Desde hace un par de años, hemos visto que en los refrigerados de los supermercados, junto a los yogures, aparece un nuevo producto que hasta hace poco desconocíamos. Se trata de kéfir, un producto probiótico de leche fermentada a medio camino entre el yogur y la cuajada. A pesar de que su origen es milenario, especialmente en los países próximos al Cáucaso, de donde procede, en nuestro país su consumo ha surgido hace relativamente poco. Sin embargo, parece que lo ha hecho para quedarse, entre otras cosas porque tiene más beneficios nutricionales que los yogures. Pero es que además se puede hacer con mucha facilidad. Te contamos todo sobre la bebida estrella.
4Conservación del kéfir
Cuando hagamos kéfir, debemos decidir si vamos a volver a hacerlo a corto plazo o no. De esto dependerá cómo vamos a tratar los granos. Si los vamos a utilizar para hacer otro kéfir, bastará con dejarlos en la nevera hasta que los volvamos a utilizar. Sin embargo, para que los granos no se estropeen, si vamos a tardar un poco más en realizar nuestro kéfir, debemos meterlos en leche fresca y en la nevera. Con el frío, el proceso de fermentación se ralentiza, y puedes conservarlos en torno a una semana. Si necesitas más tiempo, puedes congelar los granos para tenerlos para cuando los necesites.