El entorno no solo no es fácil, sino que empeorará para la banca en los próximos años. Los ingresos están tensionados por la coyuntura de tasas por debajo de cero, que amenazan con volverse crónicas, el estancamiento en el crecimiento del volumen de activos y que la transmisión de dichos tipos negativos a los clientes todavía está en el aire (al no conocerse las reacciones que puede provocar). Por otro lado, los gastos también tienen presiones al alza, en especial, las inversiones necesarias para abordar el aumento de la competencia o los requisitos regulatorios. Con ello, los analistas vuelven a poner el foco en los costes operativos, es decir, en incrementar notablemente los despidos y las reducciones de sueldo de los empleados de la banca.
«Dado el difícil entorno de ingresos, será clave para los grandes bancos europeos reducir aún más los costos operativos», advierten desde DBRS Morningstar, la cuarta mayor agencia de calificación del mundo. Además, dichos analistas apuntan a las grandes entidades españolas como las más necesitadas de dichos ajustes, dado que son las que más empleo bancario han creado entre 2013 y finales del tercer trimestre de 2019. Así, la tasa de crecimiento anual acumulada para Banco Santander, BBVA, Banco Sabadell, Caixabank y Bankia es del 2,5%, frente al 0,2% de los bancos franceses (BNP Paribas, BCPE, Crédit Agricole o Sociéte Generale) o la caída del 0,6% para los alemanes (Commerzbank, Deutsche Bank y DZ Bank).
En España, hemos asistido en los últimos años a una reestructuración bancaria histórica. Las grandes firmas del país han pasado por distintas etapas. Una primera de absorción, en la que se incluyen las fusiones frías ejecutadas, de las firmas en problemas, junto a una segunda de digestión. En dicho segundo periodo, se estructuró a través de ventas de grandes paquetes de activos problemáticos y un flujo continuado de despidos masivos. Además, esta no es nada más que la primera etapa de concentración, ya que estamos a las puertas de la segunda. En ésta próxima, las fusiones o adquisiciones ya no serán obligadas por los agujeros en los balances, sino como movimientos defensivos frente a lo que viene: tasas muy bajas permanentes y grandes competidores digitales.
Aun así, está última etapa (del primer ciclo de reestructuración) todavía no ha acabado, puesto que todavía deben desprenderse de más de 50.000 millones de euros y, más importante, que el número de trabajadores es hoy día más alto que en 2013. Según explican desde DBRS: «El número de empleados aumentó en Sabadell, Santander y Caixabank como resultado de las grandes adquisiciones. Unos movimientos que incluyen los de TSB en 2015, Banco Popular en 2017 y Banco BPI en 2017, respectivamente», lo que deja entrever que el ajuste no ha acabado pese a los últimos grandes despidos ejecutados por las firmas que dirigen Ana Botín y Jordi Gual Solé. De hecho, la firma financiera concluye que «esperamos que los grandes bancos europeos continúen reduciendo los costes operativos».
LOS DESPIDOS NO SON LA PANACEA
Los movimientos dirigidos a aligerar los costes laborales parecen la estrategia más sensata de cara a los próximos años, pero tampoco será la panacea. De hecho, el promedio ponderado entre los ingresos y los costes operativos en la gran banca europea se ha mantenido por encima del 60% de manera consistente. Una cifra que todavía resulta excesivamente alta para poder competir en rentabilidad. En el caso español, los bancos mejoran la media europea en promedio, aunque con dos salvedades: una por encima, con Santander y BBVA con un sobresaliente 46,9% y 48,6%, respectivamente. Otra por debajo, con Abanca, Caixabank, Ibercaja o Kutxabank por encima del umbral del 60%, en algunos casos debido a los sobrecostes de los despidos.
La baja eficiencia de la banca está directamente relacionada con las necesidades de inversión de la misma. Unas exigencias que, además, irán en aumento en algunos apartados claves más allá de la digitalización. Uno de ellos, es la renovada actitud de los reguladores para atacar los delitos de lavado de dinero y financiación del terrorismo, de tal manera que han afectado a las ganancias de las entidades «en forma de sanciones financieras, pagos por compensación, generalmente mayores provisiones o mayores costos operativos relacionados con el gasto de cumplimiento y los cambios en los marcos de gestión de riesgos», explican desde DBRS.
Por último, las firmas financieras deberán enfrentarse a una forma de entender el negocio de la inversión, en especial, en referencia a la fiscalidad verde. Los reguladores cada vez son más exigentes a la hora de proporcionar dinero para proyectos que van en contra del Cambio Climático, mientras que dan beneficios para aquellos que hacen todo lo contrario. Aun así, todavía no existe un estándar común para los factores medioambientales, por lo que sin hoja de ruta el cambio se realizará más despacio. Un pequeño oasis para la banca, entre tanto caos.