Aunque se comen durante todo el año, la llegada del frío propicia en la hostelería madrileña el consumo de callos, uno de los platos más castizos, junto con el cocido, del recetario local y, para muchos, un auténtico manjar. Seleccionamos algunos de nuestros lugares favoritos para disfrutarlos en la capital, un auténtico plato estrella y más con la llegada del frío.
El origen de los callos a la madrileña, un clásico atemporal de nuestra gastronomía que quienes aman lo hacen con fervor, es más bien incierto. Algunas de las primeras referencias escritas a esta receta se encuentran en la novela picaresca Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán (1599), donde se los califica como “revoltillos”, y en un tratado de cocina de 1607, en el que el cocinero Domingo Hernández de Maceras los eleva ya a la categoría de “delicatessen”. Estudiosos en la materia sitúan sus raíces –como las de muchos otros grandes representantes de la cocina patria– en los estratos sociales más humildes, que acudían a los mataderos en época de hambruna a recoger lo que nadie quería, y hay quienes sostienen que llegaron a Madrid procedente de Asturias, aunque existen también numerosas versiones de esta preparación fuera de España.
7San Mamés, un incunable de los callos madrileños (Bravo Murillo, 88. 91 534 50 65)
Otro imprescindible para los devotos de la cultura del callo en Madrid es esta veterana taberna junto a la glorieta de Cuatro Caminos. Llevan cocinándolos desde 1913 y su fórmula, 100% tradicional, ha pasado de padres a hijos durante tres generaciones. No hay que perderse tampoco sus escabeches, el bacalao al ajoarriero, el bacalao bandera de España –láminas de pil-pil y de ajoarriero– y las cocochas en salsa o a la romana.