¿Llorar es de débiles? En muchas culturas, el llorar está asociado a la debilidad, e, intrínsecamente, a lo femenino cuando se entiende que la mujer es el sexo débil. Sin embargo, al igual que la risa tiene propiedades terapéuticas, también llorar es beneficioso. Si durante estos días de confinamiento sientes que necesitas desahogarte, tranquilo. No es un drama. Estas son las razones para llorar durante el covid-19 que te avalan en ese sentimiento. No te escondas, y no te mortifiques. Aunque por nuestra cultura heredada resulte habitual asociar el llanto con acontecimientos y sensaciones negativos, en realidad llorar es un acto cargado de beneficios para nuestra salud.
Ya seas un sanitario sometido a una gran presión y estrés, un paciente que lo está pasando mal, una persona que ha perdido a un familiar o amigo y no ha podido despedirse de él o cualquier ciudadano que así lo sienta, llorar es bueno. El miedo, el cansancio, la frustración, la impotencia, el estrés...Todos ellos se han convertido en nuestros nuevos compañeros, unos acompañantes forzados que sobrellevamos como podemos. Pero en ocasiones es bueno estallar y aliviar esa presión sentimental con el llanto. Porque todos somos humanos y sentimos como tales. Según la ciencia, estos son los beneficios para nuestra salud del acto simple de llorar.
2AL LLORAR, SE LIBERAN TOXINAS QUE ALIVIAN NUESTRA MENTE
Las lágrimas, como hemos visto, son depuradoras. Es uno de los principales motivos físicos por los que lloramos. Si bien es cierto que es más fácil llorar cuando nos sentimos en una situación de estrés, precisamente su función también es liberarnos de esas toxinas que recorren nuestro cuerpo y que se transforman en esa sensación. En nuestro organismo, a veces se libera una gran cantidad de cortisol, la hormona que genera el estrés. Así que cuando lloramos, estamos también expulsando ese químico que hace que nos sintamos agobiados, tensos y temerosos. Existen tres formas de liberar el estrés: el sudor (por eso el ejercicio físico hace que nos sintamos mejor), la orina (con situaciones de estrés, tenemos más sensación de apremio), y el llanto. No en vano, cuando tenemos una buena llorera, después tenemos una fuerte sensación de alivio.