Cuando vamos a emprender una de las primeras cosas que debemos tener claras es qué forma va a tener nuestro emprendimiento. ¿Vamos a trabajar como autónomos, formaremos una empresa creando una sociedad mercantil o nos sumaremos a la moda startup?
Emprender hoy en día no tiene nada que ver con cómo era hacerlo unas décadas atrás. Una de las novedades es la puesta en marcha de un nuevo modelo, el de startup. Aunque todos hemos oído hablar de él, lo cierto es que a la hora de la verdad pocos pueden dar una definición clara sobre lo que es. Pero, si quieres emprender, es importante que conozcas qué diferencia a una organización de este tipo de una empresa de las de toda la vida para ver qué modalidad encaja mejor con tu proyecto.
¿Qué es una startup?
Si te pedimos que nombres una startup seguramente identificarás este término con empresas como Google o Facebook, y estás más o menos en lo cierto. Pero no todas las organizaciones de este tipo llegan a ser multinacionales que facturan miles de millones año tras año.
Parece que solo podemos hablar de la startup cuando el proyecto ya ha alcanzado el éxito, pero existen muchas organizaciones pequeñas y con proyectos interesantes que también se han sumado a esta forma de emprendimiento.
En realidad, es toda aquella empresa emergente relacionada con el ámbito digital y que tiene un gran potencial de crecimiento. Y aquí tenemos una de las diferencias más importantes con una empresa tradicional, porque mientras que una organización de las de toda la vida a duras penas puede crecer un 10% cada año, en el caso de la startup el crecimiento es mucho más rápido.
En base a esto, ahora puedes darte cuenta de que Facebook o Google no son una startup, porque obviamente no son empresas emergentes, sino compañías plenamente consolidadas en el mercado. Sin embargo, si que fueron startups en un primer momento.
Una solución para cada problema
Otro de los rasgos que definen a estas empresas de nueva generación es que están orientadas a dar soluciones a problemas o necesidades muy concretas del mercado.
Precisamente aquí radica la dificultad de crear una empresa de este tipo, porque la realidad nos demuestra que 6 de cada 10 startups acaban fracasando. Y en la mayoría de los casos se debe a que han perdido su foco de actuación. O bien no estaban orientadas únicamente a solucionar una necesidad, o no han sido capaces de dar respuesta a esa necesidad que existe en el mercado.
Imaginemos a dos emprendedores que han detectado que en el mercado hay una gran demanda de tecnología que pueda ayudar a que los bebés duerman mejor, y crean una app capaz usar diferentes tipos de sonidos para garantizar un sueño lo más profundo posible para los niños.
Si la app funciona y al público le gusta, esa startup ha triunfado y puede llegar a consolidarse como una empresa. Por el contrario, también es posible que el producto no funcione o que, mientras los emprendedores desarrollan su app, decidan ampliar su catálogo de productos con otros servicios también relacionados con el cuidado de los bebés, lo que les hace apartarse de su idea principal.
La financiación también diferencia a la startup
Otro de los factores que nos permite diferenciar a las empresas tradicionales de las de última generación es que no se financian igual.
Quien decide montar un negocio al estilo clásico lo primero que suele hacer es elaborar su plan de empresa y acudir con él a una entidad bancaria para intentar obtener financiación. Por el contrario, para quienes apuestan por el formato startup el banco es prácticamente su última opción.
Prefieren recurrir a otras alternativas como el crowdfunding o los business angels, pero también usan mucho el modelo equity-funding en el que ofrecen participaciones o acciones de la empresa a sus inversores a cambio del dinero que estos les prestan.
Empresas vs. startups
Ahora que ya tenemos más claro de qué estamos hablando, es hora de profundizar en las características que definen a una startup y las que definen a una empresa, para que te resulte más sencillo elegir entre un modelo u otro.
La startup es una organización orientada hacia la exploración de nuevos modelos de negocio. Además, este modelo tiene a su favor la escalabilidad o la capacidad de crear nuevos productos o servicios manteniendo el incremento de los gastos de forma lineal. De esta forma, cuantas más ventas se hagan más beneficio se obtiene por cada una de las ventas realizadas.
La escalabilidad de este tipo de negocios deriva directamente de su carácter tecnológico. La inversión inicial puede ser importante pero, una vez que el negocio está en marcha, añadir nuevos productos o servicios resulta mucho más económico.
Por el contrario, la empresa tradicional es un modelo de negocio dirigido a la explotación de un modelo de negocio que ya existe y ha demostrado que puede tener éxito. Y su escalabilidad suele ser mucho menor, porque añadir nuevos productos o servicios a los ya ofrecidos suele implicar para la compañía un coste bastante elevado que no siempre se puede asumir.
¿Qué opción es mejor para ti?
Como dijimos antes, si una startup es exitosa al final se acaba convirtiendo en una empresa. Pero en el momento de poner en marcha tu negocio debes decidir cómo hacerlo, y es aquí cuando tienes que elegir entre una modalidad u otra.
Si eres una persona muy creativa y orientada hacia la innovación, quizá sea buena opción que pruebes con el modelo más moderno de empresa. Pero debes tener en cuenta que en este caso es totalmente necesario que encuentres un problema en el mercado que no esté bien solucionado y seas capaz de determinar cómo hacerlo.
Una vez que hayas detectado tu oportunidad de negocio comprobarás que emprender a través de una startup no es tan diferente a hacerlo a través de una empresa tradicional. Porque tendrás que hacer tu propio estudio de mercado, buscar financiación y empezar a trabajar la imagen de marca. Si todo va bien y alcanzas el éxito, en poco tiempo estarás dejando el formato startup y pasarás a estar al frente de una empresa.