Cupido cambió para siempre en 1962. Y con él, también su método de trabajo. El pequeño dios alado que conocemos a través de la mitología romana, hijo de Venus y Marte (según la versión de Simónides de Ceos) ha dejado paso a una amalgama abstracta de matrices matemáticas. Los padres de la nueva criatura, David Gale y Lloyd Shapley, le llamaron: Algoritmo de Gale-Shapley. Su nacimiento ha dado forma a una industria multimillonaria, la de las citas en línea como Tinder, con diversas ramificaciones muy rentables que, además, se encuentra en plena ebullición.
La creación de la versión 2.0 de Cupido se ha ido esculpiendo con el paso de los años. El origen es la publicación de un estudio de los nombrados Gale y Shapley de un algoritmo basado en la novedosa Teoría de Juegos que resolvía el llamado ‘Problema de las Parejas Estables’. En pocas palabras, el experimento demostró que lograba casar a hombres y mujeres dentro de un grupo de tal manera que ninguno de los dos prefería estar con otro. Y, lo más importante, es que conseguía eso a través de una serie de propuestas y rechazos. Un hallazgo tan importante, aunque no lo parezca, que le valió al segundo de ellos para ganar el premio Nobel de Economía en 2012.
En la actualidad, ese razonamiento es el que se sigue, por ejemplo, en Tinder, la aplicación de citas más importante del mundo. El algoritmo con el que funciona la plataforma es un modelo similar al que desarrollaron en su día Gale y Shapley, aunque mucho más refinado gracias al avance de la tecnología. De hecho, el modelo de inteligencia artificial con el que actúa se depura a medida que se acumulan tanto los matchs como los rechazos.
EL PRIMER CUPIDO 2.0 ERA UN MONSTRUO DE CINCO TONELADAS
Pero desde que se dio a conocer aquel artículo en los sesenta hasta el éxito de Tinder han convergido una infinidad de fuerzas. Tanto en el desarrollo de la tecnología intrínseca como las condiciones extrínsecas. El punto de partida real, más allá de aquella publicación, fue 1965. En aquel año, dos jóvenes estudiantes de Harvard lanzaron un servicio de citas, conocido como Operation Match, que emparejaba a los estudiantes que solicitaban el servicio a cambio de tres dólares. Para ello, se entregaban unos cuestionarios que posteriormente eran procesados por un IBM 1401 que buscaba coincidencias para emparejar a los candidatos.
Así se gestó el comienzo de la nueva versión de Cupido. El pequeño dios alado se convirtió en un monstruo de cinco toneladas, compuesto por tres enormes torres que zumbaban sin parar, al que se le conocía como «la gran computadora de Dios». Y, con ello, inició un recorrido meteórico. El éxito saltó de Harvard a Inglaterra un tiempo después de la mano del hombre que sería conocido como Mr Match, John Patterson, y su empresa: Dateline.
Pese a que Dateline se convirtió en el servicio de citas a través de un ordenador más grande y reconocido de Gran Bretaña, en realidad su operativa no era muy diferente a la de Operation Match. Así, Patterson primero logró llegar a un acuerdo con IBM para tomar prestado ese inmenso monstruo para procesar datos. Al que alimentaba a través de un cuestionario que hacía llegar a cada uno de sus clientes, a cambio de 45 libras esterlinas, que constaba de varios campos: como se consideraba uno mismo, lo que se estaba buscando y la personalidad.
EL ROMANTICISMO SE MANTUVO EN LA PRIMERA VERSIÓN
Unas preguntas que no distan de cualquier cuestionario actual. Aunque el método de Dateline incluía dos características que lo hacían más refinado y espiritual (o romántico si se prefiere). En primer lugar, se pedía a los solteros que rellenaran seis cuadros para formar una imagen con la pretensión de «mostrar las diferencias personales que hacen de cada uno de nosotros un individuo único e independiente». El segundo es que apenas había detalles gráficos o preferencias físicas, por lo que se mantenía ese romanticismo de que ‘el físico realmente no importa’.
Así, Dateline se convirtió en una especie de garante del romanticismo tal y como se conoce en su versión más clásica. Una era esa preferencia por la unión espiritual, a través de su cuestionario, que relegaba a segundo plano a la atracción física. De hecho, una de sus campañas más exitosas fue la colocación en periódicos de la frase: «¿Podrías estar sentado junto al nuevo hombre de tu vida?». A día de hoy algunas apps, como Happn, siguen esa lógica aunque mucho más mundana con el «encuentra a quien te has cruzado».
La otra era que rompió con la creencia establecida de que las relaciones solo podían darse entre personas de la misma clase. Patterson eliminó de sus cuestionarios cualquier referencia a la riqueza o al estatus, lo que le valió (también) para llegar a más público. Pero no era lo normal, de hecho, por aquel entonces había muchas agencias de presentación especializadas en ese mercado cuyos servicios eran entre 15 y 50 veces más caros que los prestados por Dateline.
Y TODO LO QUE LLEGÓ
A día de hoy, todavía muchas aplicaciones siguen esa lógica de clases, aunque de manera más suave. Un ejemplo es el contraste entre Meetic y Tinder. La primera se define como una plataforma para «solteros exigentes», mientras que la segunda no esconde que el primer propósito señalar no tiene que ver con el amor.. El mercado al que se dirigen, obviamente, es diferente. Una aboga por un público premium al que no le importa pagar por buscar algo más selectivo y menos caótico. La otra es una plataforma abierta freemium, solo pagas si quieres ciertos servicios, para captar volumen.
Un objetivo que se está cumpliendo a la perfección. Tinder se ha erigido en la mayor red de citas por internet del mundo con unas cifras sobrecogedoras. Los cientos de millones de usuarios que tiene la plataforma hacen de media más de 1.600 millones de matchs al día, lo que supone un engagement, fidelidad e interacción del usuario con la empresa, enorme, lo que se traduce en una fuente de ingresos inagotable para la firma. Pero ¿cuál es mejor? Un modelo o el otro. En realidad, da lo mismo porque ambas compañías pertenecen a un mismo conglomerado: Match Group.
La firma es el monopolio de las citas por internet con marcas como las ya mencionadas Tinder o Meetic junto a otras como OKCupid, PlentyofFish, Hinge, OurTime o Ship and Paris. Un conglomerado que tras no parar de subir en Bolsa desde su debut alcanza ya valores muy elevados. De hecho, su valor actual supera los 45.000 millones de dólares (unos 37.200 millones de euros), lo que supone casi dos veces la capitalización de Telefónica o hasta cinco veces la de AIG, el consorcio que aglutina a Iberia, Vueling o British Airways. La compañía espera superar los 1.000 millones de beneficios en 2023, lo que supondría doblar los percibidos en 2020.
CÓMO HA CAMBIADO EL MUNDO TECNOLÓGICO EN EL PROCESO
La evolución de Cupido se ha asentado siempre sobre el avance de la ciencia. Desde sus primeros pasos, a través de aquel IBM 1401, hasta la actualidad con el desarrollo de la inteligencia artificial. La evolución ha sido inconmensurable. De hecho, aquella computadora tan avanzada apenas podía realizar 25.000 operaciones (multiplicaciones) por minuto, ahora el ordenador más desarrollado del mundo, el Roadrunner o Correcaminos, puede alcanzar hasta 10 elevado a 15 operaciones por segundo. Esa mejora en la computación ha permitido desarrollar mejor el algoritmo hasta llegar a analizar millones de datos en menos de un segundo y añadirles extras a sus cálculos, muy útiles, como la ubicación o lo que esconden cada fotografía que se comparte.
Pero no solo en la capacidad de procesar datos, sino también la de pensar. La inteligencia artificial no solo es un rastreador imparable de patrones, sino que también logra adquirir un cierto grado de autonomía a ese nuevo Cupido. Todavía esta lejos de poder alcanzar pleno pensamiento, pero por el momento tampoco parece que haga falta. Así, reducir el romance a una combinación de números puede sonar hasta grosero. Sin duda tendrá sus límites. Pero muchos fenómenos que parecen complejos desde una perspectiva humana a menudo resultan ser simples vistos a través de operar los datos de manera desinteresada.
Aun así, se ha necesitado un desarrollo posterior: los smartphones. El avance imparable del móvil ha hecho todo más fácil. La llegada de internet supuso el fin de la hegemonía de Dateline y el auge, por poco tiempo, de otros competidores virtuales. El caso más representativo fue el de match.com una alternativa creada, como no, en la bahía de San Francisco. Pese a su relativo éxito nunca logró llegar a los niveles de Tinder. Tampoco lo hizo Badoo, cuya propietaria acaba de dar el salto a la Bolsa.
Los smartphones proporcionan una serie de características que han sido vitales para el éxito rotundo de las citas por internet. En primer lugar, son más íntimos, lo que nos abre la mente. En segundo lugar, siempre ‘lo tenemos a mano’, por lo que se genera mayor engagement entre usuario y plataforma. También, hace más sencilla la comunicación sobre pretendientes, lo que significa millones de pantallazos que vuelan de uno a otro lado acerca los distintos pretendientes. Por último, una cámara de fotos 24 horas al día que refuerza esa tendencia hacia lo visual.
EL ÚLTIMO CAMBIO, EL CULTURAL Y LA IMPORTANCIA DEL FÍSICO
Aunque no todo ha sido cambio tecnológico. También lo ha habido cultural y, especialmente, a través de esa mejora de la cámara de fotos que tenemos a todas horas: el móvil. La mayoría de las aplicaciones para ligar actualmente tienen un componente visual muy fuerte, hasta el punto, de que el resto de factores pasa a un segundo plano. Un elemnto que, además, tiende a reforzarse a medida que nuestro Cupido particular recibe las continuas señales que le damos a través de nuestras acciones. Los matchs a ciertas personas más atractivas incrementan su popularidad, mientras que los rechazos tienden a volver cada vez menos visibles a otros perfiles.
Lo anterior, se mide (según lo hace Tinder) a través de lo que se llama «El nivel de deseabilidad». Todo ello, tiene una derivada particular y es que ha potenciado a su vez otras industrias como el fitnes o la comida sana. Ahora nuestra imagen es más importante que nunca y las empresas lo saben y lo explotan. Por ello, Instagram se ha convertido en un competidor real de Tinder, más incluso que otros dedicados exclusivamente a ello. Pero hay más. El algoritmo de Tinder también sigue los llamados roles de género más tradicionales. Así, tiende a emparejar a chicas jóvenes como hombres más mayores porque entiende que a la mayoría de las mujeres que acceden están buscando un hombre de más edad.
En definitiva, el mundo ha asistido en los últimos cincuenta años a un cambio radical en la forma de comunicarse a medida que la tecnología ha cambiado. En los próximos años esa transformación seguirá modificando el contexto humano y, dentro de él, las relaciones o la búsqueda de pareja no será una excepción. Cupido ha pasado de un pequeño dios alado a una abstracta amalgama de matrices. Pronto, ese Cupido se tendrá una mejor conciencia y su trabajo lo hará todavía mas eficientemente. Así, el cambio, hasta para los dioses, parece inevitable.