La crisis económica derivada de la pandemia de Covid-19 se extiende por el mundo tan rápido como lo hace el virus. Somos conscientes de que en España los autónomos y los emprendedores que están al frente de pymes lo están pasando muy mal, pero en el resto de Europa no parece que la cosa sea mucho mejor.
La segunda ola ha llegado antes de lo esperado. Mientras en España se está intentando evitar el cierre total a toda costa y se van adoptando diferentes medidas para contener la pandemia sin que esto suponga el cierre de negocios, en otros países europeos han tomado la drástica decisión de volver al confinamiento y cerrar todos aquellos negocios que no sean esenciales.
En prácticamente toda Europa las empresas han tenido que estar cerradas durante varias semanas a lo largo de este año. Es cierto que ha habido ayudas de más o menos cuantía, pero todos los expertos señalan que este tipo de subvenciones y ayudas no son más que parches temporales que, en muchos casos, solo retrasan lo inevitable.
A pesar de las ayudas públicas, de los notables esfuerzos que están haciendo los empresarios para mantener su liquidez y buscar mayor rentabilidad, y de la apuesta por el comercio local que están haciendo los consumidores, las cuentas siguen sin cuadrar en muchas pymes, y los expertos creen que esto acabará derivando en el cierre de miles de empresas en el plazo de un año.
Un estudio destaca el riesgo para las pymes
La consultora global McKinsey & Company elaboró hace algunas semanas un estudio para evaluar el impacto de la crisis del coronavirus en las empresas europeas. Se tomo como muestra a 2.200 pymes de Alemania, Italia, Francia, España y Reino Unido, y el resultado fue que hasta un 70% habían sufrido importantes pérdidas de sus ingresos a lo largo de este año.
Entre las más afectadas están las pequeñas y medianas empresas de Italia y España. Un 33% de las empresas españolas consultadas destacaron que habían sufrido fuertes pérdidas, mientras que en Italia ese porcentaje se sitúa en un 30%.
Y no se trata solo de la situación actual, el estudio de McKinsey también buscaba evaluar la situación de cara al futuro, y se ha encontrado con que las pymes no son demasiado optimistas en este sentido. Cerca de un 80% de los encuestados se mostraron pesimistas sobre la evolución de la economía. De nuevo, las pymes españolas e italianas son las más afectadas por esa falta de optimismo.
La amenaza de cierre es más real de lo que parece
El riesgo en el que están las pymes es más que evidente. Se estima que, si la situación se mantuviera tal y como está ahora mismo, hasta un 55% de las pequeñas y medianas empresas europeas cerrarían en un plazo de 12 meses. Pero si la situación empeorara, la cifra podría llegar hasta el 77%.
Incluso en caso de que la situación llegara a mejorar, muchas empresas seguirían en riesgo de desaparecer. Se estima que un 39% de las pymes europeas podrían bajar definitivamente la persiana aunque sus ingresos crecieran entre un 10% y un 30% en los próximos meses, porque su situación actual ya es muy complicada y ni siquiera un incremento de la rentabilidad moderado podría permitirles seguir adelante.
Más allá del cierre de negocios, existe un riesgo todavía más importante, y es que muchas de esas pequeñas y medianas empresas que podrían acabar cerrando podrían hacerlo declarándose previamente en quiebra. Esto supondría un grave problema para sus acreedores, lo que a su vez también podría arrastrarles al cierre.
Las pymes le plantan cara a la crisis
En Europa las pymes suponen un 99,8% del tejido empresarial, esto supone que tres de cada cuatro europeos trabajan en una empresa de este tipo. Es decir, que si miles de pequeñas y medianas empresas tienen que cerrar, el paro a nivel europeo podría alcanzar tasas nunca vistas hasta ahora.
Por eso, los pequeños empresarios no se rinden y están dispuestos a plantar batalla a la situación que se está viviendo a nivel mundial. En los últimos meses las pymes están haciendo un importante esfuerzo para cambiar su modelo de negocio y conseguir hacerlo más rentable.
Las medidas más frecuentes van desde la búsqueda de nuevas oportunidades en el mercado a la inmersión en un profundo y complejo proceso de transformación digital.
Aunque los ingresos están en caída libre y las empresas están buscando diferentes fórmulas de ahorro para contener el gasto, se estima que algo más de una cuarta parte de ellas van a mantener e incluso aumentar su presupuesto para tecnologías de la información (TI).
La transformación digital ya no es una opción, sino que ahora es cuestión de vida o muerte. Aquellos negocios que no sean capaces de adaptarse a la situación actual van a desaparecer en muy poco tiempo. Y para adaptarse hay que invertir.
El objetivo de las pymes es conseguir un sistema de teletrabajo eficiente que les permita seguir funcionando con total normalidad incluso en caso de confinamiento, así como establecer nuevas formas de venta y de atención al cliente de forma remota.
Casi la mitad de las pymes europeas consideran que la digitalización es el camino más directo hacia la recuperación económica, pero también son conscientes de que una mayor digitalización implica un mayor riesgo, por lo que la ciberseguridad es otra área que hay que reforzar.
Con ajustes de este tipo las pequeñas y medianas empresas esperan poder sobrellevar los meses que están por venir. Ahora necesitan ser más flexibles que nunca y superar todas las barreras frente al cambio que durante muchos años les han impedido avanzar.
Si lo hacen bien, el índice de supervivencia de las pymes en Europa será mucho mayor del que prevén ahora mismo los expertos. Lo importante en estos momentos es tener en cuenta que no hay tiempo para pararse a pensarlo demasiado, o los pequeños empresarios empiezan a buscar soluciones y a actuar ya, o cuando quieran darse cuenta será demasiado tarde para adoptar medidas.