La crisis mundial que se ha vivido a causa de coronavirus deja pocas lecturas positivas. Pero hay que hacer un esfuerzo por encontrar esos impulsos sobre los que mejorar e innovar. En este caso, a nivel tecnológico, el cloud ha sido uno de los máximos protagonistas debido a la explosión del teletrabajo. Ahora el objetivo es no bajar el ritmo.
Se trata de un concepto que desde hace años ha ganado peso y relevancia. La nube como posibilidad de elemento líquido, que expuso el pensador Zygmunt Bauman en sus teorías sobre la liquidez, refleja el propio paradigma social donde las estructuras mentales y tecnológicas han cambiado con respecto a la rigidez del siglo XX.
Ante esta situación, la adopción de tecnologías ‘all-cloud’ acelera la transformación digital y es una excelente forma de ampliar el acceso a los datos y procesos de una empresa de forma inmediata y a bajo coste. La nube pública es sencilla de implementar, pues la empresa no necesita gestionar la administración del servicio, tampoco es dueña de los equipos, los bytes de almacenamiento ni de los servidores.
La nube es la herramienta clave para implementar el teletrabajo, el IoT, el M2M, etc. Permite tener acceso a los datos desde cualquier plataforma con conexión a internet y en todo momento. El servicio de nube pública no contempla un contrato de permanencia, por lo tanto, puede usarse durante el tiempo que sea necesario.
EL FUTURO DEL CLOUD
Ante este escenario, la apuesta de los estados por contar con los mejores proveedores sin injerencias externas es un gran paso hacia la soberanía tecnológica necesaria en un mundo cada vez más digitalizado. Cada país debe ser dueño de sus decisiones y trazar las alianzas con el socio o los socios que estime más oportunos para garantizar un servicio seguro, de calidad, que respete la legislación local y permita a sus empresas ser más competitivas.
Y todo esto se ha visto con la crisis del coronavirus, que ha impulsado la inversión en estructuras cloud un 37% respecto al primer trimestre de 2019. El covid-19 ha generado un impulso al mercado a medida que las cargas de trabajo empresariales se han traslado a las nubes públicas. La inversión global en los tres primeros meses de 2020 ha alcanzado los 29.000 millones de dólares.
Por todo ello, las clouds públicas contribuyen a respetar el medio ambiente repartiendo espacio y recursos entre varios clientes y adaptándolos a sus necesidades, de tal forma que los servidores se emplean con eficiencia. En lugar de utilizar un servidor de forma ineficaz, en la nube se reparte la capacidad de cálculo y de memoria.