Hace uno días se estrenaba en Netflix, ’Alguien tiene que morir’, el último trabajo de Ester Expósito. Se trata de una miniserie de tres capítulos que esboza unas breves pinceladas de la situación social y personal de las clases adineradas en plena dictadura española. La historia se inicia con el regreso de Gabino a su Madrid natal después de haber pasado diez años educándose en México. Pero no vuelve solo, sino que lo hace con un Lázaro, un joven bailarín mexicano, y la supuesta relación entre ambos comienza a despertar especulaciones. La abuela y el padre de Gabino, ambos firmes defensores de la dictadura y con una reputación que desean mantener a cualquier precio, son los que más desconfían. Ellos han previsto que Gabino se case con Cayetana, la hija de un importante empresario con quien desean estrechar vínculos, a pesar de que ni la madre de Gabino ni el hermano de Cayetana están demasiado conformes con este arreglo, por motivos muy diferentes.
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Pero sin duda el mayor fracaso de ‘Alguien tiene que morir’ es su guion. La miniserie trata de desarrollar varias tramas que se entrelazan hasta colisionar en un clímax que se ha considerado demasiado atropellado, como si el desenlace se hubiese improvisado cinco minutos antes del rodaje. Esto hace que la responsabilidad del desenlace recaiga en la capacidad y el carisma de un miembro del reparto, independiente de que el golpe de efecto tenga o no verosimilitud. En definitiva, la serie está bien para un disfrute de fin de semana, pero floja a nivel de guion, a pesar de que tenía todos los ingredientes para que funcionase.