Ibercaja ha activado el comodín del Expediente de Regulación de Empleo (ERE). Otra vez más. A la vista de la evolución histórica, será el quinto en ocho años, parece que firmar despidos colectivos es el deporte favorito para José Luis Aguirre, presidente de la entidad, y el de su sucesor, Amado Franco Lahoz. Una actividad, una vez ejecutado el anunciado para 2020, le habrá costado el puesto a cerca de 2.100 personas y más de 200 millones. Aunque lo peor es el penoso resultado obtenido, puesto que tantas salidas ni han recortado los costes (601 millones en 2015 frente a 600 millones en 2019) ni han mejorado el beneficio, hundido en los 84 millones (como cinco años atrás).
Aunque lo anterior, es solo para agoreros. En realidad, hoy todo debería ser felicidad en Zaragoza, puesto que la entidad ha logrado duplicar el beneficio. Bueno, más que duplicar. Así, los 84 millones obtenidos son el 106% más que los 41 millones de hace un año. El trabajo bien hecho de la directiva, en especial para firmar despidos, ha tenido su premio (y ha estado bien pagado, claro). Aunque, si ahora aprovechamos y utilizamos la excusa del año pasado que decía que «excluidos los gastos del ERE, el impacto de la venta de carteras y la elevada tasa fiscal el beneficio habría sido de 117 millones» la cosa sería menos divertida.
Pero, aquí no somos de excusas. Se debe reconocer que los resultados de 2019 no solo han sido superiores a los del periodo anterior, sino también: a los de 2017, bueno a esos no que ascendieron a 138 millones. A los de 2016, parece que tampoco porque fueron 143 millones. ¿Quizás a los de 2015? Negativo. ¿Los de 2014? Para nada, llegaron a 150 millones. Y, así, llegamos al 2013 en el que el banco acabó con pérdidas, en concreto, de 31 millones. En definitiva, que los resultados de 2019 solo superan a los de 2018, gracias a que estos estaban afectados por gastos excepcionales, como los peores en ocho años. Incluso en dicho año, pese a la debacle del sector, logró un margen bruto mayor.
EL PROBLEMA ES QUE EL NEGOCIO BANCARIO YA NO DA PARA MÁS
El actual entorno de tipos negativos, volúmenes de crédito estancados y fuerte regulación ha ahogado por completo al sector. Las entidades se han entregado a crecer internacionalmente, a los créditos al consumo y a empresas o a sumar en el apartado de las comisiones. Y, claro, cada uno tiene sus inconvenientes, ya que los primeros incrementan el riesgo (lo que exige más capital) y en el último el crecimiento del negocio es aritmético, dado que no se puede aprovechar el efecto apalancamiento que tantas alegrías al negocio bancario.
El problema para Ibercaja no es que se haya situado en el bando de las comisiones, es la tortuga, sino que directamente se ha olvidado de que es un banco. Que podría llamarse ahora mismo Ibergestora y no pasaría nada. De hecho, los cobros a los clientes por los servicios prestados no bancarios han crecido un 34,5% desde 2016. Aunque, va mucho más allá, puesto que el volumen de comisiones cobradas por la gestión de carteras, se cómo servicios de valores, casi se han multiplicado por cinco al pasar de 13 millones a más de 62 millones.
La nueva política implantada años atrás ha llevado a que cerca de 4 de cada 10 euros que entran ya al banco proceden de cobros a sus clientes (incluidos servicios bancarios). Una generación recurrente de ingresos, que no ha tenido un gran efecto. Así, el margen bruto de la entidad, que recoge todos los ingresos, ha caído desde el 2016 un 17,9%. Si a lo anterior, se le añade que realmente, a pesar de los eres, no han existido ahorros reales en los gastos de explotación (los de personal solo se han rebajado un 4,1%), da como resultado que el resultado antes de las provisiones ha sido en 2019 hasta un 32% inferior al de hace tres años.
EL MÁS DIFÍCIL PARA IBERCAJA, NEGOCIAR LA SALIDA A BOLSA CON ESTE CUADRO
Para Aguirre existe un ‘todavía más difícil’ que aguantar la actual situación del banco: vender a los inversores que se trata de una inversión rentable sin hundir su precio. Una misión que parece imposible. Más si cabe, cuando la rentabilidad que ofrece Ibercaja, con un ROE (beneficios entre fondos propios) que es uno de los indicadores que más miran los analistas, apenas supera el 3%. Lo que implica que está entre las más bajas no solo de España, sino también de Europa.
Además, repercute directamente en el precio con el que hipotéticamente debería salir a Bolsa. Así, si acudimos al mundo académico, más en concreto, a la famosa ecuación creada por Shapiro y Gordon (ponía en relación el coste del capital, la rentabilidad y los fondos propios) concluimos que el valor de la entidad se acerca a los 1.000 millones. Una cifra que todavía está muy por debajo de los 1.500 millones que alcanzó en 2017, aunque por encima de los poco más de 500 millones que valía hace un año. La cifra actual, además, supone valorar al banco en cerca de 0,3 veces su valor en libros, lo que la situaría entre las menos valoradas en el viejo continente.
Por último, todavía hay un problema mayor que haría que perdiese más valor: el coronavirus. Más en concreto, la decisión del Banco Central Europeo de bajar tipos para enfrentar una posible contracción de la economía. De hecho, la propia Reserva Federal ya lo hizo ayer por sorpresa y el euríbor, al que están referenciadas la gran mayoría de hipotecas, se dio la vuelta recientemente y ha caído a plomo en el último mes. De nuevo, el 2020 parece un nuevo vía crucis para la banca, el peor entorno posible para salir a Bolsa.