El colesterol es una sustancia grasa que se produce en el hígado de forma natural y que es imprescindible para regular algunas funciones del organismo como la producción de ácidos biliares, vitamina D, determinadas hormonas, entre otras. El colesterol también lo recibimos a través de la alimentación y es aquí cuando aparecen los problemas. Esta sustancia viaja por el torrente sanguíneo para poder realizar sus funciones, y lo hace en una especie de cápsula transportadora, hecha de lipoproteínas. Puede ser de dos tipos: de alta densidad y de baja densidad. Las de baja densidad conforman lo que llamamos ‘colesterol malo’ o LDL que está muy vinculado a la ingesta de grasas saturadas presentes en carnes rojas o procesadas, quesos, comida basura, bollería, etc. Si su nivel en sangre aumenta, también lo hace el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Las lipoproteínas de alta densidad son el ‘colesterol bueno’ o HDL, que recoge el colesterol de los tejidos y los lleva hígado para ser eliminados. Se encarga de los ácidos grasos insaturados, como los omegas, y arrastran la grasa acumulada en las arterias. Así pues, si su nivel es bajo, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Por eso es importante mantener los niveles de ambos mediante una dieta saludable, cuanto más alto el colesterol bueno, más disminuye el malo. Estos son algunos alimentos imprescindibles.
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Uno de los alimentos más ricos en fibra son las legumbres y la fibra está directamente con el control de la absorción del colesterol LDL. Las lentejas por ejemplo, también elevan el nivel de HDL por lo que son un alimento protector del corazón. Otros como los guisantes pueden disminuir el colesterol en un 8%, y la soja consumida como haba, tofu o leche, reduce los niveles de colesterol hasta el 25% y a la vez aumenta los de HDL. La recomendación de los expertos es consumir como mínimo entre 11 y 50 gramos al menos tres veces por semana.