Energía a cambio de vapor de agua y una brizna de calor. Una romántica ecuación que atrajo la inversión -antes, incluso, de que el cambio climático llenase las agendas políticas- al desarrollo del hidrógeno. El progreso que nunca llegó a cuajar en la sociedad, con picos y valles de financiación, ahora podría haber encontrado su sitio. Así, Iberdrola y Repsol han lanzado proyectos pilotos en España para utilizar dicha tecnología como subsidiaria, como almacenamiento de energía, para sus nuevos desarrollos de energías renovables.
La firma que preside Antonio Brufau anunció pocos días atrás que construirá una de las mayores plantas del mundo de combustibles cero emisiones netas a partir de hidrógeno verde. Repsol ha invertido en el proyecto 60 millones de euros, que podrían aumentarse próximamente, y espera que la instalación pueda estar operativa en cuatro años en el puerto de Bilbao. La compañía tiene puestas muchas esperanzas en el complejo, de hecho, su consejero delegado Josu Jon Imaz señaló durante la presentación que «la producción de hidrógeno verde (…) forma parte de la estrategia industrial de descarbonización de Repsol».
Iberdrola, por su parte, está desarrollando un proyecto de energías renovables y baterías de hidrógeno escalables en Puertollano, en el que va a invertir hasta 150 millones de euros. El uso de dicho material también tiene visos de convertirse en un elemento central para la energética como desveló el jefe del área del negocio de eólica marina, Jonathan Cole, recientemente en una entrevista para el portal BloombergNEF: «Veremos el crecimiento del sector del hidrógeno y los proyectos de energías renovables para 2030».
EL HIDRÓGENO COMO PORTADOR DE ENERGÍA
Las cualidades del hidrógeno han generado siempre un gran poder de atracción, dado que su oxidación (quemarlo para obtener energía) simplemente genera vapor de agua, lo que le perfila como un combustible perfecto. De hecho, su utilización para crear una nueva forma de movilidad se convirtió en la gran esperanza de Estados Unidos para romper su dependencia energética al petróleo durante muchos años. Pero, las mismas características también han supuesto un reto de ingeniería excesivamente grande, sobretodo, en forma de altos costes en materia de generación, almacenamiento y distribución.
En cuanto a la primera, siempre ha presentado dos problemas principales: por un lado, que nunca se ha logrado producir a un bajo coste, dado que requiere grandes cantidades de energía. Por otro, que su generación provocaba ingentes cantidades de CO2, con lo que el resultado final era muy poco satisfactorio. El problema del almacenamiento y la distribución están relacionados con el hecho de que el hidrógeno es el elemento más pequeño de la tierra, el número uno en la tabla periódica. De hecho, el helio, el número dos y cuatro veces más grueso, se usa para hallar grietas en las tuberías, por lo que diseñar un tanque (o cañería) para evitar las fugas de hidrógeno siempre ha sido un reto.
La solución a lo anterior era utilizar recipientes a presión de alta tecnología hechos con fibra de carbono o licuarlo gracias al nitrógeno líquido y algunos compuestos metálicos. Obviamente, ambas opciones exigen un coste exorbitado que imposibilita su uso a gran escala. Pero, con el paso de los años se desarrollaron alternativas como fue el proyecto llamado FutureGen, en Matton (Illinois, EEUU), y del que se ha aprendido mucho. Las lecciones más valiosas fueron que construir estaciones combinadas de generación de electricidad e hidrógeno en lugares cercanos a fuentes de energía, en su caso minas ricas en carbón, producían dos hechos beneficiosos: el primero, reducía el coste. El segundo, se soluciona una parte importante del transporte del hidrógeno.
IBERDROLA DARÁ UN SALTO EN LA TECNOLOGÍA OFFSHORE
En definitiva, cercanía y un proceso combinado. De ahí, que las plantas ideadas para los próximos años tengan esto muy presente, aunque sustituyendo el carbón por energía renovable. Pese a que el concepto de uso es el mismo, capturar la energía sobrante y almacenarla para un uso posterior, cada firma ha perfilado su proyecto hacía su propio terreno. Así, la planta ideada por Iberdrola en el sur de España consta una parte solar, de 100 MW, y otra de producción de baterías de hidrógeno escalable, de 20 MW.
Aunque, es la energía eólica marina la que a priori cuenta con más visos de ser la elegida para incorporar el proceso de generar hidrógeno. De hecho, Iberdrola tiene encima de la mesa desarrollar un proyecto en las Islas Canarias y otro en Noruega. La razón es que la producción que genera es más continuada, al contrario que la solar, y con picos mucho más altos. «Nuestros proyectos en alta mar podrían producir la energía de la manera tradicional, llevarla a tierra de la manera tradicional y vender esa energía a los productores de hidrógeno (…) o producir nosotros mismos el hidrógeno y utilizarlo después para producir electricidad para equilibrar la red», explica Cole.
Al final, la última aportación (y también la más importante) del hidrógeno es la de contribuir a reducir los altos costes que tiene la tecnología offshore. Los acuerdos para la venta de energía a través del hidrógeno junto con la mejora continuada de parques flotantes, más escalables que los fijos, son dos de las grandes esperanzas para el sector. De hecho, Cole apunta que «vemos una gran cantidad de potencial para flotar en alta mar a mediano y largo plazo. En la segunda mitad de esta década deberíamos comenzar a ver proyectos a escala comercial, y en la próxima década deberíamos verlo como algo muy regular».
REPSOL PRETENDE LIDERAR LA GENERACIÓN DE COMBUSTIBLES LIMPIOS
La predominancia de una combinación de la eólica marina y el hidrógeno se comprueba en el proyecto de Repsol. Aunque, el fin de su proyecto no es el de generar baterías, sino crear lo que se conocen como combustibles sintéticos. Con ellos, se pretende alimentar muchos de los coches que utilizan esta tecnología y se espera que llegue también a camiones y aviones. La clave del proyecto de la petrolera es que los combustibles sintéticos se producen con el hidrógeno, proveniente del proceso de electrólisis, y CO2 capturado.
En cuanto a lo primero, se genera (como se ha visto) a través de energía renovable, por lo que su huella de carbono es cero. Por su parte, el dióxido procede de las plantas de refinería en las que todavía fabrica combustibles fósiles. En este caso, las partículas contaminantes serán procedentes de una de las plantas de Petronor, con lo que no solo genera combustibles que no contaminan, sino que, además, reduce (espera neutralizar) la huella de los que sí lo hacen. Con ello, Repsol espera situarse a la vanguardia del desarrollo de los combustibles de cero emisiones netas.