo, sí lo harán para arrebatarles la ‘seguridad’ que les conferiría el actual formato del sistema laboral español a aquellos que son más mayores.