“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida». El célebre cineasta Woody Allen, sin querer, advertía hace años sobre el futuro de la energía renovable. En muchos casos se trata de asumir que la luz se mañana se producirá con la energía que ahora no vemos. Y uno de los grandes exponentes es el hidrógeno.
Considerado como uno de los gases renovables, junto con el biogás y el biometano, el hidrógeno representa en estos momentos la esperanza del almacenamiento: el gran problema al que ahora mismo se enfrenta el ecosistema verde.
Esta circunstancia ha generado, como se puede ver en la prensa desde hace semanas, que afloren toda clase de proyectos, inversiones y derivados que se relacionan con el hidrógeno. Esta misma semana se ha conocido que la Asociación Española del Gas (Sedigás) ha presentado un nuevo ‘think tank’ para el estudio del hidrógeno inyectado en las infraestructuras de gas natural.
En concreto, el ‘think tank’, que estará presidido por Emilio Estébanez -de Nedgia-, creará un grupo de expertos que con el objetivo de ser referentes a nivel nacional y europeo en definición tecnológica y normativa de procesos que permitan la inyección del hidrógeno en las infraestructuras gasistas.
Asimismo, el grupo identificará las necesidades normativas que faciliten la expansión y control de esta fuente de energía renovable. Además de los asociados de Sedigás, este grupo estará abierto a instituciones y entidades, públicas o privadas, relacionadas con el hidrógeno.
De igual modo, Iberdrola construirá en Puertollano (Ciudad Real) la mayor planta de hidrógeno verde para uso industrial en Europa, cuya inversión ascenderá a 150 millones de euros y suministrará a la factoría de fertilizantes de Fertiberia en el municipio, informaron las compañías. Las empresas han firmado un acuerdo que activará esa inversión para la construcción del proyecto, que está previsto que esté operativo en 2021.
La energética presidida por Ignacio Sánchez Galán se encargará de la producción del hidrógeno verde a partir de fuentes 100% renovables. En concreto, la solución estará integrada por una planta solar fotovoltaica de 100 megavatios (MW), un sistema de baterías de ion-litio con una capacidad de almacenamiento de 20 megavatios hora (MWh) y uno de los mayores sistemas de producción de hidrógeno mediante electrolisis del mundo (20 MW).
LAS DUDAS PÚBLICAS CON EL HIDRÓGENO
Este acelerón privado con el hidrógeno lo contrarrestra, en cierto modo, el ámbito público. En el anteproyecto de Ley de Cambio Climático solo hay dos referencias a esta tecnología energética. Son pequeñas menciones en el fomento de los gases renovables.
“El Gobierno fomentará, mediante la aprobación de planes específicos, la penetración de los gases renovables, incluyendo el biogás, el biometano, el hidrógeno y otros combustibles en cuya fabricación se hayan usado exclusivamente materias primas y energía de origen renovable o permitan la reutilización de residuos orgánicos o subproductos de origen animal o vegetal”.
Junto a esta falta de euforia, el hidrógeno se ha encontrado con un tirón del freno de mano por parte de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). En un informe firmado el 9 de marzo, pero hecho público un día después de que se diera luz verde a la Ley en Consejo de Ministros, el organismo presidido por José María Marín Quemada expone que “se valora positivamente el establecimiento de planes específicos para la penetración de gases renovables, si bien convendría hacer referencia a la consideración de criterios de eficiencia desde el punto de vista de un análisis coste beneficio, en los casos en los que se prevea una regulación por incentivos a su producción o a su inyección en la red de distribución“. Por ello, esgrime el regulador en su informe, se debe tener en cuenta que el coste en el tratamiento del biogás y del hidrógeno es todavía elevado.
Bajo estas circunstancias, el hidrógeno se posiciona como la gran alternativa ‘verde’ del futuro, aunque ahora mismo sus costes de generación son demasiado elevados. Pero la inversión debe llegar ahora, por otra parte. Y en ese “enigma del prisionero” es donde España debe ocupar su lugar frente a los países del norte de Europa que llevan tiempo en esta carrera.