La paciente A.T. de 38 años de edad, acude a la Unidad de Patología Vascular del Hospital Ruber Internacional de Madrid por presentar en eco-doppler de control una estenosis carotídea mayor del 70%. La paciente se sometió a una operación que fue llevada a cabo por el equipo de la mencionada unidad habiéndole realizado una intervención quirúrgica conocida como endarterectomía carotídea, que consiste en la reparación de la arteria mediante la limpieza de la placa de ateroma y el engrosamiento de la pared por la radioterapia, responsables de la estrechez arterial y conseguir así un aumento de calibre de la arteria que permita el correcto flujo sanguíneo. Gracias a ello esta joven paciente ha remitido prácticamente todos los síntomas que acusaba habiendo desaparecido también el riesgo constante de sufrir un accidente cerebro-vascular.
Las arterias carótidas discurren por el cuello y llevan el riego al cerebro. Son ramas de la aorta torácica y a través de los glóbulos rojos llevan el oxígeno tanto al cerebro como a la cara. Un único tronco, denominado carótida común, nace de la arteria aorta dividiéndose a continuación en dos ramas: carótida interna, que es la que conduce la sangre el cerebro y carótida externa que lleva el flujo sanguíneo a la cara.
De acuerdo con el jefe de la Unidad de Patología Vascular del Hospital Ruber Internacional, doctor Pablo Gallo, estas arterias se pueden estrechar (estenosis) u ocluir produciendo una disminución o bloqueo del flujo sanguíneo que suministra la sangre al cerebro y a la cabeza. «Esto se debe a que la pared va engrosando por la placa ateromatosa formada en la arteria debido a los factores de riesgo ya comentados y la lesión producida por la radioterapia ocupando toda la luz del vaso», explica el doctor.
Según informa Pablo Gallo, «los factores que influyen en el desarrollo de esta oclusión arterial son el tabaquismo, la diabetes, la hipertensión, el colesterol y triglicéridos elevados, la obesidad, etc.». A su vez, en la mayoría de los pacientes que reciben radioterapia en el cuello se acelera este proceso de engrosamiento de la pared arterial. En el caso de la paciente que nos ocupa, cuando tenía seis años fue sometida a un tratamiento de quimioterapia y radioterapia para tratar un tumor de paladar blando. La terapia fue un éxito, aunque en 2018 presentó una recaída de su enfermedad y precisó tratamiento quirúrgico. Al mismo tiempo, los doctores identificaron una estenosis (estrechez) de más del 70% de la carótida interna izquierda y le recomendaron tratamiento médico-conservador. Durante el siguiente año y medio empezó a padecer diferentes síntomas: «Empecé a notar que se me dormía el brazo derecho. Soy dentista y se me caían los instrumentos», indica la paciente A.T.
Así, acudió al Hospital Ruber Internacional en busca de una segunda opinión terapéutica. Según narra, «estaba muy asustada, muy desesperada porque me habían comentado de los riesgos que suponía vivir con esa estrechez, me podía dar un ictus en cualquier momento». Tal y como asevera el doctor Pablo Gallo, el equipo médico realizó una historia clínica completa y mediante Eco-Doppler de TSA -el estudio de imagen ideal tanto para el diagnóstico inicial como para el seguimiento de la patología arterial- se corroboró una estenosis crítica.
«Se inició terapia farmacológica para estabilizar el crecimiento de la placa ateromatosa y mejorar la fluidez de la sangre para que el cerebro tuviese un aceptable flujo sanguíneo», explica. Se decidió posteriormente realizar una arteriografía de las arterias carótidas con un cateterismo selectivo de la carótida izquierda para confirmar la lesión, así como valorar la posibilidad de realizar tratamiento endovascular mediante la colocación de un stent. Se valoraron ambas alternativas (colocación de stent endovascular o cirugía), teniendo en cuenta la afectación de la arteria por la radioterapia y valorando también la juventud de la paciente. Finalmente, se decidió realizar cirugía practicándose una endarterectomía carotídea, que consiste en una intervención quirúrgica en la cual se extrae la placa ateromatosa y se limpia la luz de la arteria afectada. Esta cirugía de por sí compleja lo es aún más en pacientes que han recibido radiación del cuello como en el caso de esta paciente. Así lo explica el doctor Santiago Zubicoa, responsable de la Unidad de Radiología Vascular Intervencionista del Hospital Ruber Internacional. «En algunos casos el acceso a la arteria se dificulta porque las estructuras vecinas como son los músculos, la piel y otros tejidos pueden estar adheridos y endurecidos, las arterias pueden estar excesivamente frágiles y friables con gran riesgo de romperse lo que requiere un equipo profesional con mucha experiencia en este tipo de casos».
La operación se realizó el pasado 25 de enero y fue todo un éxito. La paciente pese a estar aún en recuperación, y tener que acudir a revisiones periódicas, ya ha experimentado una importante mejoría. «Los dolores de cabeza han remitido, me siento mucho mejor y con más energía. Y no tengo miedo de que me pueda dar un ictus en cualquier momento», destaca