El lento, e irritante, avance de la vacunación en España, y Europa, presenta una serie de riesgos importantes. En primer lugar, el alto número de personas que mueren directamente por el efecto del virus. En segundo lugar, porque hay otra parte importante de defunciones de forma indirecta, dado que los hospitales están saturados para realizar operaciones o tratamientos. Por último, la enorme crisis económica que está dejando y amenaza con extender. Mientras el desastre se consuma, también lo hace la evidencia que respalda la decisión de extender el plazo para poner la segunda vacuna.
Hasta España han llegado apenas 4,5 millones de dosis desde el 27 de diciembre. Una cifra ridícula, incluso para lo esperado, pero que todavía queda en menos al tener que dividirse en dos pinchazos diferentes. Del total, algo más de 1,2 millones han sido segundas dosis que bajo el discurso oficial ya son «personas inmunizadas». Pero esas cifras tienen otra lectura complementaria, como si fuera una moneda con sus dos caras, y es que en este tiempo se han dejado expuestos a 1,2 millones de personas, en su mayoría mayores, que podrían haber recibido una primera dosis.
Una exposición, además, que se ha producido en uno de los peores momentos de contagios en España desde que comenzó la pandemia. En otras palabras, que podría haber salvado muchas vidas o quizás no, ya que los vacunados podrían haberse infectado de no recibir esa dosis. Entonces, ¿Cuál es la decisión acertada? Por desgracia, parece que, en Europa, una vez más, nos estamos equivocando. De hecho, los datos iniciales ya alertaban de ello. Así, el Gobierno proporcionó una tabla en referente a la vacuna de Pfizer y Biontech en la que se indicaba que la eficacia de una única dosis para reducir los casos graves era del 88,9% frente al 94,6 de media con dos dosis.
EL FALSO DILEMA DE LA INMUNIDAD
Los datos iniciales, unido a la evidente falta de dosis para la población, provocó que algunos países priorizaran alargar los plazos para proteger al mayor número de personas. La decisión que subyace a ese movimiento, que ejecutó Reino Unido o Dinamarca, se basa en la equívoca idea general del concepto de inmunidad. De hecho, una sola dosis puede inmunizarte, mientras que dos no lo hacen, simplemente es un juego de porcentajes. Así, el verdadero significado es que de cada 100 personas con dos dosis puestas cerca de cinco no estarán inmunizadas, mientras que con una solo dosis serían hasta 12.
El hecho de poner esa segunda dosis lo que consigue es que el porcentaje de casos de éxito, para reducir los casos graves, crezcan en como máximo seis por cada 100. Mientras, que dedicar esas dosis a 100 nuevos ciudadanos puede inmunizar a otros 89 de media. La diferencia tan abismal es la que animó a Reino Unido a alargar las dosis en el caso de la vacuna de Pfizer y Biontech. Pero no solo con dicho antígeno, sino que también se está haciendo con la de AstraZeneca, dado que presentaba unas características similares.
Reino Unido tomó la decisión en base a los datos preliminares y el resultado ha sido un espaldarazo a su causa. Un estudio realizado en Escocia y publicado recientemente encontró que la vacuna de Pfizer y BioNTech redujo la tasa de hospitalización en un 85% entre los 1,1 millones de personas a las que se hizo el seguimiento. En el caso de la vacuna de AstraZeneca hasta un 94% de los participantes no tuvieron que ser ingresados. Todo ello, pese a que el estudio solo incluía participantes con una sola dosis y durante un plazo de cuatro semanas.
LOS DATOS DE VACUNAS DE REINO UNIDO CON UNA DOSIS SON SÓLIDOS
Los datos de Inglaterra muestran un desempeño similar. Así, el número de muertes diarias por covid-19 alcanzó su punto máximo el 22 de enero en 1,164, y desde entonces ha caído un 64%. El descenso ha sido mayor entre los ancianos, lo que pone de relieve el acierto de extender las dosis para llegar a más gente. De hecho, las defunciones se han reducido en un 66% entre las personas de 85 años o más, en un 62% entre las de 65 a 84 años y en un 60% entre el resto de la población, según se puede observar en un gráfico recientemente publicado por The Economist. Unos datos que «no parecen ser una casualidad estadística», advierte el medio.
Antes de todo esto, la Organización Mundial de la Salud ya aconsejó seguir este procedimiento a principios de enero para compensar el bajo volumen de dosis disponibles. Ahora, los datos de Reino Unido lo atestiguan. Además, un número creciente de científicos lo piden también. Recientemente, los doctores Danuta Skowronski, jefa de Epidemiología de Influenza y Patógenos Respiratorios Emergentes del British Columbia Centro de Control de Enfermedades de Canadá, y Gaston de Serres, epidemiólogo del Instituto Nacional de Salud Pública de Québec, instaron a los gobiernos a retrasar la puesta de la segunda dosis de la vacuna de Pfizer
Por su parte, los últimos estudios también han demostrado que la vacuna de AstraZeneca puede retrasarse aún más en el tiempo. Así, un equipo de la Universidad de Oxford dirigido por Andrew Pollard descubrieron que la vacuna de AstraZeneca era más efectiva, protegía a más gente, a medida que la brecha entre las inyecciones era más larga. De hecho, en los datos recogidos, de más de 17.000 personas, comprobaron que ese porcentaje era del 55% cuando el segundo pinchazo se recibía a las seis semanas, mientras que alcanzaba el 81% cuando habían transcurrido más de 12 semanas.
¿POR QUÉ DOS DOSIS?
La pregunta una vez llegados aquí es por qué las farmacéuticas daban esos plazos. La respuesta no es sencilla, dado que contiene muchos factores, aunque principalmente se podrían resumir en dos. El primero son las prisas. Al fin y al cabo, la velocidad a la que se han desarrollado las vacunas implicaban plazos más cortos. Así, si en lugar de poner la segunda dosis a los 21 días se hubiera puesto a los 42, la aprobación se podría haber alargado un par de meses más. Aun así, las firmas siempre han defendido plazos flexibles para el segundo pinchazo que fechas límites.
El segundo factor se refiere al nivel económico y de prestigio. Una segunda dosis de refuerzo permite arañar al alza en el nivel de eficacia de cara a una carrera por ser la que presenta unos resultados mejores. Además, les ofrece a las farmacéuticas un cable de seguridad en el caso de que los resultados no fueran tan buenos. Por último, parece evidente que vender dos dosis siempre es más rentable que una solo. Al final, con los tiempos tan cortos con los que han trabajado las firmas, la segunda dosis era una apuesta segura. También porque muchas vacunas necesitan una dosis de recuerdo, es una práctica muy utilizada, pero aquí no entre el debate de sí es o no necesaria en el largo plazo, que es que sí, sino aplazar los tiempos para llegar a más gente.
Pero a medida que pasa el tiempo, y con él aparecen datos más contrastados, las decisiones se pueden amoldar. La investigación de Pollard y su equipo ha terminado por encontrar la respuesta de los Gobiernos. De hecho, el tiempo medio para el segundo pinchazo de la vacuna de AstraZeneca en España, y Europa, ya está planeado para entre las 10 y las 12 semanas. Aunque, por otro lado, los hallazgos respecto a alargar los plazos para la segunda dosis de Pfizer o Moderna todavía sigue visto en el viejo continente como una herejía. Quizás porque obligaría a la UE, y a la propia EMA, a reconocer que se han equivocado de nuevo y, a su vez, que su ahora principal archienemigo, Reino Unido, llevaba razón. Una confesión impensable, aunque siga costando muchas vidas.