miércoles, 11 diciembre 2024

La Sareb, el gran engaño con el que todos ganan menos el contribuyente

Finalmente, hubo que esperar al sexto mes del sexto año para que la Sareb no registre pérdidas en su actividad. En realidad, no. Es broma. Solo que en está ocasión, como no son cuentas auditadas, han preferido omitir dicha partida. Si no se ven no las habrá, puede imaginar alguien. Aunque, la verdad es que el 2019, hasta junio, refleja los mismos números rojos, grosso modo, que en 2018. Al final, dados los resultados (cerrará sus primeros siete años con 4.000 millones en pérdidas) lo de autodenominarlo banco malo quizás es el mayor acierto en toda la historia de dicha sociedad.

Pero que nadie se engañe, pese a las pérdidas aquí todos los que están participando están ganando algo. Bueno, todos no. Hay un inversor que no ha hecho más que poner dinero. Todavía lo sigue haciendo. Probablemente, cualquiera en este punto sabe quién es. Exacto, el contribuyente español.

El llamado banco malo nació como un engaño muy original para el ciudadano español. En primer lugar, se creó por obligación externa del famoso Mou que vino aparejado al rescate del sistema financiero. Lo anterior, descargaba la responsabilidad del desastre en los políticos que lo suscribían. En segundo lugar, se vendió como una sociedad privada, de tal manera que limitaba el riesgo y el dinero público, se llegó a decir con cierta gallardía. Esto era dar un paso más, puesto que nuestros dirigentes salvaban la obligatoriedad de la medida limitando al máximo el peso que asumían los ciudadanos. Cuasi heroico. El relato estaba salvado.

El problema es que la realidad es tozuda y las mentiras tienen patas cortas. Si bien es cierto que el padre del banco malo fue el RD 1559/2012, orquestado en el Mou, también lo es que el desencadenante primero fue el uso político, junto con la locura especulativa, de las cajas de ahorro. También es cierto que es una entidad privada, pero gracias a un truco contable: los fondos propios (capital más deuda subordinada) provenientes del sector privado sumaban algo más de 2.600 millones, mientras que el Estado aportó 2.200. Pero nadie recuerda, o quiere recordar, que se emitieron 50.781 millones en deuda senior, para comprar los activos tóxicos que todavía generan pérdidas, avalados por todos los contribuyentes. Dinero que se utiliza ahora para sanear balance.

LOS INVERSORES YA SE ESTÁN LLEVANDO SU PARTE

Existe la idea de que cómo Sareb no para de incurrir en números rojos, aquí todos los que invirtieron están perdiendo por igual. Más nos gustaría. En principio, convertirse en socio tenía múltiples problemas para cualquier inversor privado: en primer lugar, dado el espacio de tiempo necesario (tiene una vida de 15 años) el capital estaría inmovilizado durante mucho tiempo. En segundo lugar, nadie esperaba recibir dividendos, ya que tanto los gatos operativos, como los cupones o el apalancamiento lo impedirían. Éstas razones, entre otras, fue lo que llevó a BBVA a declinar su entrada en la sociedad.

Aunque de nuevo, no es más que parte del relato. La realidad es que la Sareb da soluciones a cada uno de esos problemas. La clave está en que la deuda subordinada que han puesto las entidades que son socias pagan unos cupones muy generosos. Así también la deuda senior que avalada por cada ciudadano, para evitar riesgos, han aceptado en su balance los socios. La primera y la segunda pagan intereses, ya van más de 4.800 millones de los que 2.784 millones se los han llevado «las entidades cedentes». Por otro lado, el capital inmovilizado se devuelve en forma de pagos de deuda anticipada. De hecho, el 100% de la caja de la firma financiera semipública se utiliza para «cancelación ordinaria o anticipada de créditos».

Por último, y en un ejercicio de imaginación contable nunca vista también salvaguarda a los socios de la Sareb en incurrir en más pérdidas. Lo anterior, también supone no pedirles más dinero en forma de ampliación de capital. Por norma general, las pérdidas en cada ejercicio se detraen de los fondos propios de la empresa. De tal manera, que si hay más números rojos que capital o la empresa quiebra o se necesita inyectar más dinero. Es simple. Eso funcionaba así hasta que Luis de Guindos, vicepresidente del BCE ahora, se inventó que dicho agujero no mermaría el patrimonio de la sociedad. Ahora, simplemente se sanea frente a provisiones (que pagamos todos, obviamente).

MÁS DINERO PARA LOS PROMOTORES

Todavía queda el hecho más sorprendente: durante seis años y medio ha seguido dando dinero a los promotores, que no pagaban, para que construyeran viviendas que no construían. En su creación (página 11 del folleto emitido por el Frob) se explicaba que «en condiciones específicas, la Sareb podrá anticipar financiación adicional a un deudor para aumentar las recuperaciones, así como el valor de los activos». En realidad, solo se buscaba alargar el problema de los fallidos (que necesitan más provisiones y son más pérdidas), puesto que si se extienden los créditos todavía contabiliza como «bueno».

Por suerte, solo ha costado 2.190 días darse cuenta de que eso no funcionaba. De hecho, la firma explica en sus cuentas, de manera casi cómica, que «tras casi siete años de experiencia y lecciones aprendidas (…) han dado un giro estratégico». Un cambio que consiste en impulsar «de forma decidida los acuerdos de dación en pago». Para promotores, que nadie saque el champán. Por lo que ya en este 2019, será la Sareb la que asuma los costes de promoción de importantes cantidades de viviendas. Dicho de otra manera, seremos todos los contribuyentes españoles los que juguemos, todavía más, al inmobiliario. Quizás así, por fin saquemos algo o al menos no nos quiten tanto.


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