Las espinacas son una de esas verduras que los de cierta generación identificamos con Popeye el Marino, pero que para la gran mayoría son un trauma de la infancia: ¡comer espinacas a la fuerza! Es el mayor error en la educación en alimentación que podemos cometer con los niños y adolescentes. Debemos vestir mejor este tipo de verduras y hortalizas para que no solo no las repudien sino que terminen gustando (algo que con el tiempo, probablemente, pasará). Una buena estrategia es preparar recetas que ‘enmascaren’ ese sabor a verde. Por ejemplo, con una receta de espinacas con bechamel y queso, que si, además, lo gratinas al horno, o lo metes en unos canelones, seguro que triunfa. Nosotros hoy vamos a ver cómo hacer una receta de espinacas con bechamel sencilla y saludable con la que variar nuestro menú semanal.
1UN ALIMENTO SALUDABLE (Y ALGUNOS DE SUS MITOS)
Si bien es cierto que la espinaca no es precisamente un alimento rico en hierro, como nos quería hacer ver la serie Popeye el Marino, sí que se trata de una verdura de grandes aportes nutricionales y escasos calóricos. En su mayor parte es agua, como la mayoría de alimentos semejantes, y como estos también suma grandes aportes en vitaminas y minerales esenciales para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Por ejemplo, gracias a su alto contenido en vitamina A, hace verdad aquello de las abuelas de que cuida la vista; o con la vitamina C, que hace que mejore la piel.
En cuanto a minerales, hablamos de magnesio, básico para la recuperación muscular después del ejercicio, o manganeso, que ayuda a la producción de tejidos cartilaginosos. Eso sí, siempre se han de comer cocinadas, no en crudo.