Como un goteo constante, cada equis tiempo emerge algún arbitraje internacional con las las renovables como fondo. La gestión política de la primera ola de energía ‘verde’ en España se convirtió en un calvario para muchas empresas e inversores. Ahora, con el hidrógeno como segundo revulsivo de las energías limpias, los políticos, reguladores y supervisores deberían aplicarse un lema: no toquen demasiado.
El objetivo debería ser construir los cimientos necesarios para que, una vez llegada la gran explosión en el uso de hidrógeno verde, la seguridad jurídica no fuera un problema. Ni para la inversión nacional, en manos de las grandes energéticas; ni los fondos internacionales que apuesten por los proyectos españoles. Y todo ello se gestará sobre diferentes gobiernos con colores parlamentarios muy variados. Sobre todo si atendemos al ajetreo político de los últimos años.
Por eso, cuando esta semana se ha presentado la ‘Hoja de ruta del hidrógeno: una apuesta por el hidrógeno renovable’, lo fundamental sería que este documento, que ofrece una visión 2030 y 2050, estableciendo unos ambiciosos objetivos país en 2030 cuya consecución asegurará el posicionamiento industrial y tecnológico de nuestra economía en el contexto comunitario, no fuera papel mojado cuando los cromos del Congreso cambien.
Ya incluye la propia hoja de ruta la actualización cada tres años del documento, basado en la evaluación de los progresos hacia la consecución de los objetivos de la visión 2030, el grado de implantación de las medidas y la cuantificación de su impacto. Eso permitirá su adaptación permanente al desarrollo tecnológico y a la evolución del mercado.
QUÉ SUGIERE LA ADMINISTRACIÓN
Lo ideal para la evolución del hidrógeno sería dejar que el mercado se abra camino y las empresas lo dinamicen. En este sentido, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, está sentando las bases de los próximos años de manera decidida y con medidas que, si bien pueden no gustar a todos por su nivel de exigencia y compromiso con la reducción de emisiones, la hoja de ruta es clara.
En cuanto a los principales instrumentos regulatorios que deberían condicionar el desarrollo del hidrógeno, la Hoja de Ruta estima como positivo la simplificación administrativa y eliminación de barreras regulatorias a la producción de hidrógeno. Actualmente, la producción de hidrógeno es considerada como una actividad industrial dado que se clasifica como una industria química para la producción de gas inorgánico. Esto implica que la construcción de infraestructuras solo puede realizarse en suelo calificado como industrial, estando estas actividades sometidas a rigurosas evaluaciones de impacto ambiental, independientemente de la fuente empleada para la producción del hidrógeno.
De igual modo, es muy importante para poder garantizar la utilización de fuentes renovables en la producción de hidrógeno renovable, la existencia de un mecanismo de Garantías de Origen siendo necesario definir el procedimiento y requisitos, así como el organismo responsable, para la emisión de Garantías de Origen del hidrógeno renovable, con independencia de la ruta de almacenamiento y transporte o su uso final.
Otro de los aspectos fundamentales, sino el principal, tiene que ver con la parte monetaria. Aquí, la Hoja de Ruta estima que se deben diseñar instrumentos financieros de apoyo a la industria española consumidora intensiva de hidrógeno para la adaptación de sus procesos e infraestructuras al suministro continuo de hidrógeno renovable.
Por último, entre el importante volumen de instrumentos regulatorios, la notoriedad en las relaciones públicas es importante. Así, advierten sobre la importancia de posicionar a España en la celebración de congresos y foros de encuentros sectoriales del hidrógeno, nacional e internacionalmente. En este sentido, la ‘European Hydrogen Energy Conference 2020’ tenía como sede Madrid, pero por motivos sanitarios se ha pospuesto a 2021 manteniendo a Madrid como lugar de celebración.
CON LOS PIES EN EL SUELO
Ante este escenario optimista, el único que -por obligación- pone al hidrógeno con los pies en el suelo es la propia Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Sobre todo en materia económica para que no haya ningún atisbo de burbuja a la hora de soltar dinero público.
En un informe firmado el 9 de marzo, el organismo presidido ahora por Cani Fernández, exponía que “se valora positivamente el establecimiento de planes específicos para la penetración de gases renovables, si bien convendría hacer referencia a la consideración de criterios de eficiencia desde el punto de vista de un análisis coste beneficio, en los casos en los que se prevea una regulación por incentivos a su producción o a su inyección en la red de distribución“.
Por ello, esgrimía el regulador en su informe, se debe tener en cuenta que el coste en el tratamiento del biogás y del hidrógeno es todavía elevado. De este modo, y rebajando las expectativas que pudiera tener Naturgy en las inversiones de este segmento de negocio, la CNMC “recomienda acompasar los objetivos anuales de penetración en la venta o consumo de gases renovables en la red de gas natural a la evolución tecnológica”.
Para terminar de poner en jaque la llegada masiva de esta tecnología, el informe añade que el objetivo es “evitar el encarecimiento del coste del gas para los consumidores o que -de igual modo- la medida se tradujese en la importación de estos gases desde las instalaciones de producción de otros países europeos al objeto de cumplir dichos objetivos”.
Por último, la CNMC recuerda que en relación con las potenciales medidas de apoyo que se tomen con respecto al gas renovable, éstas deben “ampliar su alcance para que contemple todo el biogás producido y convertido en energía renovable, ya sea por su utilización in situ en la producción de calor o electricidad o por su conversión e inyección en la red de gas natural para su posterior consumo”.
Con todos estos condicionantes de carácter público, el hidrógeno espero que políticos y reguladores se rediman de los pecados cometidos en el primer boom verde. No tocar mucho. Solo eso.