Id a cualquier tienda de juguetes y observad atentamente. De entre todos los que hay —juegos de mesa, scalextrics, ordenadores, muñecas, cocinitas, patines y patinetes— elegid el que creéis que tendrá más éxito en el patio de un colegio. El mejor. Yo elegiría, sin duda, una pelota. ¡Qué artefacto! De todos los objetos diseñados por el ser humano antes de que ni siquiera existiera un registro, de todos los diseños de los que no conocemos el autor, quizás solo junto con la rueda, y por supuesto el libro, la pelota aún mantiene su vigencia hoy en día, compitiendo con decenas de ingenios con la más avanzada tecnología.

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«Hay que dar instrumentos a los jóvenes para despertar, desarrollar y, si es necesario, habitar sus sueños y sus fantasías.»

Un día, paseando por Barcelona, bajo un cartel que prohibía jugar a la pelota, leí un grafiti que, no por provocador y sinvergüenza, perdía razón en su denuncia: “¡Entonces nos drogaremos!”, decía. Hay que dar instrumentos a los jóvenes para despertar, desarrollar y, si es necesario, habitar sus sueños y sus fantasías. Si, además, estas consisten en practicar un deporte en equipo, al incentivo le añadimos una mejora de la salud; un aprendizaje de valores como el respeto, la responsabilidad, la integración o la superación personal, y una primera forma de participación en la vida del barrio.

Las Cruyff Courts son una de las propuestas más inteligentes y efectivas para obtener todos estos beneficios. Ya han demostrado su eficacia, transformando la vida de escuelas y barrios, así como su versatilidad, adaptándose a las posibilidades de espacios de todo tipo. Tengo la sensación de que muy pronto este proyecto será entendido por todo el mundo como lo que es: una idea tan revolucionaria, progresista, civilizadora y, por supuesto, holandesa, como el carril bici.