Cada vez Europa está más concienciada en la importancia de la independencia tecnológica. Actualmente tiene una fuerte dependencia de Estados Unidos y China, pero con proyectos como EPI (microprocesador europeo), o GAIA-X (la nueva plataforma en la nube), se están dando los primeros pasos para ser más competitivos en cuanto a tecnología y que ningún otro país extranjero pueda comprometer al viejo continente si decide no seguir cediendo tecnología.
No es la primera vez que ocurre, ya hemos visto lo que ha sucedido con ciertas tecnologías de Estados Unidos y los países que ellos consideran enemigos. O también, el caso más reciente y mediático, la guerra tecnológica entre EE.UU. y China, que ha terminado con ciertas tecnologías negadas o limitadas al uso para los chinos. En Europa podría pasar igual, y las empresas no se pueden permitir eso.
Y ciertamente, en este mundo cada vez más hostil, no hay muchos aliados en los que confiar. Hay una enorme guerra silenciada que pocos ven, y que tiene mucho que ver con la tecnología y la digitalización de las empresas y organizaciones. Por otro lado, las empresas se afanan en seguir con la necesaria transformación digital para ser más competitivas. Aunque eso signifique invertir más en las cuestiones de ciberseguridad para poder sobrevivir a las ciberamenazas o ciberguerras.
2Sobre la dependencia europea
Europa tiene una elevada dependencia tecnológica en la actualidad. Depende especialmente de Estados Unidos, que tiene en su poder la mayor parte de las tecnologías patentadas. Pero también en gran medida de China, que se ha transformado en la «fábrica del mundo».
Por tanto, sin demasiadas tecnologías propias ni factorías de primer nivel, Europa se encuentra en una clara desventaja. Por ahora, debe depender de las buenas relaciones con otros países (mientras se mantengan), para poder producir y obtener tecnología que todos usamos a diario, desde ordenadores, hasta dispositivos móviles.
Solo se puede contar con estándares abiertos que son de todos o de ciertos proyectos de hardware y software de código abierto o libres. Ese tipo de proyectos solo tienen ciertas limitaciones en caso de que un gobierno se opusiera, pero las licencias bajo las que están no pueden impedir que un territorio pueda usarlas.
Por eso, en la actualidad se han puesto en marcha proyectos como EPI, para crear un microprocesador y acelerador para aplicaciones de computación de alto rendimiento, automoción, y otras aplicaciones. En él colaboran varios países europeos, entre los que está Alemania, Francia, España, Suecia, Italia, etc. De hecho, el primer supercomputador donde se probará será el Marenostrum de Barcelona.
¿Qué no podrías usar?
Y si piensas que la dependencia no es tal, debes saber que si Estados Unidos, China, o Japón, negasen sus tecnologías a Europa, entonces se podría evitar que se usen tecnologías tan conocidas como:
- Microsoft Windows y Office, así como un sinfín de software (Corel, Adobe, Apple,…)
- Formatos como FAT y NTFS
- Algunas APIs, frameworks, drivers, etc.
- Códecs de vídeo y audio muy extendidos.
- Multitud de formatos o extensiones de archivos.
- Firmware
- Arquitecturas de hardware como ARM (antes europea y ahora en manos de Japón), lo que implicaría no usar dispositivos móviles, routers, TVs, etc. Así como otras como SPARC (usada por algunos proyectos espaciales de la ESA), x86 (de todos los PCs, servidores y supercomputadoras), tarjetas gráficas, etc.
- Memorias basadas en tecnologías o celdas patentadas.
- Ciertos puertos de conexión propietarios, así como redes con tecnología patentadas en países extranjeros.
Como puedes comprobar, el impacto sería muy elevado, dejando a Europa casi «apagada» a nivel tecnológico.