En la lucha del transporte por reducir las emisiones de carbono hay perdedores y ganadores. En este último apartado se sitúa Renfe, a quien beneficia la guerra sin cuartel contra las aerolíneas por sus niveles de contaminación. La compañía no solo reconoce que es una ventaja competitiva, sino que su presidente, Isaías Táboas, alardea en público de ello ante el desconcierto de Aena o de aerolíneas como British Airways.
“El ferrocarril va a ser el transporte de las próximas décadas porque es el que menos contamina. No dudo que la aviación tendrá menos emisiones (…), pero hasta que eso no llegue, tenemos una ventaja competitiva que se está imponiendo”, señaló Táboas durante su intervención en el VI Foro Hotusa Explora celebrado en Ifema.
Unas declaraciones que no dejaron indiferente a nadie y mucho menos a sus compañeros de ponencia. Alex Cruz, CEO de British Airways, defendió la intención de las aerolíneas de compensar la huella de carbono a la vez que dejó un recado al presidente de Renfe. “Nuestros continentes tienen muchas islas y va a ser difícil conectar con ellas sin transporte aéreo”, señaló.
De la misma forma, el presidente de Aena, Maurici Lucena, quiso “poner las cosas en su contexto” y recodar que solo el 2,5% de las emisiones de CO2 del mundo proceden del transporte aéreo. “El desafío lo tienen las líneas aéreas y los fabricantes. Los aeropuertos vamos a hacer un esfuerzo y llegaremos a 2050 con emisiones cero”, explicó. También recordó que “hay destinos del mundo que no se pueden llegar con el tren”.
Y lo cierto es que aerolíneas y Aena están haciendo lo posible por poner fin a la contaminación. British Airways compensará las emisiones de los vuelos nacionales del Reino Unido a partir de 2020. Por su parte, en los aeropuertos de la red de Aena se verán pronto vehículos handling eléctricos, proliferarán los puntos de recarga eléctrica de los vehículos en los aparcamientos y en 2026 Aena tendrá un sistema de placas fotovoltaicas que le permitirá producir el 70% de su electricidad.
EL CONTETO BENEFICIA A RENFE
A pesar de los esfuerzos de las aerolíneas, el contexto político y social beneficia al tren y, por tanto, a Renfe. El punto de partida está en el movimiento nacido en Suecia Flygskam (o vergüenza de volar en avión) que se extiende por los países nórdicos gracias a activistas como Greta Thunberg. Y la alternativa del tren se muestra como la opción más sostenible.
Aquí en España, en las últimas elecciones celebradas el candidato de Más País, Iñigo Errejón, llevó en su programa medidas para limitar los vuelos peninsulares para los cuales exista una alternativa competitiva en tren. Entre ellas, añadió retirar los privilegios fiscales de la aviación aumentando el IVA de los billetes y gravando el impuesto al queroseno de los vuelos peninsulares, mediante la posibilidad de una tasa adicional a los billetes de avión como la que ha establecido Alemania. También plantearon la limitación progresiva de dichos vuelos, usando cuando sea posible la recaudación para subvencionar y reducir el precio de los billetes del transporte ferroviario de pasajeros.
Pero el caso más reciente y preocupante para las aerolíneas es el del ayuntamiento de Barcelona. El consistorio liderado por Ada Colau propondrá al aeropuerto de Barcelona-El Prat eliminar las líneas de vuelos que tengan una alternativa ferroviaria para reducir la contaminación, como la conexión entre Barcelona y Madrid que operan conjuntamente Iberia y Vueling a través de su servicio Puente Aéreo.
“El puente aéreo tiene una alternativa ferroviaria sin emisiones”, aseguró el concejal de Emergencia Climática de Barcelona, Eloi Badia, en una entrevista de BTV, recogida por algunos medios. Badia también añadió que el consistorio buscará la complicidad del aeropuerto y del puerto para reducir emisiones en una mesa conjunta con la Generalitat y el Gobierno español, en la que pedirán un plan.
Si bien es cierto, hasta que no se ponga en funcionamiento la versión low cost AVLO de Renfe, los precios del AVE seguirán disuadiendo a muchos usuarios. Actualmente, las tarifas marcan la diferencia. En la mayoría de los casos, se cumple una regla de oro: el precio y la duración del AVE –que contamina menos– duplica al del avión –acusado de contaminar más–.