Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México, ha declarado la guerra a Iberdrola. Una contienda que el político está atacando desde dos frentes. El primero es el de forzar cambios en el mercado energético que buscan claramente desfavorecer la posición de la empresa española. El segundo es el de valerse de la llamada máquina del fango para convertir a eléctrica vasca en el enemigo público número uno de la población mexicana. El objetivo final no es otro que el de sacar rédito electoral.
La actitud de presidente tampoco debería sorprender a muchos. Al fin y al cabo, los ideales de los que ha bebido el político mexicano provienen de la izquierda sudamericana, como quedó reflejado una y otra vez en su discurso electoral. Y que, finalmente, le valió para acceder al poder, de manera histórica, gracias a una ola de descontento colectivo, principalmente, por la corrupción.
Pero el AMLO candidato quedó en segundo plano durante sus primeros años en el poder, lo que dio cierta estabilidad al país y confianza a las empresas para seguir invirtiendo. Una de ellas fue Iberdrola. Así, la firma que preside Ignacio Sánchez Galán se lanzó a invertir más de 5.000 millones en 2019 para redoblar su negocio renovable en el país. La situación era de cierta complicidad hasta que el covid-19 lo cambió todo.
Así, a medida que avanzaba la pandemia la situación se volvió más tensa en el país. La economía lleva tiempo colapsada. El descontento contra AMLO se hizo patente ya en verano hasta el punto de que en agosto miles de personas se manifestaron para exigir su renuncia. En ese momento, el presidente decide utilizar a Iberdrola para afianzarse en el cargo. Aunque las protestas desde entonces no han cesado.
EL PRIMER ATAQUE DE AMLO Y LA RESPUESTA DE GALÁN
Si se piensa bien, Iberdrola era el blanco perfecto. La compañía española representa todo, ese agente externo que llega a la región a enriquecerse gracias a sus lazos corruptos con las élites del país, que tanto le gusta agitar a la izquierda. Una especie de demonio que AMLO lleva muchos meses reencarnándolo en la compañía española. El proceso fue lento al principio, pero se ha acelerado en los últimos meses.
La sumisión del Gobierno mexicano a la firma española empieza en el mes de mayo. Así, el político mexicano lanza tres cambios normativos en materia de política energética. En primer lugar, se vale del Centro Nacional de Control de Energía para limitar la generación de electricidad a través de fuentes renovables. En segundo lugar, la Secretaría de Energía modificó la normativa de seguridad y calidad del suministro, lo que implícitamente pone en desventaja a Iberdrola frente a la firma pública de la Comisión Federal de Electricidad. Por último, se decide incrementar las tarifas al transporte de la electricidad con lo que se reduce el margen con los que operan los parques eólicos.
Al movimiento de AMLO le responde Iberdrola que recurre las tres medidas adoptadas. Y, además, Sánchez Galán lanzó un aviso que retumba internacionalmente de que si se sigue actuando así no volvería a invertir en México. No se conoce exactamente si el ejecutivo español mordió el anzuelo o simplemente incendió el orgullo del presidente. Pero la respuesta fue el detonante para que el político mexicano arrancase una campaña de acoso y derribo.
De hecho, en los días posteriores, el presidente mexicano respondió a Galán asegurándose de encauzar el ataque como había aprendido durante muchos años de otros dirigentes de la izquierda. Así, utilizó las conferencias que suele ofrecer por las mañanas, el ‘Aló Presidente’ de México, para colocar a Iberdrola en el centro del debate.
MÉXICO SUBE LA PRESIÓN SOBRE IBERDROLA
Así, en las declaraciones que se han ido sucediendo de AMLO no han faltado las típicas referencias demagógicas. En primer lugar, aquellas que culpan a Iberdrola de buscar únicamente el beneficio propio, mientras el Gobierno busca el del país: «No nos interesan los negocios privados, nos importan los negocios públicos»; «nuestro deber es defender el interés público» y que la operativa de la eléctrica «perjudica» a las empresas públicas como CFE y Pemex.
En segundo lugar, el presidente ha ido reforzando la idea de que durante años se ha beneficiado una y otra vez de los gobiernos corruptos anteriores. Iberdrola «se benefició» con los gobiernos priistas y panistas, ambos de derechas, de «contratos muy jugosos». AMLO también ha llegado a defender que las empresas exteriores (no quiso decir el nombre de la española) habían recibido «contratos leoninos y sobornos».
Además, también ha sabido aprovechar las llamadas puertas giratorias de la empresa en el país. En concreto, con la exsecretaria de Energía en la presidencia de Felipe Calderón, Georgina Kessel, que después ocupó el cargo de consejera. Y, por último, lo ha aderezado con un toque de esa soberanía nacional que tanto gusta hacer ver. «No vamos a fortalecer a Iberdrola» o «ahora están desconcertados» han sido algunos de los mensajes que ha lanzado a la población.
Pese a que la situación ya era crítica, el presidente no ha dudo en llevarla todavía más hasta el extremo. Tanto a modo de discurso como de medidas. La última de AMLO fue llamar directamente a Iberdrola corrupta y que ese dinero que se lleva, en forma de contratos onerosos y precios abusivos (según el discurso oficial) se necesita ahora para pagar las vacunas contra el covid-19.
IBERDROLA ANTE UNA DIFÍCIL TESITURA DE CARA AL FUTURO
Un giro clave que permitirá al político mexicano elevar todavía más la presión frente a Iberdrola hasta el punto de que ya no es una cuestión de enriquecimiento, sino de salud. Las palabras del presidente fueron hace tan solo un par de días, por lo que a medida que pasen las semanas no sería de extrañar de que culpase a la firma española del sufrimiento del pueblo mexicano.
Esa estrategia también le servirá para defender su ataque frontal contra la eléctrica española, a través de su política energética. Así, se ha presentado recientemente una iniciativa legal que busca dar carta blanca a la firma pública CFE para hacer y deshacer en el sector energético. Una posición de abuso de poder que ni está respaldada por las deficiencias en el mercado ni por las exigencias de remodelación y que simplemente va en la dirección de construir un gigante eléctrico público. Pero qué ahora también estaría respaldado por la necesidad de alejar del país al enemigo público número uno: Iberdrola.
La firma, hasta ahora, ha preferido mantener un perfil discreto, tras las palabras de Sánchez Galán. Pero podría no ser por mucho tiempo. Tanto porque Iberdrola presenta sus cuentas anuales la próxima semana, como por lo delicada que se ha vuelto la situación. Aunque el presidente de la eléctrica ya avisó de cual puede ser el desenlace al señalar que ni tiene un peso relevante en su balance ni los ingresos provenientes del país son ahora tan necesarios, tras la última operación en EE. UU., por lo que el futuro de la firma en el país nunca había estado tan en el aire.