La crisis sanitaria y social que ha provocado el coronavirus ha puesto de manifiesto la necesidad de mantener la inversión en tecnologías que reporten un efecto directo en la sociedad. La conectividad 5G es un caso manifiesto, y que, además, ha mostrado su capacidad en los países donde tiene ya una presencia importante.
Y es que el 5G no es algo de futuro. No se trata de una innovación en la que se trabaje. La conectividad 5G necesita aterrizar cuanto antes porque, ya mismo, está demostrando su capacidad de ser útil. Pero todo eso pasa por conseguir unos niveles de inversión que hagan rentable su uso.
En la parte práctica, países como Corea del Sur, China, Taiwan o Singapur en Asia o Uruguay en América han aprovechado sus inversiones en estas infraestructuras tecnológicas para mejorar la salud de su ciudadanía. La tasa de mortalidad por cada 100.000 habitantes de estos países en comparación con Europa y EEUU es muy notable.
De este modo, la estrategia seguida por alguno de los países que mejor ha gestionado la crisis del coronavirus muestra el papel fundamental de los datos y de los modelos digitales de gestión sanitaria. La disponibilidad de gran número de datos geolocalizados ha permitido a las autoridades sanitarias un seguimiento preciso de los focos de contaminación y su aislamiento rápido.
Por ello, no solo la recopilación de big data, sino que la rapidez para recibirlos, procesarlos y compartirlos con los algoritmos adecuados han sido claves. Mientras que las redes wifi convencionales permiten 250 conexiones por punto de acceso, el 4G puede acomodar varias 10.000 conexiones por antena. Con el 5G, este número sube a millones.
UNA HERRAMIENTA DE PREVENCIÓN
Otro de los aspectos que ha puesto de manifiesto el covid-19 es que la tecnología es útil cuando previene, se anticipa y consigue hacer saltar las alarmas. De este modo, el big data ‘apps’ para controlar y evitar contagios (tal y como Google y Apple han anunciado), inteligencia artificial para secuenciar el genoma del virus e impresión 3D de objetos imprescindibles como los respiradores son algunas de las soluciones de urgencia que ha aportado. Para que todo ello prospere es imprescindible que la información sea compartida a grandes velocidades en una red capaz de trasladar gran cantidad de datos.
La asistencia sanitaria primaria debe avanzar hacia un modelo menos presencialista por lo que sus conexiones, especialmente en áreas alejadas de núcleos urbanos, deben tener la capacidad y velocidad que ofrece la red 5G para prestar la atención precisa y reducir los tiempos de respuesta.
UN 5G ESENCIAL
Bajo este escenario, las empresas deben ser las principales dinamizadoras en el desarrollo de las redes 5G. Pero no las únicas. Las administraciones públicas deben entender su papel. Algo que por ahora asimilan.
Así, tanto el ‘Plan Nacional de 5G’ como el ‘Plan de la UE para la red 5G’ consideran esta red un activo fundamental para la competitividad y la sostenibilidad, un importante elemento promotor de los servicios digitales futuros y una prioridad para el mercado único europeo.
La UE, de hecho, anima a los Estados miembros a que adopten las medidas necesarias para ser uno de los mercados principales por el despliegue de las redes 5G. La vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, Margrethe Vestager, ha instado a los Estados miembros a “limitar todo lo posible” cualquier retraso en sus asignaciones de espectro 5G.