Julio Anguita se pasó los últimos seis años de su vida escribiendo con libertad en El Economista, periódico liberal en lo económico y tirando a conservador en lo político. El histórico dirigente comunista encontró más facilidades en medios que estaban en las antípodas de Marx, véase El Mundo, que en medios progres como El País, la Cadena SER, La Sexta, El Diario o Público.
La degradación moral de la ‘hiprogresía mediática’ antimarxista, controlada por la izquierda pop y malasañera, obligó a un comunista honrado a buscarse la libertad en otros lares. Y él sabía que algunas de esas puertas se le abrían por intereses de la caverna, el aznarista El Mundo, pero supo jugar con fuego y no se quemó.
CUANDO IZQUIERDA UNIDA ENCONTRÓ CONSUELO EN EL MUNDO
Pedro Sánchez denunció en 2016 que había sufrido presiones de Juan Luis Cebrián y el Grupo Prisa para que facilitase un Gobierno del PP. Veintitrés años atrás, 1993, Anguita denunció que la cúpula del editor de El País y la SER le presionó para que le regalase la investidura a Felipe González, desnortado por el crimen de Estado y apoyado por Jordi Pujol.
Anguita, harto del silencio de la SER, los puntapiés de El País y la campaña de los ‘Guiñoles’, se apoyó en el rival directo del ‘diario independiente de la mañana’: El Mundo de don Pedro José Ramírez Codina.
Así lo recordaba Anguita en el libro ‘Atraco en la memoria’: «El Mundo era un periódico dispuesto a publicar nuestras opiniones, mientras que en El País era realmente difícil. Entonces se inicia una relación ‘do ut des’. Él cede páginas, me trata bien y nosotros le damos las preferencias en la publicación».
El ‘Califa rojo’ no era un pardillo: «¿Intenta Pedro J. Ramírez urdir una trama? Sí. ¿Cómo? Me invitó a una cena a la que asistió Aznar y en la que abrió el debate acerca de la necesidad de un cambio en España, y donde yo salí diciendo que sí hacía falta un cambio en España, pero que este, además de Gobierno, debía ser sobre todo un cambio de estructuras económicas. Ahí quedó todo…».
DOS ORILLAS PARA ANGUITA
Anguita recuerda en la citada obra que «Pedro J. siempre intentó jugar a que IU fuese el gregario del PP. Y yo jugué a que me dejasen hablar a mí y a los míos. En esa táctica siempre hay un riesgo tremendo, el riesgo de tratar de ser Daniel entre los leones, pero lo asumí. No hubo más. (El Mundo) era el único periódico que nos publicaba. El único. Y asumimos el riesgo. Pero lo que sí puedo asegurar es que nunca, nunca, hubo un entendimiento. Nunca».
Sobre ‘la teoría de las dos orillas’, explica: «Yo nunca dije que el PSOE y el PP fuesen iguales, jamás. Dije algo de mayor calado teniendo en cuenta que en el castellano, al contrario que el francés o el inglés, hay dos verbos: uno es ser y otro estar. Yo dije que ambos estaban en la misma orilla, coincidían y compartían las políticas determinantes en economía, en exteriores y en el proyecto europeo. Tras la aprobación de la reforma constitucional de 2011 (modificación del artículo 135 de la Constitución), la cuestión ha quedado saldada. No creo que deba explicar más».
El bipartidismo, según Anguita, «tiene unos mismos valores en política exterior y en política económica. Solamente les diferencian las políticas de los derechos individuales. Es decir, el tema de la homosexualidad y los derechos LGTBI, el tema de la eutanasia o determinadas cuestiones. Pero en política económica y social son lo mismo». En el estupendo ensayo ‘La trampa de la diversidad’ de Daniel Bernabé esta teoría se evidencia con claridad.
ACIERTOS Y ERRORES DE ANGUITA
Anguita, que en los útimos tiempos abrió debates en la izquierda desde una trinchera honesta como Cuarto poder, acertó cuando vio que el bipartidismo era el turnismo decimonónico con una mano de chapa y pintura. Lo clavó cuando dio por enterrado el pacto del 78 ante el reiterado incumplimiento del PSOE y PP.
Pero también falló: el verano pasado dijo que la UE, el IBEX35 y los poderes fácticos del PSOE no iban a permitir que Sánchez incluyese a Iglesias en su Gabinete ministerial (hoy en día, cuenta Jesús Cacho, Ana Patricia Botín es un puntal indispensable de este Gobierno ‘socialcomunista’, apellido con el que le ha bautizado la sobreactuada prensa derechista).
Anguita también le gustaba jugar a las teorías de la conspiración y deslizó algunas sobre el 23F o ETA sin pruebas. Y también erró al creer que la resolución del conflicto vasco era cosa de «jueces y policías».
PROGRAMA, PROGRAMA, PROGRAMA
El ex coordinador federal de IU anteponía el programa sobre el resto: «A mí los pactos no me dicen nada; a mí lo que me importan son los hechos y sobre eso tengo que decir que el programa me parece plausible y correcto, pero creo que hay que cumplirlo todo. Porque, podríamos pensar que al hacer el programa no se tuvieron en cuenta las dificultades que entraña gobernar. Eso podría ser con Podemos. Pero no con el PSOE, que lleva muchos años gobernando».
«Para mí, primero están las medidas sociales. Hay otras que tienen que ver con libertades y que yo suscribo, pero eso, si no está sustentado en medidas de avance social —mercado laboral, salarios, inspección de trabajo—, francamente, no tendrá sentido. Para mí las medidas económicas y sociales son tan importantes o muchísimo más que las otras, sin que yo desdeñe las otras», añadía.
EL PSOE
Ángeles Maestro recuerda que «Julio Anguita intentó con coraje y arriesgando su salud, salirse del guión establecido desde la Transición para la izquierda institucional. Él supo de lo implacable del poder que enfrentó y de hasta qué punto es gobernado con mano de hierro por el PSOE y sus aparatos».
«Y lo más duro, sin duda, fue comprobar cómo desde dentro mismo de su organización se contribuía decisivamente a cerrar el cerco. Es más que probable que de esas mismas manos salgan crónicas alabando su figura», añade con acierto. No hay más que ver los panegíricos que han publicado los medios de Prisa, que le regalan a Anguita en su muerte lo que le hurtaron en vida: respeto.