Muy al contrario de lo que pudiera parecer a priori, la pobreza energética –circunscrita al uso de la energía en el hogar- es altamente contaminante, se está feminizando, con una incidencia creciente en hogares ‘monomarentales’ y aumenta en el ámbito rural. Pero si algo preocupa sobremanera a los expertos es el auge de la ‘pobreza oculta’, esa que se esconde por vergüenza. Se trata de un problema complejo pero que, por suerte, se puede combatir. Precisa de detección, diagnóstico, medidas a corto plazo (paliativas), estructurales (eficiencia energética), y de una adecuada información para los consumidores. La corresponsabilidad de todos los agentes implicados se antoja como el factor clave e ineludible, porque hablamos de una realidad que afecta al conjunto de la sociedad.
El gasto energético de un hogar medio se reparte en un 49% en climatización, 26% en agua caliente, 12% en electrodomésticos y 10% en otros usos. La pobreza energética plantea uno de los grandes desafíos de la transición a un cambio de modelo. MERCA2 ha abordado este fenómeno con representantes de los agentes involucrados en la identificación y búsqueda de soluciones a un mal que aqueja a colectivos que habitan en países desarrollados, con acceso a la energía y que, sin embargo, no pueden permitírsela. La responsable de Acción Social e Internacional de la Fundación Naturgy, Ester Sevilla; el director de Formación y Medio Ambiente de Cruz Roja, Pablo Navajo; la catedrática emérita de la UPM, Margarita de Luxán; la directora de la Agencia para el Empleo del Ayuntamiento de Madrid, Belén García, y la consultora independiente en temas sociales, Esther Lillo, afrontan este problema económico y social, desde diferentes ámbitos y en toda su extensión.
“Los servicios energéticos son fundamentales para salvaguardar el bienestar de los ciudadanos de la Unión. La calefacción, la climatización y la iluminación adecuadas, así como la energía para hacer funcionar los aparatos, son servicios esenciales para garantizar un nivel de vida digno y la salud de los ciudadanos”. Así lo recoge la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética 2019-2024, aprobada por el Gobierno el pasado mes de abril. El acceso a la energía fomenta el desarrollo del potencial del individuo y la inclusión social, no hay duda. No es un tema menor. De hecho, se trata de una cuestión transversal que requiere adoptar medidas en diferentes planos: paliativo y estructural, con actuaciones a corto, medio y largo plazo.
3BUENAS PRÁCTICAS Y EFICIENCIA ENERGÉTICA
La Fundación Naturgy ahonda en soluciones “sencillas y ágiles” que contribuyan a paliar el malestar de las personas y que ofrezcan remedios inmediatos, expresa la responsable de Acción Social e Internacional. Y esto sin abandonar las medidas estructurales a largo plazo relacionadas con la eficiencia energética. La institución impulsa actividades técnicas, formativas, divulgativas y sociales, con especial atención a la información que facilita a los consumidores el correcto ejercicio de sus derechos y obligaciones y la adecuada contratación eléctrica. También apuesta por el empleo en eficiencia energética como oportunidad que surge entorno a la rehabilitación y reforma de edificios.
Las personas en situación de vulnerabilidad encuentran webs o teléfonos de consulta con información útil para gestionar sus propias capacidades como usuarios. “Hay una gran presión sobre las compañías eléctricas suministradoras, que han hecho un gran esfuerzo para ofrecer respuestas”, asegura Navajo.
La Agencia de Empleo dependiente del Ayuntamiento de Madrid se plantea “al igual que existe una alfabetización digital con módulos transversales en los cursos de formación, incluir una alfabetización energética, que podría impactar en unas 25.000 o 30.000 personas que reciben esta formación en la Comunidad de Madrid”, manifiesta Belén García.