En 2018, BBVA alardeaba de que la entidad estaba participando «de forma activa en la disrupción de la industria financiera». Para ello, la firma vasca utilizaba una serie de palancas que iban desde la exploración y la experimentación hasta distintas adquisiciones e inversiones. La más notable fue la inyección de 100 millones de euros en el primer banco digital de Reino Unido, Atom Bank, para incrementar su posición en el accionariado. Ahora, en pleno 2021, el tsunami digital que el entonces presidente Francisco González iba a surfear ha arrollado a la entidad.
Así, el cuento ha cambiado de forma dramática. Las primeras referencias que se tienen de Atom Bank y BBVA se remontan a 2015 cuando la firma se convirtió en el primer banco británico en ser solo digital. Un año después el banco 100% digital arrancó su aventura en Reino Unido. Además, lo hizo con una idea clara: «Competimos por personas que quieren controlar sus finanzas, y para las cuales ir a una oficina es un anacronismo», explicaba por aquel entonces el consejero delegado Mark Mullen.
Pero ser el primero no le ha valido para ganar esa competición. De hecho, se ha visto arrollado por algunos de sus competidores también 100% digitales como Starling Bank o Monzo. Así, la valoración de ambas firmas, también la de Revolut, se ha disparado en los últimos años gracias a las recientes rondas de financiación a las que han tenido acceso. Unas inyecciones que para los dos primeros han sido de unos 1.000 millones de euros, en el caso del segundo podría haber sido mucho más alta, mientras que el tercero ha superado los 5.000 millones. Pese a su tamaño relativamente pequeño, los tres ya son actores relevantes en Reino Unido.
ATOM BANK VALE MENOS QUE EN 2017 PESE A LAS INYECCIONES MILLONARIAS
La situación para Atom Bank, y por extensión de BBVA, es totalmente opuesta a la de sus competidores. Una caída en desgracia que se ha solidificado a lo largo del último año. De hecho, la valoración actual que tiene registrada la entidad vasca de Atom esta incluso por debajo de la registrada en 2017, con algo más de 60 millones. Aunque el problema no es tanto que no haya incrementado su valor en libros, sino que no lo ha conseguido pese a las inyecciones de dinero que ha recibido y al crecimiento del sector.
BBVA poseía en torno al 20% del accionariado de la firma digital desde su creación. Un porcentaje que disparó notablemente en los años posteriores a medida que las posibilidades de negocio se incrementaban. El principal empujón lo dio en 2018 cuando acudió a una ampliación de capital para inyectar hasta 100 millones de euros, lo que elevaba sus inversiones más allá de los 150 millones, para pasar a controlar el 40% de la firma. Así, Atom Bank se convertía en uno de los estandartes de la ambición de González en lograr «la transformación de un banco convencional en una compañía digital global».
Unas inyecciones millonarias que estaban destinadas a cubrir los números rojos crónicos que presenta la entidad digital en todos sus años de vida. En total, Atom Bank acumula unas pérdidas superiores a los 260 millones de euros desde 2016, de los que solo 75 millones corresponden al pasado 2020. Un año muy difícil que ha provocado una pérdida del patrimonio neto cercano a los 100 millones y que ha obligado a una difícil nueva ronda de financiación. Una visita al mercado de capitales en la que se ha materializado que el valor de la firma digital británica es la mitad a la que tenía hace un año.
CARLOS TORRES, DE IMPULSOR A CONTRAPESO DIGITAL EN BBVA
El principal problema que está teniendo Atom no es ya que los números no cuadran ni a martillazos, sino que parece que ha perdido el respaldo de los accionistas. De hecho, BBVA ha preferido acudir de perfil a la última ronda de financiación que se ha cerrado recientemente. Mientras, otro de los grandes propietarios, Neil Woodford a través de Woodford Patient Capital, desapareció del mapa ya en 2019 y su sucesor en el accionariado, un fondo de Schroders, parece que no ha querido acudir a dicha ronda porque está diversificando sus activos.
En definitiva, la continuidad de BBVA en uno de los estandartes de la transformadora idea para el banco del anterior presidente está más en el aire que nunca. De hecho, la entidad podría culminar su desinversión, total o parcial, en una hipotética salida a bolsa en 2022. Una salida en falso que se ha repetido con otros proyectos también de la era González como la estadounidense Simple o la sueca Holvi. Curiosamente, los proyectos digitales se están disolviendo como azucarillos bajo el mandato del hombre que en su momento los encarnó, Carlos Torres.
BBVA todavía mantiene otras marcas digitales, como Solaris en Alemania (aunque también ha perdido mucho terreno frente a su gran competidor, N26), pero cada vez son menos. Ahora, parece que las pretensiones de la entidad vasca vuelven a ser las de ser más un banco, que persigue la lógica de la escala y el encaje geográfico, que una firma digital de servicios globales.